Torrecilla está situada en la
ladera de una colina, a casi 800 metros de altitud, y pertenecía al
partido judicial de Medina del Campo.
En el año 1936, el pueblo tenía unos 2.500 vecinos, perdiendo población
de forma continua hasta la fecha de hoy, en que se contabilizan 301
habitantes.
Sin embargo, en su momento todo hacía pensar que el pueblo, enclavado en
plena tierra del vino, estratégicamente situado entre las provincias de
Salamanca y Zamora con las que mantenía comunicaciones fluidas,
desarrollaría sus potencialidades hacia un futuro próspero.
En efecto, esta situación geográfica convertía a Torrecilla en un
lugar ideal para el intercambio tanto de mercancías como de información e
ideas. Así, el paso continuo de mozos de mulas procedentes de otros
lugares propició la aparición de las primeras organizaciones políticas y
sindicales, tal como nos cuentan los testimonios de la época, que
afirman que los primeros periódicos de tendencias izquierdistas llegaron
al pueblo precisamente de manos de estos mozos de mulas.
La Memoria del II Congreso de la Federación Nacional de Trabajadores
de la Tierra afecto a UGT, celebrado en junio de 1932, recoge la
participación de la Sección Local de Torrecilla de la Orden. En esta
localidad se había seguido una huelga de 40 días de duración, que se
resolvió de forma favorable a los huelguistas, consiguiendo mejoras en
las condiciones económicas y laborales.
Por otra parte, se comprueba un alto nivel de conciencia política y
organizativa de los trabajadores, agrupados en la Casa del Pueblo de la
localidad, siendo la adscripción mayoritaria a la UGT y al Partido
Socialista. Existía también un núcleo comunista, ligado al radio de
Alaejos. No tenemos conocimiento de la existencia de grupos anarquistas,
aunque Miguel Iñiguez, en su magnífica obra
Esbozo de una enciclopedia histórica del anarquismo español, recoge a Ovidio Monsalvo Sánchez como afiliado a CNT.
Durante la Dictadura de Primo de Rivera, en pleno apogeo del
conflicto marroquí, fueron muchos los jóvenes que decidieron partir para
el exilio ante las altísimas probabilidades de morir en tierras
africanas en el transcurso de una guerra ajena a ellos y repleta de
episodios de corrupción militar. Cuando se instaurò la República, muchos
de ellos regresaron al pueblo ilusionados con el enorme cambio que el
país iniciaba. Pero además regresaban formados y concienciados,
conociendo otras formas más dignas de vivir y de trabajar, y con la
conciencia de ser ciudadanos con derechos. Muchos de los que serían
asesinados durante el golpe habían regresado en 1931 de Francia.
También se detecta, como en otras localidades, un movimiento de la
derecha local hacia posiciones fascistas, representadas por Falange
Española, formada por un grupo de jóvenes de ambos sexos, activos y
conectados con los grupos de Alaejos. Este grupo va a protagonizar
bastantes actos de violencia, y estaban armados y entrenados. Según los
testimonios recogidos, el fundador de la Falange en el pueblo fue
Francisco Plaza, militar profesional. Esta persona se vio desbordada por
los actos cometidos en su pueblo tras la sublevación, como demuestra su
oposición a varios crímenes, las recriminaciones públicas ante alguno
de esos actos, o la mediación decisiva para evitar otros, como ocurrió
cuando sus camaradas sacaban en un camión a varias mujeres, tras
apalearlas, vejarlas y administrarlas ricino y Plaza impidió su
asesinato.
El día 4 de diciembre de 1932 se inauguró la Casa del Pueblo,
comprada y edificada por los socios. Según recogía la prensa de la
época, el edificio había costado 4.000 pesetas, y durante el mismo año
1932 se celebraron en ella veinticuatro actos culturales, cuatro
políticos y diez sindicales. Las representaciones teatrales y las
actuaciones del Coro fueron las actividades más frecuentes. La obra
“Tierras Bajas” se representó en varias ocasiones, siendo todos los
actores afiliados de la Casa del Pueblo.
Tras el golpe militar, el edificio fue ocupado por los grupos
derechistas. El local, situado en la calle que luego se llamó Onésimo
Redondo nº 39, fue incautado en forma legal el 3 de julio de 1937 y
ocupado por la Delegación Sindical y Cuartel de Flechas. En 1956 fue
vendido a Víctor Capellán por 4.500 pesetas.
En este contexto se comprueban, mediante fuentes orales y
documentales, otros episodios de violencia de raíz política, como los
que siguen:
ASESINATO DE FRANCISCO MARTÍN RODRÍGUEZ “PACOMIO”, alcalde de la
Dictadura de Primo de Rivera. La muerte se inscribe el 18 de marzo de
1932 y en el Acta de Defunción consta que se produjo el 16 de marzo de
1932 a las 24 horas y 45 minutos, en el nº 4 de la calle Rodríguez
Escudero, como consecuencia de herida de arma de fuego. El autor fue un
vecino de ideología comunista, enfrentado con el ex alcalde por motivos
políticos. Este alcalde, apoyado por una facción derechista, se negó a
admitir los resultados electorales que daban la victoria a la República,
no reconociendo al nuevo Consistorio. En los salones del Casino se
organizó un Consistorio paralelo con el único fin de estorbar a la nueva
Corporación, cuyo alcalde, Celestino Velazquez, intentó ejercer su
mandato evitando la provocación.
El cabo de serenos, Segundo Monsalvo, no pudo resistir el acoso a que se
veía sometido por el antiguo alcalde, quien le amenazaba diciendo que
lo había destituido de su cargo, ya que las elecciones no eran válidas y
él era el alcalde auténtico.
En la noche del 15 de marzo tuvo lugar un enfrentamiento entre ambos
hombres en el Casino, en los salones privados, donde Segundo había sido
citado. Acudió junto con su hijo Melchor, quien en el transcurso de la
disputa sacó un revólver y disparó hiriendo de muerte a Pacomio y
alcanzando también a otro de los presentes en una pierna; se trataba de
Mariano Martín, sobrino de Pacomio.
Pacomio falleció esa misma noche. A la mañana siguiente, el pueblo fue
tomado por fuerzas del orden provenientes de Medina del Campo en
evitación de más disturbios.
Hubo juicio y Melchor Monsalvo fue condenado por el asesinato y
encarcelado en el Penal de Santoña, donde se encontraba el 18 de julio
de 1936; amnistiado, pudo huir y exiliarse en Francia, aunque su padre y
uno de sus hermanos fueron paseados.
BODA DE CELESTINO VELÁZQUEZ, primer alcalde de la República: alguien
lanzó sobre la comitiva octavillas de contenido injurioso y fascista. Se
trataba de una boda civil. La agresión partió de la casa nº 8 de la
calle después llamada José Antonio. Tras el paso del cortejo, los amigos
de los novios mantuvieron un enfrentamiento con los autores del hecho
(cuatro hermanos falangistas), desarmando a uno de ellos, que fue
detenido por la Guardia Civil. Celestino Velázquez fue asesinado junto
con sus tres hermanos por los sublevados.
HUELGA GENERAL DE 1934: en Torrecilla se preparó la huelga desde la
Casa del Pueblo, inaugurada en el año 1932, como se ha dicho; la Guardia
Civil, durante un registro se incautó de cinco botellas explosivas
(cócteles Molotov); se produjeron muchas detenciones (entre ellas, la
del alcalde y el teniente de alcalde), y se clausuró el local. A
continuación se fundó la organización Socorro Rojo con el fin de
auxiliar a los presos, costear su defensa y ayudar materialmente a sus
familias.
ENFRENTAMIENTOS: a raíz del triunfo del Frente Popular en las
elecciones de 1936, el ambiente del pueblo se crispó muchísimo más. El
día del Corpus no hubo procesiones, con las consiguientes protestas y
enfados; el 1º de mayo se produjeron enfrentamientos entre los vecinos;
el día 3 de mayo acudieron socialistas de Valladolid a dar un mítin.
Hubo pelea y un vecino falangista, Lucio “Morcilla”, resultó con heridas
por arma de fuego. Fue necesaria la intervención de la Guardia de
Asalto procedente de Valladolid.
En esta situación se produce el golpe de estado del 18 de julio de
1936, no siendo tomado el pueblo por los facciosos hasta el lunes 20 por
la tarde a causa de la resistencia opuesta por los republicanos, que
finalmente abandonaron el pueblo dispersándose por los campos.
La represión fue extremadamente cruel, con vecinos paseados, ejecutados
previo juicio, heridos, huidos, destrozos y robos sobre los bienes de
los represaliados, etc.
Los asesinatos de estos vecinos se produjeron en descampado, por lo
que no es fácil datarlos exactamente. Además, los cuerpos fueron
enterrados en bastantes casos por las personas que integraban el grupo
de asesinos, lo que dificulta la localización de las fosas.
EL LEVANTAMIENTO DEL 18 DE JULIO DE 1936
Los rumores de sublevación llegaron el mismo sábado 18 a los vecinos
de Torrecilla, que se reunieron en la Casa del Pueblo para organizar la
resistencia. En el pueblo no había puesto de la Guardia Civil, siendo el
más próximo el de Fresno el Viejo, población situada a 7 kilómetros;
los guardias de ese puesto se adhirieron de inmediato al golpe y se
apresuraron a organizar a los derechistas de toda la zona; de hecho,
ellos fueron los que dirigieron la operación de entrada en Torrecilla de
la Orden.
Los vecinos de Torrecilla pensaron impedir la entrada de atacantes
por la carretera de Fresno mediante la colocación de unas barricadas que
no tuvieron efecto. Además colocaron una cuerda en el Teso del Fresno
para impedir el paso de vehículos. Durante el sábado 18 y el domingo 19,
nadie entró en el pueblo; pero durante la mañana del lunes 20 de
julio, un falangista de la localidad perteneciente a la familia conocida
como “los Ricardillos”, que ya había estado involucrado en varios
incidentes, y que sin embargo se hallaba en libertad, saltó con su
caballo sobre la barricada y se dirigió a Nava del Rey, donde pidió
ayuda para tomar el pueblo.
De inmediato un grupo de mujeres bajó de los castillos y se dirigió a
casa de Jesús Olea, que era guarda, para pedirle sus armas. La hija del
guarda se las entregó. Las mujeres eran: María Sánchez y su hija Fortuna
Monsalvo; Perpetua “La Chova”; Elena Hernández, Alejandra, y alguna
otra.
Hacia las cuatro de esa misma tarde, varios grupos de civiles y
guardias fuertemente armados entraron por varios puntos al pueblo en
medio de un gran tiroteo. En ese momento, los falangistas del pueblo
disparan a la gente que huye y que se intenta resguardar.
Los atacantes llegaban entre los trigos crecidos y entraron por la
carretera de Fresno, por la calle Alta y por otros puntos. Los atacantes
sabían de la existencia de la cuerda en el camino, por lo que se
apearon y entraron a la carrera mientras disparaban.
Pasadas las cinco de la tarde los republicanos dieron el pueblo por
perdido y huyeron en distintas direcciones; unos, hacia La Guareña,
otros hacia los pinares o hacia localidades donde sus conocidos pudieran
resguardarles. Ovidio Monsalvo dijo que pensaba que los iban a matar, y
que era mejor salir de la zona. No le hicieron caso. Nadie pensaba en
aquellos momentos que la situación derivaría en las matanzas que se iban
a producir, creyendo que las cosas serían como en 1934, saldándose el
levantamiento con detenciones y malos tratos, por lo que optaron por
apartarse hasta que las cosas volviesen a la normalidad.
En las calles, los vecinos intentaban resguardarse del tiroteo de los
atacantes, que estaban ya cerca del pueblo. Testimonio de Remedios
Sánchez Paniagua, de 16 años:
escuchó un grito: “¡allá van!” y echó a
correr hacia la casa de su hermana. Enseguida se encontró con las
mellizas, que también huían del tiroteo.
Se formó un grupo de chicas que escapaban por la Costanilla: Venancia,
Lila, la prima de Martinita, una chica de Alaejos y Remedios.
Al pasar frente a la casa de los Ricardillos vio a uno de ellos en la
puerta, muy nervioso, gritando; y de repente apareció su hermano con un
fusil en la mano, las apuntó y disparó. El tiro la alcanzó a ella en la
parte superior de la pierna, y cayó al suelo. Pedro Carrasco “Rastrola”
la recogió del suelo, metiéndola en casa de Florencio Vaquero; al ver la
importancia de la herida la llevaron a casa del médico, que le hizo la
primera cura después de casi tres horas. Había perdido mucha sangre y
casi se quedó allí.
En la noche del mismo día 20, según consta en las Actas Municipales,
“el
jefe de las fuerzas, Angel Aparicio Santos se hace cargo del
Ayuntamiento en nombre del Capitán General de la 7ª Región, nombrando
alcalde a Severino Nieto Velázquez”.
Se iniciaba de esta manera un asalto en toda regla que se saldaría
con decenas de asesinados, detenidos y maltratados, todos ellos
republicanos de izquierdas, militantes, afiliados o socios de
organizaciones completamente legales. No hubo un sólo fallecido en las
filas de los sublevados, que actuaron sobre población civil desarmada.
Las intenciones de estos sublevados eran muy claras, y cuando tomaron el
pueblo tenían ya asumida la consigna de eliminar a todos los que
pudieran, asesinando con saña incomprensible a los convecinos de
diferentes ideas.
Los daños materiales y morales producidos han quedado impunes; la
población sometida, en estado de shock, fue abandonando la zona en
cuanto pudieron, en busca de lugares donde poder recuperar una vida
normal.
La ruina sobrevenida a causa de la represión y de la guerra que ocasionó
la rebelión franquista, acabó con las esperanzas de futuro de tres
generaciones, cercenando a la vez sus vidas y el desarrollo de
Torrecilla de la Orden.
ASESINATOS 20 DE JULIO DE 1936
Los asesinatos comenzaron a producirse el mismo día en que los
alzados tomaron el pueblo.
Los vecinos que resistían estaban en las tierras para interceptar a los
sublevados. Pero cuando llegan disparando en abundancia, desde dentro
del pueblo disparan también los falangistas. Cogidos entre dos fuegos,
las víctimas intentan escapar.
Los agresores persiguen a los vecinos, alcanzando y matando a:

Justo García Monsalvo “Jauja”, 23 años

Mateo Barajas Sánchez, 23 años
Estas dos personas fueron semienterradas en la Cuesta de la Perdiz,
siendo después sus cadáveres pisoteados por los caballos de los
asesinos.
SACA FINALES DE JULIO-PRINCIPIOS DE AGOSTO
Sacan a los cuatro hermanos Velázquez Corrales “Goyumas”; el mayor de
ellos, Celestino, era el alcalde electo desde 1931, además de
Presidente de la Casa del Pueblo. Había estado en Francia durante la
Dictadura; estaba casado y ya había sido detenido por los sucesos de
1934. Se trataba de un hombre de 29 años, tranquilo y de muy buen
carácter, formado y gran trabajador. Estaba volcado en el progreso del
pueblo, en el que siempre confió. Los demás hermanos se llamaban:
Jacinto (instructor de Pioneros), Santiago y Mariano. Hay testigos que
los ven sobre un remolque cuando los llevaban hacia Tordesillas dándoles
golpes. Los llevaron a la orilla del Duero en las cercanías de
Tordesillas y los tirotearon, arrojándolos al río. La buena forma de
Jacinto hizo que sobreviviera y salió a tierra a la altura de Nava del
Rey, refugiándose en un chozo. Estaba herido. Un afilador llamado José
lo vio y lo tapó con su manta. Jacinto le pidió que fuese de inmediato a
Torrecilla a contar lo ocurrido y pedir ayuda, lo que indica que no se
daba cuenta de la situación. Un poco más tarde fue localizado y rematado
en el mismo chozo. La madre de estos cuatro hermanos era viuda. Le
quedó su hijo menor, de 13 años. Este exterminio abrió los ojos al
párroco, hasta entonces simpatizante de los golpistas. Los detalles del
múltiple asesinato y la situación de la madre sacaron de su ser al cura,
quien tuvo la ocurrencia de ofrecerle la recaudación de la colecta de
la misa a la madre del alcalde, quien la rechazó en medio de grandes
reproches. Este hecho, sumamente comentado en el pueblo, precedió a la
marcha del cura, quien fue sustituido por don Servando, quien tuvo mucha
mejor sintonía con los asesinos.
En estas mismas fechas fue asesinado Segundo Monsalvo Cabello, de 55
años. Había desempeñado el cargo de cabo de serenos durante muchos años y
era uno de los más fieles defensores de la República. Esto le supuso
disgustos y enfrentamientos que destrozaron a su familia y acabaron con
su vida. Ya en 1934 había estado detenido a causa de la Huelga de
Octubre, y cumplió condena en la prisión de Valladolid.
Estaba casado con María Sánchez; tenía varios hijos: Melchor, condenado
por el asesinato del alcalde Pacomio en 1932, cumplió condena en Santoña
hasta que fue indultado y se incorporó al Ejército Republicano. Murió
en el exilio. Ovidio logró salir de Torrecilla en julio de 1936; llegó a
Madrid y fue combatiente en el Ejército Republicano hasta el final de
la guerra, tras la que se exilió a Francia. Fortunata, conocida como
Fortuna, de apenas 20 años, fue purgada con aceite de ricino por los
fascistas; vejada y agredida, estuvo al filo de la muerte; junto con su
madre y otras mujeres del pueblo, iban a bordo de una camioneta para ser
asesinadas, pero las salvó el militar Paco Plaza, que obligó a los
asesinos a liberarlas. Su hermano Julio Monsalvo no tuvo tanta suerte y
fue asesinado.
JULIO MONSALVO SÁNCHEZ: Tenía 32 años, estaba casado y tenía dos
niños de 3 años y de 1 mes. Julio había vivido en Francia; viajaba a
Madrid a menudo y poseía una biblioteca. Fue detenido y conducido a
Medina del Campo por gente uniformada. A la familia llegaron
informaciones según las cuales fue arrojado a un pozo en un lugar de
Medina del Campo. Este asesinato tuvo lugar en los tres primeros días de
agosto.