Varios expertos califican de
“insulto” y “vergüenza” que la ideología franquista manche una obra de
la Real Academia de la Historia que ha costado 6,4 millones de euros al
erario público
El dictador Francisco Franco, en un discurso en el Alcázar de Toledo el 1 de mayo de 1939. getty
J. M. MARCOS / P. CORROTO / B. GARCÍA JAÉN MADRID 30/05/2011
Hasta ahora se conocía a Manuel Vázquez
Montalbán como un novelista sobresaliente y comprometido, pero no se
tenían noticias de su su condición de visionario. En 1992, el autor
catalán prologó un libro de Juana Doña donde decía lo siguiente: “Por la
banalización de la dictadura, aparecerá un diccionario en el que se
podrá leer la voz Franco. Franco Bahamonde (El Ferrol
1892-Madrid, 1975). Militar y estadista español. Tuvo un comportamiento
heroico durante la guerra de África y dirigió el alzamiento nacional
contra una República que había defraudado a los republicanos. Tras la
victoria franquista de 1939, gobernó con dureza y, bajo su reinado, se
produjo un cambio cualitativo de la sociedad española que la llevó a
incorporarse a la modernidad”.
Dos décadas después, la profecía de Vázquez Montalbán se ha cumplido con la publicación del Diccionario Biográfico Español, una monumental obra de la Real Academia de la Historia (RAH) que, como adelantó Público este fin de semana, incluye una hagiografía de Franco y desvirtúa los acontecimientos que provocaron la Guerra Civil.
La empresa no es gratuita: ha costado 6,4 millones de euros financiados
por fondos públicos del Ministerio de Educación, que encabeza Ángel
Gabilondo.
Varios historiadores han dado la voz de
alarma ante esta relectura preconstitucional del siglo XX español, que
ensalza la valentía del caudillo y oculta la represión de su régimen, al
que pone el adjetivo de “autoritario, pero no totalitario”. “Es una
vergüenza y un insulto declara a Público Andreu Mayayo,
catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona,
una ofensa total en lo que pone y en lo que no pone. En ningún momento
se habla de la autarquía, que hizo recular a este país 20 años atrás en
la Historia, ni de la represión física del régimen, porque Franco fue un
carnicero con la Legión. Por no hablar de otorgarle la calidad de genio
militar, lo que es un insulto para los militares profesionales de este
país, o de pasar por alto el genocidio cultural contra Catalunya,
suprimiendo la Generalitat y prohibiendo el catalán”.
La entrada del caudillo la escribe Luis
Suárez (Gijón, 1925), un historiador vinculado a la Fundación Francisco
Franco que tuvo acceso privilegiado a los archivos del dictador. “Suárez
pertenece a la línea historiográfica antigua, totalmente acorde con el
franquismo”, apunta Julián Casanova, catedrático de Historia
Contemporánea de la Universidad de Zaragoza. “Es la visión canónica del
franquismo sobre Franco”, añade Francisco Espinosa, de la Universidad de
Sevilla. “Me parece un despropósito que esto se haga ahora, aunque se
fraguara en la época en la que Aznar era presidente del Gobierno. Es una
obra inútil, un canto a la visión de la Historia de España de la
derecha”, aclara.
La mano del PP
Fue José María Aznar, en el año 1998,
quién impulsó el diccionario tras una visita a la Academia dirigida por
Gonzalo Anes, que el pasado jueves presentó la obra junto a los reyes y
la ministra Ángeles González-Sinde. Sin embargo, hay quien retrasa su
origen un poco más, en concreto a 1996, cuando el Partido Popular gana
las elecciones y Esperanza Aguirre es nombrada ministra de Educación y
Cultura. Según Andreu Mayayo, ”cuando Aguirre llega al poder, dice que
se está manipulando la Historia y anima a la Real Academia a poner
orden. La voz de mando la da ella. De ahí surge la idea de este
diccionario y la de realizar una investigación sobre los libros de
Historia que se estudiaban en las escuelas, porque la Real Academia
decía que tergiversaban la Historia”. Mayayo participó en un estudio de
la Fundación Bofill que, en el año 2000, concluyó que no había tal
tergiversación en los libros de texto.
Tanto Aznar como Aguirre reciben loas
explícitas en sus respectivas entradas del diccionario, escritas por
Manuel Jesús González, que fue secretario de Universidades durante el
gobierno de los populares. En el caso del expresidente, la biografía
dice que mantuvo reservas ante la tregua de ETA en 1998 (ocultando que
acercó a 135 presos) y achaca la derrota de 2004 al”aprovechamiento,
desde la oposición socialista, del hundimiento del petrolero Prestige“.
El panegírico sobre Franco incluye datos
que los historiadores se han apresurado a desmentir. En el texto,
Suárez relata que la “Ley de Principios del Movimiento” dibujó “el nuevo
orden constitucional: 12 axiomas entre los que figuraban la
confesionalidad católica y la unidad indisoluble de España, que serían
base inalterable para la nueva Constitución”. “¿Pero qué Constitución?”,
exclama Mirta Núñez, profesora de Historia de la Comunicación en la
Complutense, ”no hubo ninguna Constitución. Eso es un error, claramente.
Hay que desvestir el afán que tuvo el Franquismo desde 1936 de tener
una juricidad de la que carecía en absoluto”.
Javier Chinchón, profesor de Derecho de
la Complutense, también denuncia “que se presente la Ley Orgánica del
Estado de 1967 como una Constitución’, un texto, como es sabido, cuya
finalidad literal era culminar la institucionalización del Estado
nacional’ con el Jefe del Estado como personificación de la soberanía
nacional”.