martes, 31 de marzo de 2020

Santos Martínez Saura, natural de La unión y secretario personal de Manuel Azaña.

Por cortesía de D. Jose Antonio Muñoz Devesa, al que le damos las gracias, publicamos una reseña  de la vida de Santos Martínez Saura, intentando difundir la figura de un personaje que ha sido injustamente olvidado por su tierra. 


Santos Martínez en un acto político.


OLVIDADO POR LOS SUYOS: SANTOS MARTÍNEZ SAURA

Nadie encarna mejor el dicho popular: ¨Nadie es profeta en su tierra¨, que Santos Martínez Saura. Olvidado por la tierra y el sol que le vio nacer, el testimonio de este célebre personaje queda desterrado a tiempos pretéritos como si de un apestado se tratase.

Santos Martínez Saura nació en la vecina localidad de La Unión, un 13 de mayo de 1909. Santos creció en el seno de una familia acomodada, su padre, Arturo Martínez Murcia fue miembro de la Asociación de Comerciantes de La Unión y desempeñó la labor de concejal en nuestro ayuntamiento por Izquierda Republicana. Hecho que mantendría ligado a Santos y su familia a nuestra querida ciudad.

A mitad de 1920, el joven Santos se marchó a Madrid donde estudiaría medicina en la Universidad Central. Allí, estableció una gran amistad con uno de sus maestros, Juan Negrín, relación que perduraría hasta en los momentos más difíciles de la Guerra Civil.

Durante sus años de juventud, Santos desempeñó una importante actividad sindicalista, en asociaciones como FUE o en el sindicato de sanidad de la CNT. Además, participó en reuniones para acabar con la dictadura de Primo de Rivera. En esas reuniones establecería amistad con grandes intelectuales: Valle-Inclán, García Lorca, Rivas Cherif… Por este motivo, fue encarcelado en la Prisión Modelo de Madrid. Tras su liberación no pudo regresar a la capital y fue desterrado a Cartagena donde presenció la salida de Alfonso XIII. Durante su estancia en Cartagena, Santos participó en multitud de actos políticos, participó en la campaña de Antonio Ros para la asamblea regional y mantuvo el contacto con su ciudad natal.

Proclamada la II República, Santos regresó a Madrid, donde participaría en la campaña para liberar a Manuel Azaña. En 1935, una vez liberado Azaña, se convirtió en su secretario personal, labor que desempeñaría hasta el exilio de ambos. Durante los años de la Guerra Civil, Santos acompañó a Azaña en todos sus cambios de residencia: Barcelona, Madrid… Santos también emprendió acciones humanitarias.


Manuel Azaña en primer témino, Santos Martínez Saura
en un segundo plano a la derecha de la foto.


Finalmente, en 1939, Santos y Azaña cruzaron la frontera camino de El Havre. Desde allí, emprendería su viaje hacía tierras mexicanas. En México, Santos estuvo al frente de varios teatros nacionales y se convirtió en una figura destacada de la industria cinematográfica. También continuó su labor política en periódicos (Excélsior o Novedades) y trato de organizar a la izquierda republicana en México.

Finalmente, Santos Martínez Saura falleció el 22 de diciembre de 1997, siendo enterrado en la cripta de la catedral de Ciudad de México. Además de su labor como político, Santos nos dejó obras como: "Memorias del secretario de Azaña" y "Espina, Lorca, Unamuno y Valle-Inclán en la política de su tiempo".

Santos, hombre que amó y lucho por la República hasta el último de sus días, preservar su figura y no olvidarla es una de las tareas más importante que tiene esta región.



domingo, 29 de marzo de 2020

Presentación del libro "Los campos de concentración de Franco" de Carlos Hernández de Miguel


Penguin Random House
Grupo Editorial.

El pasado mes de febrero, organizado por la Asociación Memoria Histórica de Cartagena, Carlos Hernández de Miguel presentó su libro "Los campos de concentración de Franco" en la biblioteca del Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy, por cortesía del programa cultural de la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Cartagena "Cartagena Piensa". 
El acto lo introdujo el historiador, investigador y colaborador de eldiario.es, Víctor Peñalver,  autor de un trabajo muy interesante sobre la utilización de prisioneros republicanos en las obras del pantano del Cenajo y desde 2015 empezó a promover la inclusión de monumentos a los deportados en los campos de concentración nazis en  todos los Ayuntamientos de la Región que tuvieran vecinos represaliados en los mismos. Con motivo de esta iniciativa ya son 14 municipios los que han homenajeado a sus paisanos deportados a estos campos de la muerte, entre ellos Cartagena, donde nos satisface tener un precioso monumento en la confluencia de la calle Ronda con la calle Carlos III, detrás justo del Instituto Jiménez de la Espada, lugar que, a su espalda también, luce un mural que alude al mismo asunto.


Carlos Hernández (izquierda) y Víctor Peñalver.

Carlos Hernández de Miguel es periodista y experto en comunicación empresarial y política. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, inició su carrera profesional en Antena 3 Televisión como cronista parlamentario en el Congreso de los Diputados. Posteriormente ejerció de corresponsal de guerra en diversos conflictos internacionales, como Kosovo, Palestina, Afganistán o Iraq.  En 2015 publicó su primer libro, Los últimos españoles de Mauthausen (Libro que también presentamos en Cartagena, dos años atrás). En la actualidad colabora con publicaciones y diarios digitales como la revista Viajar Eldiario.es.

























Carlos nos presentó, de manera muy didáctica, dinámica y clara, una historia muy dolorosa de la historia de España, muy poco conocida, tras un trabajo de investigación exhaustivo y riguroso que satisfizo todas las expectativas que ofrecía la presentación. Manifestó a la sala, repleta como se puede ver en las fotografías, que se habían localizado casi 300 campos de concentración franquistas (y todavía quedan algunos por localizar, por ejemplo, habló de uno en La Unión que aún no había sido encontrado) y que habían pasado por ellos entre 700.000 y un millón de prisioneros (imposible de dar una cantidad aproximada) de los cuales hubo 10.000 víctimas directas e incontables  indirectas (personas que mandaban a sus casas justo antes de morir, enfermedades y calamidades como consecuencia de las estancias en esos campos, etc.).
Era imposible hacer un recorrido por todos los campos del territorio nacional, por eso  enunció los más duros, entre los que se encontraba el de Albatera (a 85 kilómetros de Cartagena, en la Vega Baja del Segura) o el campo de los Almendros, muy cerca de la ciudad de Alicante, como símbolo del hambre. En Cartagena nos habló del campo concentracionario  compuesto por tres fortalezas: La Atalaya, San Julián y Fajardo que operaron como tal desde abril a noviembre de 1939 y después pasaron a ser recintos penitenciarios.
El interés del libro lo reflejan las siguientes frases sacadas del mismo:
"España sigue siendo un país al que le han robado la Memoria y le han falseado su Historia. Es una  nación en la que, de alguna manera, todos estamos enfermos. Enfermos de una amnesia perfectamente programada que nos ha provocado numerosos efectos secundarios".
"Quienes crecimos en democracia o nacieron en ella también somos víctimas. Víctimas de un engaño masivo, de una educación adulterada, de un Gran Hermano que nos negó la verdad y nos empujó a poner en el mismo nivel a los asesinos y a los asesinados, a los carceleros y a los presos políticos, a la División Azul y a los Aliados, a los totalitarios y a los demócratas".
"Los distintos poderes de la Transición nos quisieron convencer de que no había que mirar al pasado. A cambio de la impunidad jurídica e histórica para los verdugos y para el olvido  y la humillación para sus víctimas, nos devolvían algo que ya era nuestro y que, simplemente, nos habían robado muchos años atrás: nuestra libertad".
"La dictadura franquista, con la complicidad de la posterior monarquía constitucional, lleva ochenta años intentando escapar del juicio histórico que tiene pendiente. Y lo está consiguiendo".
"Este libro quiere ser una prueba más de que, por mucho que lo han intentado, nunca conseguirán robarnos La Memoria, La Verdad y, en definitiva, La Historia".

Damos las gracias a Carlos por devolvernos una parte importante de esa historia que nos han querido esconder, que siguen queriéndonos esconder, porque rememorando estos hechos silenciados durante el franquismo y olvidados durante la transición y gran parte de nuestra enferma democracia, no se abren aquéllas heridas que aún no se han podido cerrar y tampoco se puede pasar página de un libro que ni siquiera ha podido abrirse. Se está dando, sin embargo, justicia y dignidad a la víctimas del franquismo que durante más de ochenta años la siguen esperando.

sábado, 28 de marzo de 2020

Representación de la obra de teatro "Memoria" en el Luzzy




El pasado 28 de febrero la Asociación de Memoria Histórica de Cartagena en colaboración con la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Cartagena, a través del programa cultural Cartagena Piensa, ofreció a la ciudadanía de Cartagena la obra de teatro "Memoria". 


Un momento de la actuación.

 La obra aterrizó en nuestra ciudad de la mano de tres jóvenes de Madrid y de Segovia. Interpretada magistralmente por Virginia Rodero, acompañada  musicalmente, de manera excepcional, por Ángela Sanjuán y en la producción, ordenando el escenario y dirigiendo la luminación con gran profesionalidad, Rosel Murillo. El acto fue representado en el Salón de actos del Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy.


Las tres protagonistas: en primer plano Ángela, 
a su lado Virginia y en el último plano Rosel.

Con actuaciones como ésta, por mujeres que apenas llegan a los 30 años, podemos decir con gran alegría, que la Memoria así no puede perderse. El ímpetu, las ganas, la frescura, la excelente puesta en escena, la sensibilidad, la musicalidad, la facilidad en  sintetizar lo que aconteció en esa etapa de nuestra historia,  hicieron las delicias del público que, entusiasmado por la obra y la actuación aplaudió con satisfacción, deseoso de abrazar, al finalizar la obra, y fotografiarse con las protagonistas.


Público aplaudiendo.


Como decía  el cartel anunciador "Nos encontramos en el interior de una cárcel franquista. Una presa, una maestra, compartió con nosotros sus recuerdos, ilusiones y vivencias desde la fría soledad de su celda. Un emocionante viaje desde la escuela rural republicana hasta la vida en prisión. Un homenaje a aquellas mujeres anónimas que lucharon por nuestros derechos y libertades. Una historia creada a partir de pedazos de historias como un acto de justicia y reconocimiento". Por el hecho de recaer la acción sobre una maestra republicana, lo que denuncia fundamentalmente la obra es la represión sobre  tres vertientes básicas que el franquismo consideraba necesario eliminar para implantar su régimen de terror y sumisión: en primer lugar, la mujer (la mujer libre, que piensa, protagonista y responsable de sus actos), después sobre la cultura (el magisterio, donde el franquismo puso especial énfasis en fustigar todo atisbo de enseñanza libre y crítica) y, por último, sobre las ideas (los valores republicanos de libertad, democracia y justicia social).




Virginia Rodero.


Nuestra Memoria Republicana fue silenciada durante el franquismo, olvidada durante la transición y gran parte de la democracia por miedo al ruido de sables, y cuando éstos dejaron de oírse se nos dice que no removamos. En definitiva, que se pierda esa parte de nuestra historia, que se pierda esa memoria, que se convierta en una Memoria perdida . Gracias Virginia, Ángela y Rosel por devolvernos el recuerdo y posibilitar que NUESTRA MEMORIA DEMOCRÁTICA MÁS RECIENTE NO SE PIERDA, porque un pueblo sin memoria, sin conocimiento de su historia, está condenado a ser manipulado.


Virginia y Ángela con la presidenta
 y el secretario de la Asociación.


Para mayor conocimiento de la obra podéis visualizar el siguiente vídeo: