miércoles, 22 de agosto de 2012

El sitio donde fusilaron a Lorca

Recuerdo de una tragedia
El colaborador de La Opinión de Málaga, Rafael Aldehuela, rastrea los territorios lorquianos para buscar respuestas a las preguntas sobre su muerte


Una foto icónica de Federico García Lorca. La Opinión


RAFAEL ALDEHUELA La Opinión de Granada 21 Agosto 2012

Cuando subimos la carretera que nos acerca a la zona sur de la Sierra de Alfaguara, vamos dejando atrás las calles y casas de Alfacar y comenzamos a observar las primeras casas de Víznar, el otro pueblo de nuestra historia, separados uno del otro por apenas una calle, que es en realidad una empinada cuesta.
Nos detenemos en la Fuente de las Lágrimas, quizás un nombre acorde con lo que nos espera después, que sin embargo debe su denominación a su forma, una lágrima que envuelve un nacimiento de agua, mágico y caudaloso que en días no muy lejanos surtieron de frescura y saciaron la sed de los habitantes del Albaicín y La Alhambra.
Aquí el sol golpea con fuerza sobre nuestras cabezas, así que, el refrescante líquido elemento es bienvenido y más apreciado que nunca. El aire está impregnado del enloquecedor ruido que producen las chicharras, que aportan un aire de melancolía al hecho de que estamos buscando una tumba.
Nos acompaña una mujer del pueblo, simpática y carismática, que se conoce muy bien la historia porque un día se la contaron algunos de sus protagonistas. Con ella, visitamos el Parque García Lorca mientras ella no para de repetirnos que allí, término municipal de Alfacar, nunca pasó realmente nada. Contemplando el olivo donde se dice que fue fusilado Federico, nos hace saber la gran diferencia existente entre la historia oficial y la que ella relata como real: «Aquí, junto a este olivo, no encontraron enterrado ni tan siquiera un hueso de aceituna €refiriéndose a las recientes e infructuosas excavaciones realizadas€ «porque ¿cómo van a encontrar algo aquí, si no pasó nada…?»
Nos cuenta que según la historia oficial, trajeron a Federico García Lorca y a cuatro más, porque habían ordenado su fusilamiento, «se lo cargaron y lo enterraron sin más, justo al lado del olivo donde se le fusiló, pero esto no es cierto; en realidad, esto se lo contó uno al que llamaban El Comunistilla al irlandés (Ian Gibson), para ponerse flores y el guiri se lo tragó entero, aunque El Comunistilla no participó en el fusilamiento».
Luego, nos cuenta del tirón, la historia oficiosa: «Lorca era un hombre incómodo pues representaba a un burgués metido a izquierdista y encima republicano, un buen chivo expiatorio para el objetivo de dar escarmiento a los que como él eran demócratas. Además era odiado por una parte de su familia, los Roldán Alba, que no le tragaban por ser marica y por líos de esos que hay en todas las familias», hace una pausa para beber agua y me mira como interrogándome, yo no contesto y señalando la acequia de Aynadamar que pasa junto a nuestro lado continua, «en algún sitio de por aquí lo mataron. Ahí, todo el mundo lo sabe que fue en esa finca de enfrente, en el Cortijo Pepino. Allí pasó toda la noche hasta que por la mañana se lo cargaron. Allí lo enterraron y todavía queda en el pueblo quien sabe el lugar exacto, lo que ocurre es que cuando ganó Franco y se le fue de las manos, lo desenterraron y lo metieron en la fosa común, donde están los otros».
Diciendo esto se levanta y comienza a andar la carreta en dirección a Víznar. Llegados al Barranco, nos dirigimos a la Fosa Común de Los Pozos, señala y dice «Ahí está Lorca, pero con dos mil fusilados más, así que… ¿Quién va a encontrarlo?».
El camino de regreso está cargado de silencios. No puedo dejar de pensar en Lorca y el resto de fusilados que yacen en Los Pozos, me obsesiona la idea de que se pueda matar a un ser humano por pensar de un modo distinto al de sus verdugos o por ser homosexual. Las chicharras siguen cantando, el sol, de justicia, golpea nuestros cogotes y mi cabeza se enreda entre pensamientos extraños de silencios y muertes de un periodo histórico que, personalmente se me antoja muy lejano.
Un día como hoy, seguramente con el miedo anidado en los ojos, Federico García Lorca, un poeta, un pensador, un ser humano, en este paraje fue fusilado y desde ese día, todos somos un poquitín huérfanos.

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