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Frente de Gandesa 8 Ruinas del Mas del Pou del Baró, utilizado como hospital de campaña y donde los expertos creen que hay una fosa. JOAN REVILLAS |
Sílvia Berbís, 4 Agosto 2012 Gandesa (Tarragona)
Son
miles de muertos, un número indeterminado en conjunto, pero no están en
ningún cementerio. De hecho, tampoco están en ningún registro
conservado, ni en tumbas señalizadas ni localizadas. Muchos de los
soldados republicanos que cayeron a destajo en la primera línea de una
de las batallas más épicas de la guerra civil, la del Ebro, no están en
ningún sitio. Es una de las grandes incógnitas que guarda la Terra Alta,
74 años después de la masacre. Las fosas comunes en que fueron
enterrados los combatientes franquistas, además de los prisioneros
republicanos que cayeron en sus manos, se exhumaron tras la guerra, y
los restos guardados en Bot, Villalba del Arcs, Gandesa o Batea fueron
trasladados al Valle de los Caídos. Pero, ¿qué pasa con las fosas donde
presuntamente se acumularon decenas de cuerpos del bando republicano? Si
existen, como aseguran los escasos supervivientes y determina la lógica
de los historiadores, ¿dónde están?
Las
grandes fosas comunes de la Terra Alta, epicentro del desenlace del
conflicto bélico junto a la Ribera d’Ebre, siguen siendo un gran vacío
en el mapa gestionado por la Subdirecció General de Justícia i Pau, que
ha localizado 237 enterramientos en Catalunya.
«A
diferencia de otras zonas de la guerra civil, como Castilla,
Extremadura o Andalucía, cuando hablamos popularmente de fosas nos
estamos refiriendo mayoritariamente a represaliados civiles, pero aquí
hablados de soldados caídos en combate, y el problema es que si se
localizan estos enterramientos comunes no sabemos con qué vamos a
encontrarnos»,apunta David Tormo, historiador y coordinador
técnico del Consorci Memorial de la Batalla del Ebre (Comebe). Y es que
no es lo mismo encontrarse con los restos de dos o cuatro individuos,
como ocurre reiteradamente en los 800 kilómetros cuadrados de superficie
del frente del Ebro -la Subdirecció General de Memoria y Pau ha
exhumado en los últimos dos años seis pequeñas fosas con un total de 21
combatientes enterrados-, que toparse con una fosa con decenas o
centenares de cadáveres sin posibilidad técnica ni económica de
identificación.
Hospitales de campaña
Sin embargo, para cualquier experto, es imposible abstraerse ante tal misterio. «Lo
lógico sería que hubieran fosas o enterramientos comunes junto a los
hospitales de campaña, que más o menos están localizados, aunque claro, a
lo largo de la contienda se iban desplazando sobre el terreno», explica la subdirectora general de Justícia i Pau, Diana Mampel. «Tenemos hipótesis, pero no certezas», afirma Tormo.
Uno
de los supuestos emplazamientos resulta especialmente emblemático.
Estaría en un lugar también desconocido, quizás en más de uno, de las
sierras de Cavalls i Pándols, núcleos principales de los enfrentamientos
más dramáticos de la batalla del Ebro. Un dato lo certifica: el 30 de
octubre de 1938, los franquistas colocaron 300 cañones apuntando a la
sierra de Cavalls, y solo entre las ocho de la mañana y el mediodía
dispararon 9.000 toneladas de artillería y 8.000 la aviación sobre un
frente de apenas un kilómetro en el que se agazapaban sus enemigos. En
70% de los componentes de la brigada que defendía Cavalls cayó esa misma
mañana. «Disponemos de fuentes orales, pero el paisaje de
entonces, el que recuerdan esas fuentes, era un escenario de devastación
que nada tiene que ver con el actual, y es muy complicado localizar
algo, aunque no se descarta, quizás más adelante», apunta Mampel.
Sin identificar
Y ya no solo no están las tumbas, tampoco los nombres, ni siquiera el número de caídos. «En
el caso de los fallecidos del ejército franquista, estuvo más
controlado, porque se han localizado los listados de muertos inscritos
en los registros civiles, pero entre los republicanos esta labor no se
realizó igual o no se conserva la documentación. Y además, en los
combates más virulentos en primera línea, con centenares de cadáveres
caídos en ocasiones sin documentación, no hubo posiblemente ni tiempo de
identificarlos sobre el terreno», añade Francisco Cabrera, un historiador local que ha pasado años rastreando en los archivos.
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