Vencidos, cansados y sin nada en sus manos. Cientos de
miles de republicanos abandonaron España entre 1936 y 1939 tratando de
escapar de la represión del ejército y la dictadura franquista. Casi
500.000 lo hicieron a pie atravesando los Pirineos en febrero de 1939
para llegar a Francia. Otros huyeron en
barcos fletados por la República o
en pequeñas embarcaciones con destino al norte de África, a la propia
Unión Soviética o a alguna República iberoamericana. Habían perdido la
Guerra Civil y también su libertad. En España ya no había sitio para
ellos.
"La RAE eliminó en 1950 la palabra exilio. No existía el
exilio y no existían los exiliados en la política de la dictadura",
explica a
Público la experta enEstudios Hispánicos de la Universidad William & Mary en
Virginia (Estados Unidos) Francie Cate-Arries. El falangista José
Esteban Vilaró explicó a la perfección cuáles eran las intenciones del
régimen de Franco respecto a los exiliados: "Los rojos republicanos
vivirán solamente en la infamia. Después, desaparecerán para siempre".
Cuenta
Virgilio Botella, exiliado español en México, que Eduardo Santos,
expresidente de Colombia, le dijo que el exilio de 1939 era el más
trágico de la historia de España. "Su exilio es el destierro de todo un
pueblo, desde el analfabeto hasta los hombres de mayor ciencia y
cultura, desde el pobre de solemnidad hasta banqueros y ricos notorios,
desde el simple ciudadano hasta el jefe de Estado, pasando por
militares, nobles y sacerdotes", afirmó Santos.
El destierro del pueblo republicano ha sido documentado y analizado por la catedrática Alicia Alted en la obra
La voz de los vencidos (Aguilar).
La historiadora da buena cuenta en su obra del destino de los exiliados
señalando que "se puede rastrear la presencia" de españoles
republicanos en países tan alejados geográficamente como China,
Indonesia, Indochina o Australia. "El grueso se asentó en México y
Francia, en menor medida en la Unión Soviética y Argelia", señala Alted,
que afirma la República Dominicana también acogió a cerca de 4.000
refugiados.
Durante la Guerra Civil también fueron evacuados
alrededor de 33.000 niños, calcula Alted. El país que acogió un mayor
número de menores fue Francia, cerca de 20.000. A Inglaterra fueron unos
4.000 niños. Bélgica recibió en torno a 5.000. A la URSS llegaron 2.900
en cuatro expediciones. México albergó 463; Suiza, a unos 430, y
Dinamarca, un pequeño grupo de 100.
Campos de concentración en Francia
En
febrero de 1939 casi 500.000 personas atravesaron la frontera francesa a
través del Departamento de Pirineos Orientales. "Muchos eran mujeres,
niños, ancianos, inválidos... sin responsabilidades políticas, ni
militares, que se habían visto impelidos a marchar empujados por le
miedo físico o psicológico de los últimos momentos de una guerra
perdida", describe Alted.
Los republicanos, sin embargo, no fueron
acogidos en Francia como esperaban en un país que consideraba 'el
derecho de asilo' como seña de identidad. Una vez atravesada la
frontera, describe la catedrática, los exiliados eran agrupados en
campos de
triage, donde se procedía a su distribución. Los
niños, mujeres, ancianos y enfermos eran conducidos en trenes hacia
localidades del centro o el oeste de Francia. A los hombres civiles y a
los antiguos combatientes del ejército republicano se los llevaba a los
campos de concentración o internamiento donde, además, hubo mujeres y
niños.
A mediados de febrero estaban internados 257.000 españoles; de ellos,
180.000 en los campos de Argelès y Saint-Cyprien,
65.000 en los campos del Vallespir y 30.000 en los de la Cerdaña. Alted
recoge el testimonio de Juan Martínez, quien estuvo en los campos de
Argelès y Saint-Cyprien: "Cuando llegué al dichoso campo quedé como
atontado de asombro, aquello era un hormiguero de hombres detrás de las
alambradas tirados en la arena y muchos guardias, moros y negros
senegaleses con el dedo en la ametralladora en posición frente al campo.
Increíble pero verdad".
Además, 55.000 españoles estuvieron
adscritos además a las Compañías de Trabajadores Extranjeros, unidades
militarizadas mandadas por oficiales del ejército francés. En torno a
12.000 fueron enviados a la línea Maginot y al "Primer Frente", y unos
30.000 a la zona comprendida entre la línea Maginot y el río Loire. Los
integrantes de estas Compañías trabajaban en obras públicas,
construcción o reparación de instalaciones militares, la industria
bélica... Por último, otros 6.000 españoles se enrolaron en los
Batallones de Marcha de Voluntarios Extranjeros.
Republicanos en los campos nazis
La
catedrática Alted calcula que fueron a Alemania de manera forzada unos
40.000 republicanos españoles. Aunque no todos corrieron la misma
suerte, hubo muchos de ellos que terminaron en campos de concentración
nazis. En el complejo de Mauthasen, que incluía otros campos como Gusen,
fueron internados algo más de 7.000 republicanos de los que morirían
5.000. En otros campos como Buchenwald, Bergen-Belsen, Dachau,
Auschwitz, Ravensbrück, Flossenburg, Nevengamme u Oranienburg,
estuvieron internados unos 1.000.
En este último, el de
Oranienburg, un campo situado cerca de Berlín y destinado a albergar a
personajes de algún relieve político o intelectual de los países
ocupados, estuvieron algo menos de un centenar de españoles, entre
ellos, el que fuera presidente del Gobierno de la República durante la
Guerra, Francisco Largo Caballero.
La periodista
Montserrat Llor recogió en Vivos en el averno nazi
las experiencias de decenas de españoles que sobrevivieron a los campos
de concentración nazis. Uno de ellos es Marcelino Bilbao, fallecido
recientemente, que vivió en primera persona los experimentos científicos
nazis.
"Terrible, allí ya estaba. Había llegado al campo un
terror de doctor. Entra en una barraca, coge la maleta y se sienta.
Prepara las inyecciones. Allí llegabas tú, para que te inyectara, como
castigo o como experimento a ver cuánto tiempo resistías. Y aquel
hombre, allí sentado, sin mirar a nadie, pinchaba. A algunos les daban
convulsiones; a otros se los llevaban a rastras. Ese día no fui yo, pero
sí algunos de mis compañeros de barraca. Los que vivían estaban rotos
en la cama, no podían moverse. Luego me tocó a mí, seis sábados
consecutivos me inyectaron [benceno] al lado del corazón. Nos cogieron a
30, sólo 7 logramos sobrevivir a los pinchazos", relató Bilbao a Llor
en su domicilio de Châtellerault (Francia).
México. El exilio intelectual
Entre 1939 y 1950 fueron a México entre
20.000 y 24.000 españoles, en
función de las fuentes. Los primeros fueron un grupo de 464 niños que
desembarcaron en Veracruz el 7 de junio de 1939, la mayoría de clase
obrera y en menor medida de una burguesía baja. La mayoría provenían de
Barcelona y Madrid. "La mayoría de los refugiados que llegaron a México
eran casados e iban en compañía de sus familias y provenían del sector
terciario", explica Alted.
Durante los meses de febrero a mayo de
1939 estuvieron yendo a México una serie de responsabilidades que habían
tenido un papel relevante en la Guerra, como Indalecio Prieto, Juan
Prieto o el general Miaja. En junio y julio llegaron a México varias
expediciones formadas por los barcos
Sinaia,
Mexique e
Ipanema.
Claudi Esteva Fabregat, que iba en el
Sinaia,
recuerda: "Cuando llegamos, para nosotros fue un día de felicidad
suprema. Me acuerdo que había una gran cantidad de jarochos [nombre con
el que se conocía a los naturales de Veracruz] esperándonos en el
puerto, que había unas autoridades, pero especialmente para nosotros fue
importante el recibimiento sindical, fue un recibimiento popular (...) Y
nosotros no sabíamos prácticamente nada de México".
Chile. El último poema de Neruda
Entre
abril y julio de 1939, Neruda estuvo trabajando en el exilio de
españoles a Chile. A instancias de Neruda, el Gobierno de la República
contrató el
Winnipeg para el traslado de unos 2.365 exiliados.
La mañana del 4 de agosto de 1939 partió el barco y todo el pasaje
portaba en su mano un folleto que les había entregado Neruda:
"Chileos acoge". Llegaron a Valparaíso la noche del 3 de septiembre.
El
desembarco se inició en la mañana del día 4 y, como recuerda Ovidio
Oltra, "los muelles (...) se encontraban repletos de multitud
expectante, amiga, formada por antiguos emigrantes españoles, algunos
refugiados que acababan de llegar y muchos chilenos (...), hombres y
mujeres de toda condición, autoridades municipales, nacionales, miembros
del Senado y de la Cámara de los Diputados (...) Valparaíso nos recibió
de manera entusiasta y en un día de primavera, lo que casi siempre es
un augurio al llegar a un nuevo país.
Entre el pasaje se
encontraba Isidro Martín, viudo de 41 años,. Atrás dejaba una vida
entera dedicada a los zapatos y a sus tres hijos que quedaban en
Portillo (Toledo). "Mi padre marchó con la pena de que sus hijos
pudieran acusarlo de abandonarlos. Desde que llegó no hizo otra cosa que
trabajar para traer a sus hijos", recuerda Matilde Martín, hija del
nuevo matrimonio que Isidro mantendría en Chile, en conversación
telefónica con
Público.
URSS. Los niños de la guerra
El
exilio en la URSS, describe Alted, presenta básicamente cuatro
características que lo singularizan frente al exilio republicano en
otros países de Europa y América. El rasgo más diferenciador es que el
colectivo de españoles numéricamente más importante que se encontraba en
ese país al finalizar la Guerra Civil era el de los casi
3.000 niños que fueron evacuados en varias expediciones entre 1937 y 1938. Junto
a ellos había otros colectivos que también fueron durante la Guerra: el
de los maestros y el personal auxiliar que había acompañado a los
niños; el de los alumnos pilotos que iban a estudiar a las escuelas
soviéticas de aviación; y el de los tripulantes de los barcos españoles
que se encontraban en ese país o navegando hacia él cuando terminó la
contienda.
La primera expedición oficial de niños partió de
Valencia rumbo a Yalta el 17 de marzo de 1937. Había 72 niños, la
mayoría de Madrid. La segunda expedición se empezó a organizar en mayo
de 1937 ante la implacable ofensiva de las fuerzas de Franco en Vizcaya.
En la madrugada del 13 de junio, cinco días antes de que cayera Bilbao,
salieron del puerto de Santurce alrededor de 4.500 niños en el barco
Habana, rumbo a Burdeos. Aquí, 1.495 niños, en gran parte vascos, fueron embarcados en el buque
Sontay con
dirección a Leningrado, donde tuvieron una entusiasta recogida. La
tercera expedición partió el 24 de septiembre de 1937 desde el puerto de
El Musel (Gijón). En un carguero francés iban 1.100 niños casi todos
asturianos, santanderinos y vascos.
El carguero iba hacia Burdeos,
pero fue interceptado por el buque Cervera, a las órdenes de Franco, y
tuvo que desviar su rumbo hacia Saint Nazaire. Aquí algunos niños fueron
desembarcados y los restantes trasladados al buque soviético
Kooperatsia que zarpó con dirección a Londres, donde una parte de los pequeños embarcaron en el
Félix Dzerzhinki hacia
la URSS. La última expedición fue a finales de 1938 y estuvo integrada
300 niños de Catalunya, Aragón y la costa mediterránea.
Uno de los niños a bordo de esos barcos fue
Francisco Mansilla, quien actualmente es el presidente delCentro Español de Moscú. "Me
trasladaron a Gandia cuando el asedio de Madrid en el otoño del 36.
Allí, un señor ruso preguntó quién quería ir a la Unión Soviética y yo
levanté la mano. Mi padre me dice que me iba al paraíso del del
proletariado. Lo que él no sabía era que me iba al infierno del
proletariado", explica Francisco a Público.
Norte de África. Los últimos expatriados
El
número total de exiliados que desembarcaron en las costas
norteafricanas fue de unos 12.000, la mayor parte, unos 7.000, lo
hicieron en el puerto de Orán, según informes del Gobierno de Argelia.
Casi todos ellos permanecieron aquí hasta la liberación de esta zona por
los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, a excepción de algo más
de la mitad de los que desembarcaron en Túnez (protectorado francés
desde 1881) y del cerca de un centenar de militantes y dirigentes
comunistas que, en mayo de 1939, marcharon desde Argelia a la URSS.
Al
igual que sucedió en Francia, tampoco en los territorios franceses del
norte de África se había previsto nada para acoger a la posible oleada
de los últimos momentos de la Guerra. Por ello, hubo que improvisar
centros deinternamiento, algunos en la ciudad,
pero otros en los muelles donde desembarcaban. "Entre los refugiados
que llegaron a Argelia, la proporción de población civil era elevada,
muchos de ellos constituían familias enteras", escribe Alted.
El
campo de concentración más importante fue el de Morand, que llegó a
tener algo más de 3.000 internados. Se encontraba en una zona muy
inhóspita, donde soplaba con fuerza el siroco y se alcanzaban
temperaturas superiores a los cincuenta grados en verano.
Conrado
Lizcano, que ha escrito sobre su experiencia en estos campos, coincidió
en él con el poeta Pedro Salinas. Lo describe así: "Era un hombre
delgado, tímido y afable que no sustentaba ninguna ideología concreta,
pero que se sentía identificado de corazón con la causa del pueblo
español y las mejores inquietudes culturales y artísticas del mundo
moderno (...) Un buen día lo vi llegar jubiloso con el petate en la
mano. Había logrado la ¡liberación! A través de una embajada
iberoamericana que lo había reclamado".
Fotografías
1. Refugiados españoles en 1939 en Argeles Sur Mer. GETTY
2. Marcelino Bilbao, superviviente a los campos nazi. Fotografías facilitadas por Montserrat Llor.
3.
Niños españoles enviados a Morelia (México) para salvarles de la
Guerra Civil, saludan puño en alto a su llegada a México en junio de
1937.
4. Fotografía tomada en junio de 1939 mientras el barco era acondicionado para su viaje a Chile. Biblioteca Nacional de Chile.
5. Imagen del barco que salió de Gijón con destino a la URSS el 24 de septiembre de 1937.