Exposición en Tel Aviv, judios que lucharon en el bando republicano
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Memoria Histórica de Guadalajara 21 Agosto 2012
A sus 93 años, a Tove Shlosberg aún le destellan los ojos cuando habla
de su marido Shmuel y de su muerte en el que para muchos es uno de los
frentes más olvidados de la Guerra Civil española, el de Extremadura. En
1937 ambos eran ciudadanos judíos de la Palestina del Mandato
Británico, comunistas por convicción y se acababan de casar por un
vínculo más poderoso que el establecido por la ordinaria relación
contractual: sus sólidos ideales antifascistas y sus ansías de cambiar
el mundo. “Queríamos demostrar que no se podía permitir que Hitler,
Mussolini y Franco lo conquistaran todo. Éramos tan jóvenes...”, cuenta
nostálgica esta vitalista nonagenaria.
A unos metros bucea en las vitrinas, mira con calma y señala una de las
postales que le envió Schmuel desde el frente. “Siempre quise ir con él a
España pero mi madre estaba muy enferma y bastantes problemas le di ya a
mi familia”, explica. A los 13 años Tove ya formaba parte de las
juventudes comunistas de Polonia, su país natal; a los 15 ya había
estado en prisión. “No me importó que mi familia tuviera dinero, tampoco
sabía muy bien quienes eran Marx o Engels, pero sí sabía una cosa: que
yo sí estudiaba y mis amigos pobres no”.
Durante décadas, las vivencias de estos brigadistas permanecieron únicamente en los relatos de sus descendientes
Poco después su familia decidió viajar a la Palestina Británica para
evitar que la benjamina roja volviera a sublevarse en Polonia, un país
donde en los años 30 abundaban las detenciones de quienes eran
sospechosos de abrazar el ideario comunista. “En Palestina también hice
amigos y a los 17 años me afilié al partido (partido comunista judío de
Palestina, creado en 1919) Aquí conocí a Schmuel y antes de cumplir los
18 nos casamos para evitar que los británicos me deportaran por
comunista”.
Con sus gafas en la mano, Tove recorre pausada las vitrinas, retratos y
carteles de la época por la primera exposición dedicada en Israel a la
contribución de los 200 brigadistas de Palestina que sirvieron en el
bando republicano, mayoritariamente de procedencia polaca y ucraniana
(otros cinco árabes y doce armenios también sirvieron en sus filas)
“No solo eran comunistas, también antisionistas, por eso su memoria se
ha borrado de los libros de historia de Israel”, explica Eran Torbiner,
el director del documental, Madrid antes que Hanita (2006), proyectado durante la inauguración de la muestra el pasado jueves en el MuseoEretz Israel de Tel Aviv.
Durante décadas, las vivencias de estos brigadistas permanecieron
únicamente en los relatos de sus descendientes o calladas en las páginas
de los diarios escritos por algunos de ellos en edad ya avanzada. Es el
caso de Israel Centner, un polaco que luchó junto a los republicanos en
España, del lado de los rusos en la Segunda Guerra Mundial, que paró en
Alemania para escribir sus vivencias bélicas (De Madrid a Berlín, 1966) y que terminó regresando a la Palestina Británica.
“Por casualidad un día conocí a Israel. Me impresionó tanto toda su
historia, la de sus compañeros en su afán solidario de acabar con el
fascismo que me sentí obligado a recoger sus testimonios y compartirlos
con mi generación”, asegura este realizador autodefinido como
“socialista, de izquierdas y antisionista como ellos, porque ni ahora ni
entonces queremos un Estado solo judío, sino uno en el que el vecino de
Jaffa (ciudad árabe de Tel Aviv), de Nablus o de Hebrón tenga los
mismos derechos que nosotros como judíos”, apostilla.
Brigadistas olvidados que incluso llegaron a crear la Compañía judía Botwin, nacida en el seno del batallón Palafox
Bajo los focos de la muestra y en escasos 100 metros cuadrados se
suceden las historias, a cada cual más sobrecogedora y siempre
flanqueadas por carteles donde se leen lemas como “Un solo mando contra
el enemigo común (del Partido Socialista) o “Camarada, trabaja más y
mejor”.
A unos metros, Vega Lechtmann observa atenta el panel con los retratos
de una treintena de brigadistas. En la fila de arriba, con un parecido
asombroso, está la foto de Sioma, su padre, un judío de origen austriaco
que sirvió en el frente republicano de Barcelona, que terminó siendo
capturado en la Francia ocupada por los nazis y trasladado al campo de
concentración de Auschwitz. “A mi madre, a mi hermano y a mí nos sacó
del tren un gendarme francés. Gracias a él nosotros nos salvamos”,
explica en perfecto francés, mientras extrae de un sobre amarillento y
cuarteado por el tiempo varias fotos de sus padres en Haifa, al norte
del actual Israel.
Brigadistas olvidados que incluso llegaron a crear la Compañía judíaBotwin,
nacida en el seno del batallón Palafox —de la XIII Brigada Dombrowski,
integrada principalmente por polacos y ucranianos— y que llegó a editar
su propio periódico en yidish (lengua de las comunidades judías
centroeuropeas) Un homenaje tardío que podrá visitarse hasta el próximo
30 de octubre en Tel Aviv.
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