sábado, 11 de agosto de 2012

Las tumbas fantasma

El paradero de los cuerpos de miles de republicanos caídos en la batalla del Ebro sigue siendo un misterio H Los expertos buscan enterramientos con decenas o centenares de cadáveres

Frente de Gandesa 8 Ruinas del Mas del Pou del Baró, utilizado como hospital de campaña y donde los expertos creen que hay una fosa. JOAN REVILLAS



Sílvia Berbís, 4 Agosto 2012 Gandesa (Tarragona) 
 
Son miles de muertos, un número indeterminado en conjunto, pero no están en ningún cementerio. De hecho, tampoco están en ningún registro conservado, ni en tumbas señalizadas ni localizadas. Muchos de los soldados republicanos que cayeron a destajo en la primera línea de una de las batallas más épicas de la guerra civil, la del Ebro, no están en ningún sitio. Es una de las grandes incógnitas que guarda la Terra Alta, 74 años después de la masacre. Las fosas comunes en que fueron enterrados los combatientes franquistas, además de los prisioneros republicanos que cayeron en sus manos, se exhumaron tras la guerra, y los restos guardados en Bot, Villalba del Arcs, Gandesa o Batea fueron trasladados al Valle de los Caídos. Pero, ¿qué pasa con las fosas donde presuntamente se acumularon decenas de cuerpos del bando republicano? Si existen, como aseguran los escasos supervivientes y determina la lógica de los historiadores, ¿dónde están?
Las grandes fosas comunes de la Terra Alta, epicentro del desenlace del conflicto bélico junto a la Ribera d’Ebre, siguen siendo un gran vacío en el mapa gestionado por la Subdirecció General de Justícia i Pau, que ha localizado 237 enterramientos en Catalunya.
«A diferencia de otras zonas de la guerra civil, como Castilla, Extremadura o Andalucía, cuando hablamos popularmente de fosas nos estamos refiriendo mayoritariamente a represaliados civiles, pero aquí hablados de soldados caídos en combate, y el problema es que si se localizan estos enterramientos comunes no sabemos con qué vamos a encontrarnos»,apunta David Tormo, historiador y coordinador técnico del Consorci Memorial de la Batalla del Ebre (Comebe). Y es que no es lo mismo encontrarse con los restos de dos o cuatro individuos, como ocurre reiteradamente en los 800 kilómetros cuadrados de superficie del frente del Ebro -la Subdirecció General de Memoria y Pau ha exhumado en los últimos dos años seis pequeñas fosas con un total de 21 combatientes enterrados-, que toparse con una fosa con decenas o centenares de cadáveres sin posibilidad técnica ni económica de identificación.
Hospitales de campaña
Sin embargo, para cualquier experto, es imposible abstraerse ante tal misterio. «Lo lógico sería que hubieran fosas o enterramientos comunes junto a los hospitales de campaña, que más o menos están localizados, aunque claro, a lo largo de la contienda se iban desplazando sobre el terreno», explica la subdirectora general de Justícia i Pau, Diana Mampel. «Tenemos hipótesis, pero no certezas», afirma Tormo.
Uno de los supuestos emplazamientos resulta especialmente emblemático. Estaría en un lugar también desconocido, quizás en más de uno, de las sierras de Cavalls i Pándols, núcleos principales de los enfrentamientos más dramáticos de la batalla del Ebro. Un dato lo certifica: el 30 de octubre de 1938, los franquistas colocaron 300 cañones apuntando a la sierra de Cavalls, y solo entre las ocho de la mañana y el mediodía dispararon 9.000 toneladas de artillería y 8.000 la aviación sobre un frente de apenas un kilómetro en el que se agazapaban sus enemigos. En 70% de los componentes de la brigada que defendía Cavalls cayó esa misma mañana. «Disponemos de fuentes orales, pero el paisaje de entonces, el que recuerdan esas fuentes, era un escenario de devastación que nada tiene que ver con el actual, y es muy complicado localizar algo, aunque no se descarta, quizás más adelante», apunta Mampel.
Sin identificar
Y ya no solo no están las tumbas, tampoco los nombres, ni siquiera el número de caídos. «En el caso de los fallecidos del ejército franquista, estuvo más controlado, porque se han localizado los listados de muertos inscritos en los registros civiles, pero entre los republicanos esta labor no se realizó igual o no se conserva la documentación. Y además, en los combates más virulentos en primera línea, con centenares de cadáveres caídos en ocasiones sin documentación, no hubo posiblemente ni tiempo de identificarlos sobre el terreno», añade Francisco Cabrera, un historiador local que ha pasado años rastreando en los archivos.

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