La Asociación de Memoria Histórica de Almería recupera del olvido a
las 647 represaliadas durante el franquismo - Recibieron ataques
físicos y psíquicos
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AMHA |
MARTA SOLER - Almería - 23/10/2011
"Le dije que si me cortaba el pelo ya me crecería y que el aceite de
ricino era un purgante". Isabel Zamora, 98 años, no tenía miedo cuando
se acercaba un guardia civil al servicio de Franco a su casa, pese a que
en una ocasión, al entrar, le descubrieran cosiendo pantalones para los
hombres a los que andaban buscando, todos anarquistas y perdedores en
la Guerra Civil. Aún no sabe cómo se libró de la cárcel o de una muerte
segura, al contrario de lo que les ocurrió a cerca de una decena de
mujeres en Almería. Otras 647 fueron represaliadas.
En la fosa de San Rafael están los cuerpos de docenas de mujeres y bebés
"El tiro de gracia lo daban las mujeres de terratenientes", afirma Cuadrado
Durante varios días la cruda vida de estas mujeres, su heroicidad y
la tenacidad que emplearon para salir adelante se han puesto de relieve
en las jornadas Mujer, guerra y posguerra en Almería, organizadas por la
Asociación de Memoria Histórica Rocamar.
Eran las mujeres, hijas, sobrinas, hermanas o nietas de rojos. Otras, eran las propias rojas.
Josefa Collado explica en sus
Memorias
-escritos a bolígrafo que conserva su hija- que durante los tres años
que estuvo en prisión, entre 1939 a 1942, no tuvo menstruación y, según
los días, no podía dormir sobre el colchón por las palizas que le
propinaban. Al salir, su calvario continuó. Cada vez que conseguía un
trabajo, la Guardia Civil lograba que la despidieran por roja. Una vez
le pusieron una pistola en la sien mientras sostenía a su hijo de un
mes. "Puse el rostro de mi hijo contra el mío y le dije: ¿Por qué no
disparas ahora y matas dos pájaros de un tiro?".
Los bebés y las
mujeres no suponían un obstáculo para los agentes. Juan Gallo, comisario
para la Memoria Histórica de Andalucía, recordó en Almería que en la
fosa de San Rafael (Málaga) están los cuerpos de docenas de mujeres y
bebés que fueron asesinados y que en el bombardeo de Jaén murieron "más
personas que en Guernica", la mayoría mujeres y menores.
Las
supervivientes fueron "soporte" de la familia en una época en la que
eran vejadas, maltratadas y humilladas públicamente a diario. "Los
falangistas rodeaban nuestra casa cada día y, cuando salíamos, nos
insultaban", recuerda Ana María Moreno, de 83 años. Su padre fue un
destacado socialista del municipio de Gérgal y tuvo que huir. Estuvo en
la sierra tres meses hasta su captura y traslado a la capital, al
Ingenio. Allí le mataron, no sin antes arrancarle las uñas de las manos.
Su
mujer, y madre de Ana María, tenía seis hijos con edades comprendidas
entre los 16 y los seis años. A la mayor le pusieron a barrer la
iglesia, como escarnio, para publicitar su vergüenza. "Nos libramos de
que nos cortaran el pelo y nos dieran aceite de ricino porque el párroco
era tío nuestro".
Las mujeres, recuerda Martirio Tesoro,
vicepresidenta de Rocamar, fueron represaliadas de manera diferente y a
todas se las consideraban
Mujeres de dudosa moral, como titula su
libro la escritora y profesora Pura Sánchez. Ellas tenían que ocuparse
de la casa y los hijos, de conseguir dinero, ahorrar para ir a visitar a
sus familiares a las cárceles y hasta de mendigar un aval para evitar
la muerte de sus hombres y "todo sin recursos y estigmatizadas", destaca
Tesoro.
"Nuestra vida era en silencio, con penalidades y
penurias", traslada María Villa Cuadrado, hija de preso político y una
de las 24 mujeres que han prestado su testimonio para el documental
Las voces silenciadas, de David del Águila y Alberto Gómez, producido por 29 Letras y estrenado en las jornadas.
El
padre de María Villa, de Dalías y miembro de Juventudes Socialistas
Unificadas y de la UGT, pasó ocho años realizando trabajos de
"semiesclavitud" en el canal del Guadalquivir. Su madre tenía 26 años y
estaba embarazada. El niño murió a los dos meses y su padre nunca lo
conoció.
Cuadrado critica la insolidaridad de otras mujeres con
las sufridoras de su mismo sexo, así como su participación en los actos
más crueles cometidos durante la posguerra y el franquismo. "En nuestro
pueblo, el tiro de gracia lo daban las mujeres de terratenientes y gente
destacada", le contó su abuela.
"La pérdida de derechos y
libertades con la llegada de Franco al poder fue generalizado a todas
las mujeres", puntualiza Juan Gallo. "Un martirio para todas, fueran
represaliadas o no", ahonda la abogada Amparo Rubiales, ponente en estas
jornadas.
El país se tiñó de viudas o mujeres pacientes cuyos
maridos estaban en la cárcel. Estas mujeres recibieron ataques físicos
-violaciones, rapados de cabello- y psíquicos -insultos, persecuciones,
deshonras- y lograron sobrevivir en una época ya difícil para el resto.
Fueron doblemente castigadas.