miércoles, 18 de julio de 2018

18 de julio, 82 años después





El 18 de julio llega este año en medio del calor de la reacción ultraderechista ante las medidas que de cara a la Memoria Histórica el recién estrenado gobierno pretende ejecutar.

Desde hace varias semanas arden las redes con vídeos y artículos de reaccionario cariz por parte de los nostálgicos de la dictadura, en que se pretende justificar el golpe de estado del 36 argumentando las mismas falacias que durante las tres primeras décadas tras el final de la guerra española esgrimieron los voceros del régimen, en que se habla de quema de iglesias, de desórdenes sin fin, de gobiernos en manos marxistas, como hechos previos y del asesinato de Calvo Sotelo como principal motivo de la insurrección, ignorando voluntariamente la conspiración contra la República, nacida el mismo 14 de abril del 31 y los antecedentes del levantamiento a partir del golpe del 23; de hecho, se pretendía que la rebelión culminara en una dictadura similar a la transcurrida entre 1923 y 1930, con la gran diferencia de que, en la primera, se contó con la aquiescencia del jefe del Estado, el monarca Alfonso XIII.
El rey Alfonso XIII
Primo de Rivera, intentó, fracasando con gran estrépito, modernizar el liberalismo de la oligarquía española; este militar que admiraba la ciencia y la cultura pero despreciaba a los intelectuales, dijo que pretendía liberar a España de los profesionales de la vieja política y la gobernó despóticamente, con el visto bueno del rey, durante siete años, contando con el apoyo de los militares africanistas, la iglesia católica, la aristocracia y la burguesía más rancia. Ni siquiera el PSOE y la UGT se opusieron al general que
dijo pretender llevar a cabo grandes reformas y modernizar el país, y hasta el 1929 le prestaron su apoyo, aun habiendo declarado el estado de guerra y destituido a los gobernadores civiles. Sólo el Partido
General Primo de Rivera
Comunista y la CNT se opusieron al régimen dictatorial, a la encarcelación de los opositores, a la suspensión de la constitución y prohibición de que se reunieran las cortes, y a la prohibición de actividad a los partidos políticos.


Un resultado similar pretendían los artífices de la sublevación de 1936, un régimen dictatorial con un único partido político, como fue la Unión Patriótica en tiempos de Primo de Rivera, y acabar de una vez por todas con las reformas emprendidas por la II República; pero había una gran diferencia, ya que, al contrario que entonces, en esta ocasión, no todo el ejército secundó el golpe de estado, y tampoco contaron con que el pueblo abrazara, como lo hizo, la causa del legítimo gobierno republicano, y se
José Calvo Sotelo
lanzara a defenderlo con pasión.


El golpe de estado del 36 se comenzó a fraguar el mismo 14 de abril de 1931, desde el momento en que se conocieron los resultados de las elecciones municipales.

Notables representantes de la derecha, del fascismo y de la aristocracia, como Ramiro de Maeztu, José Calvo Sotelo, José Antonio Primo de Rivera, Eugenio Vegas Latapie, el marqués de Quintanar, el conde de Guadalhorce… constituyeron, ese mismo día un grupo contrarrevolucionario para derrocar por todos los medios a la recién nacida II República.

Cardenal Segura
Poco después, en Navarra, promovidos por el carlista Ignacio Baleztena Azcárate, se organizan los requetés en grupos paramilitares con el mismo fin: luchar contra la República.

Y si esta postura fue la de aristócratas, derechistas, carlistas y fascistas, no dejemos de lado a la iglesia católica, convencida que solamente la derecha podía asegurarle el mantenimiento de los privilegios que venía manteniendo desde la época de la Reconquista y que pensaba que la ola de anticlericalismo reciente hacía peligrar.

Se acusa a la República del creciente anticlericalismo, cuando, en realidad, hasta el mismo clero había observado, antes de la proclamación de ésta, que España no era tan católica como se suponía, y su instauración no había hecho más que revelar la realidad de esta situación, tal y como la Conferencia de Metropolitanos (antecedente de la Comisión Episcopal) informó a Pío XI tras su reunión de diciembre de 1931.

La derecha española se alía pues, con los sectores más reaccionarios del clero para emprender la conspiración para acabar con la República desde el primer mes de su existencia.


Tras las primeras medidas reformadoras, aumenta el número de sus enemigos, sobre todo a causa de la reforma educativa y de la reforma agraria; más aún por la segunda, pues si bien la enseñanza laica y el fin de los privilegios de las órdenes religiosas que, hasta entonces, habían monopolizado la enseñanza, pusieron en contra a amplios sectores conservadores, lo que mayor número de enemigos le acarreó al gobierno republicano fue la Ley de Reforma Agraria de España, uno de sus proyectos más ambiciosos, que pretendía resolver un problema histórico, esa tremenda desigualdad existente en el sur del país, donde vivían en condiciones de extrema pobreza casi dos millones de jornaleros, que trabajaban los enormes latifundios en manos de unos pocos miles de familias.

En la reforma, el Gobierno declaró que la propiedad privada quedaba garantizada por la ley, y como consecuencia de ello, sólo se podrían expropiar las tierras por motivo de utilidad pública, pero sensible al abandono en que había vivido tanto tiempo la clase campesina y el interés de que había sido objeto la economía agraria del país, adoptó como norma de su actuación el reconocimiento de que el derecho agrario debía responder a la función social de la tierra, y así, la reforma – que no satisfizo a los jornaleros – consistió en expropiar (previa indemnización) una parte de esos latifundios para dividirlos en pequeños lotes de tierra que entregar a los jornaleros. Una serie de decretos que puso en marcha el gobierno provisional prohibía a los latifundistas echar a los arrendatarios, aplicaba a los campesinos el mismo horario que a los obreros: 8 horas diarias, obligaba a contratar a los jornaleros del municipio, y asimismo, para evitar que los grandes propietarios recurrieran, para boicotear a la República, a dejar las tierras sin cultivar, amenazaba con confiscar las tierras a quienes no las cultivasen.
El anteproyecto de reforma, presentado el 20 de julio de 1931, fue rechazado por los representantes de los propietarios rurales, por considerarla contraria a sus intereses, y por los socialistas y la CNT, que la consideró demasiado moderada, por no contemplar el traspasar la propiedad de la tierra a los trabajadores.

General Sanjurjo
El malestar aumentaba, y la conspiración avanzaba.

Así, se llegó al golpe de Sanjurjo de 10 de agosto de 1932. No triunfó, pero no hay que darlo por perdido para la causa antirrepublicana, de los fallos se tomó nota para el futuro.

Los monárquicos emprendieron, en Biarritz, en septiembre del mismo año, la campaña para captación de fondos para el futuro golpe, consiguiendo, en muy poco tiempo, los nada despreciables 20 millones de pesetas de la época, con los que fundaron periódicos antirrepublicanos y confesionales en todas las provincias y potenciar la revista Acción Española.

El Duce, cuya ayuda fue
determinante para los
golpistas
Poco después del triunfo de la derecha, en las elecciones de 1933, se empieza a buscar financiación exterior; Mussolini es visitado por José Antonio; también por los carlistas Rafael Olazábal y Antonio Lizarza Iribarren, por el militar Emilio Barrera Luyando, por el dirigente de Renovación Española, Antonio Goicoechea… No fue necesaria la revolución del 34 para emprender esta conspiración, del mismo modo que no fue necesaria la quema de conventos para la insurrección de Sanjurjo.

En 1935 el líder de la CEDA, José María Gil-Robles, consiguió la cartera de ministro de la Guerra en el Gobierno y procedió a nombrar a generales derechistas para los puestos clave: Franco como jefe del Estado Mayor Central, Fanjul como subsecretario de Gil-Robles, Goded responsable de Aeronáutica y Mola jefe de las fuerzas en Marruecos. En esta época la derechista Unión Militar
José M. Gil Robles
Española se dividió entre los que seguían queriendo dar un golpe de Estado para acabar con la democracia y los que 

preferían "penetrar" el sistema político desde el poder. ​ En enero de 1936 el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, disolvió las Cortes y convocó elecciones para el 16 de febrero. Varios generales acordaron entonces sublevarse el 19 de febrero si el Frente Popular ganaba las elecciones. Y nada más conocerse la victoria de éste, se produjo un primer intento de golpe de fuerza​: Gil Robles intentó que Manuel Portela Valladares, presidente en funciones, declarase el estado de guerra y anulase los comicios. Franco se adelantó a dar las órdenes a los
De profesión, golpista
mandos militares para que lo declarasen, pero Portela Valladares y el ministro de la Guerra, Nicolás Molero, lo desautorizaron, y el director de la Guardia Civil, general Sebastián Pozas, y el jefe de la policía, general Núñez de Prado, se negaron a ocupar las calles y no lo secundaron, por lo que se echó para atrás, tras el fracaso delos generales Goded y Fanjul al intentar sublevar la guarnición de Madrid.
General Goded



Los contactos con los fascistas italianos cobran más fuerza a partir de marzo y culminando en la firma de los llamados “contratos romanos” el 1 de julio de 1936. No fue necesario el asesinato de Calvo Sotelo para que los conspiradores, gracias al medio millón de libras que puso Juan March, accedieran a la posesión de aparatos de bombardeo, cazas e hidroaviones.
Se responde con esto a las preguntas de si fue la izquierda quien comenzó, realmente, la guerra, o si el detonante fue el asesinato de Calvo Sotelo, como gota que colmó el vaso.
General Fanjul


Contrariamente a lo defendido por los historiadores de derecha, el golpe de estado del 36 no fue una consecuencia de la revolución del 34, ni una respuesta que dieron los que veían que España, desde la victoria del Frente Popular, llevaba camino de convertirse en un país comunista.

La conspiración comenzó el 14 de abril de 1931 y alcanzó su punto culminante el 1 de julio de 1936, antes, por supuesto, de que acaeciera el asesinato de Calvo Sotelo, que tuvo lugar dos días después.

Las falsas teorías expuestas por la historiografía de derechas se desmontan con documentos, no repitiendo siempre los mismos argumentos. Así los desmontan Ángel Viñas, Paul Preston, José Luis Ledesma, Ian Gibson, Hilari Raguer Suñer, Eduardo González Calleja, Francisco Sánchez Pérez, Julio Aróstegui Sánchez Fernando Hernández Sánchez…

General Mola
Los contratos firmados el 1 de julio de 1936 desmontan uno de los mitos de la derecha: que la izquierda estaba preparando un levantamiento con la ayuda de la Unión Soviética; quien preparaba la sublevación – dice Ángel Viñas – con la ayuda de la Italia fascista, era la derecha. Los contratos firmados entre los sublevados y Mussolini, 17 días antes delgolpe, demuestran – en palabras de Viñas – que la guerra civil era consecuencia de la histeria de una parte del ejército y de la derecha española, que cuando ve que la estrategia de Gil Robles, presidente de la CEDA, ha fracasado, opta por la sublevación sin escrúpulo en combinación con una potencia extranjera.

Mola entabló una negociación con la Comunión Tradicionalista para que el Requeté carlista se uniese a la sublevación. El 10 de julio se unieron al plan de Mola José Calvo Sotelo y su partido, Renovación Española. ​ En cuanto a las milicias falangistas, en principio su líder José Antonio Primo de Rivera, preso en Alicante, se manifestó dispuesto a colaborar, pero exigió su parcela de poder, lo que no fue admitido por los generales conjurados, por lo que su participación fue en principio aparcada. ​El 11 de julio Sanjurjo aceptó las principales reivindicaciones carlistas y el 14 estos anunciaron su adhesión al levantamiento. ​
El Dragon Rapide
En paralelo los conjurados alquilaron un avión para que Franco pudiera trasladarse de Canarias al Marruecos español y tomar allí el mando del sublevado Ejército de África. Para ello el financiero Juan March facilitó fondos al marqués de Luca de Tena, propietario del diario ABC.

El corresponsal de ABC en Londres, Luis Bolín, contrató, por mediación del aviador Juan De la Cierva un de Havilland D.H.89 Dragon Rapide que partió de Inglaterra el 11 de julio y llegó a Gran Canaria el día 15. ​
Los sublevados, en Zamora

Con la llegada de Franco a Melilla dio comienzo, el 17 de julio, el primer movimiento de la sublevación, que dio lugar a los acontecimientos que dieron la vuelta al siglo XX español.