Si
los esclavos del mundo hubieran estado esperando a ganar
unas elecciones para conseguir su libertad y sus derechos,
seguramente que estarían todavía con un grillete
en la pierna.
Si los pobres del mundo esperan a
obtener una victoria electoral para… Y es que no se
puede comparar, como el subfranquismo pretende, el derecho
de los pueblos a rebelarse contra lo que creen injusto,
con el hecho de que cuatro generales se subleven con las
fuerzas a sus órdenes contra el gobierno y el estado
que se las dio. ¡Parece mentira que aún
haya que recordar esto!
Pero
a los alféreces de complemento (del ejército
de Franco) que se adueñaron del PSOE y a los alféreces
provisionales (del mismo ejército de Franco) que
ocupaban el Estado (franquista), la revolución de
Octubre de 1934, como la de Julio de 1936, y la contrarrevolución
y la represión que las siguieron, eran páginas
que les estropeaban el guión que para la nueva coproducción
escribían. Silencio, pues. Más de treinta
años hace.
Vamos
a lo que vamos. Octubre de 1934: a Oviedo llegó en
el exprés de Madrid Teodomiro Menéndez, diputado
socialista, ex subsecretario de Obras Públicas
con Prieto de ministro y hombre al que se le considera adscrito
al ala moderada del PSOE. En la estación, le estaba
esperando Junquera, el contable de Avance y de la Mina San
Vicente, propiedad del SOMA. Teodomiro le dio en mano los
tres cheques firmados en blanco por Amador Fernández
que éste le había entregado en Madrid para
pagar los salarios de los obreros de la mina y del personal
de Avance.
Cuenta
la leyenda que en la cinta del sombrero de Teodomiro venía
la orden de la ejecutiva ugetista de declarar la huelga.
No se sabe de nadie que haya dicho lo que traía el
papel: ¿huelga general?, ¿huelga general
revolucionaria y toma del poder? Y yo pregunto: ¿por
qué para Asturias la consigna habría de ser
diferente de la de “huelga general pacífica”
dada en Madrid? En el edificio de Avance, sede
también de la Casa del Pueblo, están los jefazos
del SOMA y del PSOE. Hay que dejar claro que la orden que
llegó de Madrid fue dada sin consultar ni a los miembros
de la Alianza Obrera ni a la CNT.
Nadie
en su sano juicio, ni en 1934 ni ahora, puede imaginarse
a la UGT y al PSOE encabezando la revolución contra
el estado burgués, dirigiendo el asalto
al poder e instaurando el “comunismo libertario”.
Ya cuesta mucho suponer a Indalecio Prieto, a sus 51 años,
esperando de madrugada en la playa de Aguilar a que llegara
el bou Turquesa con el armamento que se habría de
utilizar en el movimiento revolucionario. Y no menos esfuerzo
se necesita para suponer a Ramón González
Peña dirigiendo, pistola en mano, al pelotón
de revolucionarios que el día 7 de Octubre inició
el ataque al edificio del Banco de España, en Oviedo.
Porque si la socialdemocracia se ponía entonces así,
¿qué les dejaban para los revolucionarios?
A
finales de 1933, la CNT había cosechado su enésimo
fracaso insurreccional y el PSOE (y la UGT) habían
perdido las elecciones y se veían privados del disfrute
del poder. La derecha estaba en el gobierno de
la República de “trabajadores de todas clases”
y amnistiaba al (ex) general golpista Sanjurjo, pero dejaba
en la cárcel a los dirigentes sindicalistas. Largo
Caballero expresó en un discurso el sentir de la
mayoría de los socialistas: “Se nos echa de
la República, camaradas, y de seguir así,
el Partido Socialista no tardará en vivir en la clandestinidad.”
Condenados a entenderse, surgieron las primeras alianzas
obreras: la catalana, marcadamente nacionalista/federalista;
la asturiana, revolucionaria.
Mineros Asturianos (Octubre 1934) |
Los
socialistas y los partidos de izquierda estaban muy temerosos
ante el auge de los totalitarismos en toda Europa
y por la presión de la ultraderecha hispana hacia
posturas “europeas”. Y en aquella Europa de
1933 y 1934, Churchill alababa a Mussolini, monseñor
Ludwig Kaas y su partido católico votaban en el parlamento
alemán a favor de los nazis y Dollfuss instauraba
el austrofascismo. Esa situación fue la
que llevó a que en Asturias se fraguase la Alianza
Obrera entre la UGT-PSOE y la CNT. El acuerdo de constitución
de la Alianza Obrera lo firmaron socialistas y anarquistas
en un reservado del bar Casa Manfredo, en Gijón,
el día 27 de Abril de 1934: ¡y ojo con todo
lo que se trama en la mesa de un bar! Allí
estamparon su firma Bonifacio Martín (UGT), Graciano
Antuña (FSA-PSOE), y José María Martínez,
Horacio Argüelles y Avelino González Entrialgo
(los tres por la CNT). Ya hacía tiempo que se habían
puesto de acuerdo para trabajar juntos por el triunfo de
la revolución social, la conquista del poder político
y económico para la clase trabajadora y la instauración
de forma inmediata de la República Socialista Federal.
Escrito está. Así que parece difícil
negar el carácter revolucionario de la Alianza Obrera
Asturiana. A ella se sumarían después, reforzando
más esa tendencia, la Izquierda Comunista, el BOC
y, en el último minuto, el PCE.
Pero
el Partido Socialista y la UGT nunca fueron organizaciones
revolucionarias, y Largo Caballero, tampoco. Su
actuación en Diciembre de 1930 y en Octubre de 1934
así lo corroboran. Incluso ya en plena guerra civil,
cuando Largo Caballero fue llamado a presidir el gobierno
se dedicó a reconstruir el aparato de estado burgués
y a finiquitar la revolución. Y la FAI, que controlaba
la CNT, no apoyó la Alianza Obrera ni la huelga general
de Octubre. Sin embargo, durante la guerra, también
se podría comprobar la colaboración faísta
participando con ministros en gobiernos que dirigían
la contrarrevolución en la retaguardia y en el frente.
Para
ayudar a comprender mejor lo ocurrido en Asturias en Octubre
del 34, hay que mirar a la Revolución alemana de
1918/19 y al tristísimo papel que la socialdemocracia
jugó en favor de la contrarrevolución.
Pero todas las trapacerías políticas y maniobras
internas, a nivel nacional, de faístas, besteiristas,
prietistas y caballeristas; todas las dudas e indecisiones,
las resolvió un minero:
-¡Cagüen
mi puta madre, con esti lío acabo yo ahora mismo!
Prendió
la mecha y tiró el primer cartucho de dinamita contra
un cuartel de la Guardia Civil. Porque un paisano con una
escopeta pega cuatro tiros que no dan a nadie, pero con
un cartucho de dinamita se echa abajo un cuartelillo. Y
en Asturias había mucha dinamita y mucho dinamitero.
Así comenzó la revolución y así
suelen comenzar las revoluciones: desbordando a las direcciones,
a los planes y a las consignas. La dinamita y un resuelto
ambiente revolucionario marcaron desde el primer momento
la diferencia de Asturias con el resto de España.
El
asalto a la sucursal del Banco de España en Oviedo.
La
dinamita y la decisión van rindiendo los cuarteles,
las comisarías de policía y los ayuntamientos
de buena parte de Asturias. Y sobre Oviedo confluyen las
columnas obreras dispuestas a adueñarse de los resortes
del poder, del poder provincial. Son los guardias, la policía
y los carabineros los que les oponen mayor resistencia.
Parece que hubiera como un temor a sacar a los soldados
a pelear por las calles, no fuera que desertasen y se pasasen
a las filas de los revolucionarios. Ramón González
Peña dijo que quería haber tomado los cuarteles
por sorpresa en las primeras horas de la revolución,
seguramente porque contaba con la complicidad de parte de
los reclutas y la pasividad del resto. En los posteriores
consejos de guerra a que fueron sometidos los mandos de
las guarniciones, se les achacó falta de decisión
y de espíritu militar. Y hubo general que afirmó
que si no se hubieran traído de Africa las tropas
coloniales, se hubiera tardado, como mínimo, tres
meses en dominar a los revolucionarios.
Estos
revolucionarios, convertidos en guerrilleros, funcionaban
en grupos y cada grupo tiene un jefe o líder que
recibe las órdenes y transmite las novedades a los
enlaces del Comité de la Alianza Obrera. Van armados
de fusiles, escopetas y pistolas, pero se abren paso con
la dinamita y la gasolina. No están militarizados,
no son un ejército, por eso mantienen también
una natural obediencia y consideración para con los
líderes sindicales y políticos que conocen.
Pero
no se olvide que la primera casa que fue destruida en Oviedo,
fue la Casa del Pueblo, en la calle Altamira, donde tenía
la redacción y talleres el periódico socialista
Avance. Y fue un pelotón de guardias de Asalto, al
mando de un teniente (¿qué sería de
ese teniente?), los que la incendiaron después de
registrarla en busca de armas, que no encontraron, y de
detener en las oficinas de Avance a su director, Javier
Bueno, y a los concejales socialistas Jesús de la
Vallina y Luis Oliveira, a Adolfo Cadavieco y Vicente Bravo,
y a cuatro personas más. Javier Bueno sería
objeto de crueles torturas y condenado en consejo de guerra
a reclusión perpetua y a resarcir al estado con setenta
millones de pesetas... Pero, como diría Moustache:
“esa es otra historia”.
Casa del Pueblo y sede de Avance en Oviedo destruida por agentes de la reacción. |
En Oviedo, se va estrechando el cerco de las posiciones gubernamentales. Las guerrillas encuentran fuerte resistencia en el palacio de la Diputación. Al amanecer del día siete de Octubre, varios grupos tratan de rodearlo por detrás. Pero desde el edificio del Banco de España, una pequeña fuerza les hace fuego y les contiene. Son los tres carabineros de protección del Banco que han sido reforzados con una patrulla del ejército formada por un sargento, un cabo y seis soldados de Infantería. La parte trasera de este edificio se encuentra en obras, lo que supone una ventaja para los atacantes. Sitiados, los defensores del Banco terminan por agotar las municiones y no tienen otra opción que la de rendirse cuando amanece el día nueve: ¡Ya está el Banco de España en poder de los revolucionarios!
El
jefe del grupo mandaría un enlace al comité
de la Alianza Obrera para enterarles de que eran los amos
de la catedral del dinero. ¿Y qué es lo que
haría cualquiera que de repente se viera dueño
de un banco? Pues abrir la caja fuerte para ver lo que hay
dentro, ¿o no?
Una
revolución se hace para tomar el poder, y el poder
puede resumirse y concretarse en la posesión de tres
máquinas: la máquina militar, la máquina
del BOE y la máquina de los billetes. Y
eso es lo que hacen, a su modo, los revolucionarios en Oviedo:
luchar para adueñarse de los cuarteles, de la Diputación
y del Banco de España. Una revolución regional,
porque, como todo el mundo sabe, el poder del estado residía
y reside en Madrid, y en Madrid, la huelga general fue...
¡pacífica!, pese a algún que otro petardeo.
Se
equivocan, o actúan de mala fe, los que tratan de
presentar esta consecuencia de la Revolución como
un vulgar atraco. De igual modo, hay que tener
en cuenta que en esos primeros días de una revolución
social, allá donde los revolucionarios mandaban,
el dinero era suprimido. Por otra parte, en aquella sociedad
española de los años treinta y de la II República
no había, ni remotamente, ese afán alocado
por el dinero, el consumismo y la propiedad que hay en nuestra
época. La gente tenía muy poco y se conformaba
con muy poco.
Pero
los del comité de la Alianza, Graciano Antuña,
que había sido su tesorero, y Ramón González
Peña, que no era del comité pero mandaba tanto
o más, sí sabían lo que había
en el Banco de España. Allá irían a
todo correr con gente de su más absoluta confianza
para determinar sobre la marcha lo que había que
hacer y cómo lo había que hacer.
El edificio del Banco de España en Oviedo.
Situado
detrás del palacio de la Diputación, con fachada
a la calle Suárez de la Riva, antes llamada Prologación
de la del Fotán, y a la calle Principado por la parte
trasera, en el archivo municipal de Oviedo se conservan
unos planos que están fechados en Madrid, en Septiembre
de 1915 y firmados por el arquitecto José de Astiz.
Se trata del proyecto de edificio para la sucursal del Banco
de España en Oviedo, que tomó como base, según
Joaquín Aranda, otro anterior elaborado por el arquitecto
Benito González del Valle, de ascendencia asturiana
y afincado en Madrid.
De
José Astiz fueron también los edificios que
albergaron a las sucursales del Banco de España en
La Coruña y en Pamplona, y dirigió la de Sevilla.
Arquitecto con estudio en Madrid, Astiz estuvo asociado
a Enrique Repullés en la construcción del
edificio de la Bolsa en la capital de España.
Sucursal del Banco de España en Oviedo. |
Muchos
años después, en Junio de 1978, se inició
en Oviedo el derribo del palacete de Concha Heres, a pesar
del clamor popular en pro de su conservación. En
esta ocasión, no fueron las hordas rojas ni la dinamita
de los mineros, sino la familia Masaveu y la incompetencia
municipal las que propiciaron y permitieron que la piqueta
demoliese el que fue denominado “como uno de los mejores
edificios urbanos del norte de España”. Creo
recordar que el negocio urbanístico se cerró
con un acuerdo entre la propiedad y el Banco de España
por importe de bastantes cientos de millones de pesetas.
Junto con la construcción en la llamada finca de
Concha Heres del edificio de la nueva sucursal del Banco
de España en Oviedo, se produjo la cesión
del antiguo de Suárez de la Riva. Cabe suponer que
los políticos “beneficiarios” de la cesión
chalanearían bajo cuerda para que el derribo del
palacete pudiera llevarse a cabo.
Entre
1983 y 1986, los arquitectos Fernando Nanclares y Nieves
Ruiz llevaron a cabo la remodelación del edificio
de la antigua sucursal para adaptarla a las necesidades
de su nuevo uso como sede de la presidencia del gobierno
autonómico. Esta reforma conservó el aspecto
exterior del edificio pero fue radical en su interior. Según
los especialistas, fue uno de los mejores ejemplos en Oviedo
de la recuperación de antiguos edificios (¿edificios
o fachadas?).
¿Cómo
se fuerza una cámara acorazada?
Si
cuando se pierde la llave de una sencilla caja de caudales
comprada a los chinos ya cuesta dios y ayuda conseguir abrirla,
es fácil de imaginar que las dificultades no serían
pocas para conseguir forzar la cámara acorazada de
la sucursal ovetense del Banco de España. Y, por
mucha dinamita que se tuviese, el riesgo de que a causa
de la explosión el edificio se viniese abajo no me
parece que fuera pequeño. Tampoco el de que el dinero
se quemara dentro.
Supongo
que los revolucionarios empezarían por lo más
sencillo: pedir al director que la abriese. Normalmente,
harían falta tres llaves: la del director, la del
cajero y la del interventor. No sé si estarían
los tres en el edificio o no. Pude hablar con Alejandro
Rebollo, nieto del que entonces era director, Justo Alvarez
Amandi. Pero su abuelo, que tenía vivienda en el
propio banco, fiel al secreto y la discreción profesional,
poco o nada había contado de estos hechos a la familia.
Lo que sí recordaba haber oído Rebollo era
que su abuelo, antes de que los revolucionarios entraran
en el Banco, había tirado la llave de la caja por
el retrete.
Los
trabajos para hacerse con el contenido de la cámara
acorazada se iniciaron inmediatamente bajo la dirección
de Graciano Antuña, máximo responsable del
Comité de la Alianza Obrera, y la supervisión
de Ramón González Peña. No debió
de ser tarea fácil. Hubo testigos que declararon
haber visto llegar un camión con botellas de acetileno
y oxígeno y varios sopletes. No escasearían,
precisamente, oficiales metalúrgicos de confianza,
de las fábricas de armas y de la Duro Felguera, para
que realizasen los trabajos preparativos. Con un soplete
de autógena se inició la acometida. Se colocaron
las cargas de dinamita, pero la cámara acorazada
resistió la explosión. A la segunda, fue la
vencida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario