Eso es lo que
pudimos analizar el 20 de diciembre, en Santomera, lo que oímos de labios de
Juan Eladio Palmis, Guillermo Vignote y Maye Bobadilla, en un ambiente agradablemente
acogedor, en el que la ASOCIACIÓN
MEMORIA HISTÓRICA DE CARTAGENA presentó el cuarto libro de su colección,
"BLANCA DE GUERRA"
¿Por qué motivos
la asociación ha publicado una novela histórica? En palabras de Guillermo
Vignote, la respuesta es muy sencilla: un episodio de nuestra historia más
próxima sobre el que no se sabe lo suficiente es el de aquellas mujeres que
Franco envió como esclavas sexuales a los burdeles del Norte de África. Del mismo
modo que, durante muchos años, ignoró la población española los negros
acontecimientos relacionados con los crímenes de los bebés robados, también
permaneció ignorante durante muchas décadas de ese otro crimen, el de la trata
de blancas que las autoridades franquistas llevaron a cabo con las
mujeres republicanas. El silencio, temeroso en unos casos, culpable en otros, se abatió sobre la oscura
verdad del tráfico de mujeres vencidas.
Atendiendo a la necesidad de recuperar nuestra memoria, Maye Bobadilla, en su
intervención, puso el acento en la violencia desatada por los golpistas y la
particular represión franquista sobre las mujeres.
Habló
sobre el juego de palabras en el título “Blanca de Guerra”, clara alusión a que
las mujeres son blanco de guerra o, para entendernos mejor, “botín de
guerra” desde tiempos inmemoriales.
Como dice Barbijaputa,
seudónimo bajo el que se oculta una escritora feminista: ”Las mujeres no
van a la guerra, la encuentran en sus países. No son ellas quienes
deciden si habrá o no guerra, no están nunca en posición de poder: nadie les
pregunta. Y cuando se la encuentran, no sólo sufren asesinatos de seres
queridos o pérdidas materiales, como puedan sufrir los hombres víctimas del
mismo conflicto sino que tienen un añadido de sufrimiento sólo por su
género. Son los trofeos de los soldados, objetos contra los que descargar
específicamente la ira, el odio y la violencia.”
Ya en 2004, en el primer
gran informe sobre la situación de la mujer en los conflictos armados, Amnistía
Internacional denunció que “Las niñas
y las mujeres son consideradas botines de guerra y esclavas sexuales por los
hombres que participan en los conflictos armados, sin que ningún gobierno del
mundo las proteja con efectividad”, señalando que la violencia de la que
son víctimas las mujeres "no es espontánea sino organizada, aprobada y
tolerada, en el marco de una estrategia política calculada".
Esta organización que vela
por los derechos humanos a nivel mundial, en el marco de la campaña global
contra la violencia de género, asegura
que la violación sexual "es utilizada por los estados estratégica y
tácticamente como arma de guerra, para alcanzar objetivos específicos en muchas
formas de conflicto".
En Cimac noticias, que es una publicación periodística con perspectiva
de género, se puede encontrar este “Informe Mundial sobre Violencia de Género y
Conflictos” que Maye comentó.
Fusilar a los hombres y
violar a las mujeres. Esta era la consigna del general golpista Queipo de
Llano. Utilizó la radio como medio de guerra psicológica y el
terror como arma de persuasión masiva. Son conocidas sus charlas radiofónicas
en los micrófonos de Unión Radio Sevilla, que han pasado a formar parte de
la historia negra de aquellos tiempos, en las que diariamente a las diez de la
noche cuando todo el mundo se reunía en torno al parte, con un lenguaje grosero
y fascista se burlaba de los dirigentes de la República y alentaba a los
golpistas al uso de la violencia. «Nuestros bravos legionarios y regulares han
enseñado a los cobardes rojos lo que significa ser hombre. También a sus
mujeres. Después de todo, a estas comunistas y anarquistas les ha hecho bien
adoptar la doctrina del amor libre. Y ahora conocerán por lo menos a hombres
verdaderos, y no esos milicianos maricas. Dar patadas y berrear no las salvará”.
Durante la guerra civil
española, Mohamed Ben Mizzian, el más alto oficial marroquí prometió a
su tropa rifeñas mujeres blancas si tomaban Madrid. Se dice que para probar la
seriedad de la oferta ofreció a cuarenta de sus hombres ”el aperitivo” de dos prisioneras sindicalistas en
Navalcarnero. Duraron dos horas vivas, a razón de 3 minutos de violación por
soldado. El testimonio de un periodista estadounidense, John Whitaker, fue fundamental para corroborar este episodio.
Escribió que los oficiales franquistas "nunca me negaron que hubiesen
prometido mujeres blancas a los moros cuando entrasen en Madrid".
Presenció la detención de estas dos chicas, menores de 20 años. Cuenta: “Tras
ser registradas e interrogadas, El Mizzian las llevó a un pequeño
edificio [...] en el cual descansaban unos cuarenta moros. Cuando llegaron a la
puerta, se escuchó el ululante grito salido de las gargantas de los soldados.
Asistí a la escena horrorizado e inútilmente indignado. El Mizzian sonrió
afectadamente cuando protesté por lo sucedido, diciendo: `Oh, no vivirán más de
cuatro horas´”.
Nadie, medianamente
informado puede negar hoy en día que uno de los objetivos de los golpistas en
1936, para que sirviera de advertencia a cualquier disidente, fue aniquilar a
quienes consideraba “el enemigo”. Volvamos a Queipo de Llano: “Ya conocerán
mi sistema: Por cada uno de orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por
lo menos, y a los dirigentes que huyan, no crean que se librarán con ello: les
sacaré de debajo de la tierra si hace falta, y si están muertos los volveré a
matar”. Robaron, asesinaron, encarcelaron, depuraron, persiguieron y
sometieron a consejos de guerra a cualquiera que les pareciera que podía
interponerse en los intereses de su ideología nacional-católica.
La
violencia ejercida por los golpistas puede considerarse una especie de
“genocidio social” con el que se buscó un
exterminio total del enemigo que hoy en día aún sigue oculto bajo el
vergonzoso pacto de silencio que mantuvieron no sólo quienes lo protagonizaron
sino sostenido por una derecha que persiste en seguir asustándonos con la idea
de un nuevo conflicto civil si desenterramos a los muertos de las cunetas o si
salen a la luz los testimonios de las víctimas.
Pero,
sobre las mujeres recayó, además de todo lo anterior, una particular forma de
violencia, de carácter ejemplarizante. Fueron asesinadas, sometidas a la
“autoridad militar”, torturadas, encarceladas durante años y expoliadas de sus
bienes, si los tenían. Fueron obligadas a protagonizar espectáculos
humillantes: desfiles y fotografías de rapadas, exposición pública de sus
cuerpos, situaciones degradantes como ser obligadas a pasear por el pueblo manchadas por sus propios
excrementos tras la toma de purgantes, tratadas como esclavas económicas y
sexuales, obligadas a sufrir el secuestro de los hijos, vejaciones y
mutilaciones parciales… Éstas son algunas de las “armas de guerra” utilizadas
por los golpistas de 1936 contra las
mujeres. Sus cuerpos fueron considerados botín de guerra.
Gloria
Poyatos Magistrada del TSJ Canarias, en un artículo publicado en su blog el año
pasado, decía: “Los conflictos bélicos son devastadores, deshumanizan,
aniquilan poblaciones, provocan éxodos masivos, miles de refugiados en
travesías a ninguna parte y destruyen un ecosistema de todos. Lleva décadas
reponerse del impacto de unas armas, cada vez más sofisticadas en destruir más
y mejor en menos tiempo. Pero hay un arma secreta en todo conflicto armado que
se reproduce sistemáticamente bajo la mirada anodina del planeta, cuya crueldad
debiera escandalizar la moral del mundo civilizado: es la violencia sexual extrema que se inflige
sobre las mujeres. Una batalla que se perpetra en el cuerpo de ellas, que son
el botín de una guerra decidida, financiada y ejecutada por hombres.”
Como
seguramente sabréis, en marzo del año pasado, la organización internacional Women's
Link Worldwide pidió a la jueza María Servine que ampliara la macrocausa iniciada el 14 de abril del
2010 en Buenos Aires contra la dictadura franquista (que actualmente engloba
más de 300 querellas) para incorporar los crímenes de género (cometidos no sólo
durante la Guerra Civil sino también a
lo largo de los años de dictadura) por considerar que es un paso
"fundamental" para exigir el fin de la impunidad de los golpistas y
de la represión perpetrada durante la Dictadura. Y para completar la mitad de
la historia conviene añadir.
La
directora legal internacional de este organismo, Glenys de Jesús, señala que la violencia ejecutada por el bando nacional contra las
mujeres fue, "no sólo de una brutalidad diferente, sino que además
tenía un objetivo claro, que era castigar a aquellas mujeres que el régimen
consideraba que habían roto con su posición social", buscaba "enviar un mensaje de presión
a la sociedad completa de cuál debía ser el modelo de conducta femenino"
al tiempo que "utilizó a las mujeres para castigar a los hombres del
bando republicano" y esto, subraya que se trata de "un
tipo de violencia específica que tiene que ser analizada y castigada de forma
específica”
Siguiendo lo que viene apuntando Sabela Rodríguez Álvarez,
periodista con perspectiva de género, conviene señalar cuatro aspectos del
texto contenidos en esta ampliación de la querella:
1.
Aunque la represión franquista recayó sobre
las espaldas de hombres y mujeres, la motivación, las causas y los efectos son
necesariamente distintos. La organización relata que los "crímenes de
género" incluyeron aspectos como la violencia sexual, habitualmente
ejercida por "los funcionarios de prisiones o por falangistas que
entraban en las cárceles a visitar a las mujeres de manera recurrente".
Las mujeres eran detenidas y violadas, no sólo por su lucha política, sino
también por el "delito consorte, es decir, por ser familiar de hombres con
ideas contrarias a las del régimen".
2.
Por otro lado, el régimen franquista se
caracterizó por negar la existencia de presas políticas, que fueron
tratadas como delincuentes comunes. "Las torturas a las que fueron
sometidas las mujeres se ejercían con el mismo odio y fuerza que hacia los
hombres, pero había un componente de género específico hacia ellas,
tanto en los insultos como en el uso particular y sexuado de la violencia,
las descargas genitales y golpes en el bajo vientre".
3.
Fue común, el robo de bebés, que
ronda los "30.960 niños y niñas". Los hijos de las mujeres que eran
asesinadas fueron entregados a familias de militares franquistas para
"eliminar la semilla marxista" y darles una educación afín al
régimen. Hasta más allá de los años 80, muchas mujeres sufrieron el robo de sus
hijos en los hospitales bajo la excusa de enfermedad grave y posterior muerte
del bebé.
4.
Finalmente, las mujeres fueron sometidas a humillaciones
relacionadas con cortes de pelo al cero y purgas con aceite de ricino. Las
mujeres, "que no podían controlar sus esfínteres", eran obligadas a
pasear por las calles de su pueblo o ciudad, bajo las burlas y agresiones de
sus vecinos.
Veremos qué suerte corre esta querella.
No quiso Maye acabar sin mencionar que hoy, ahora, miles
de mujeres son violadas, secuestradas, torturadas, convertidas en esclavas
sexuales o reclutadas como soldados en primera línea de fuego para cargar las
armas. Obligadas a presenciar la muerte de sus maridos, hermanos o el
ahogamiento de las mujeres mayores, forzadas las más jóvenes a casarse con sus
propios secuestradores para darles hijos. Muchas de ellas se han suicidado en
masa cuando han sido devueltas a sus familias porque, además de traumatizadas por la violencia ejercida en sus cuerpos
y en su psiquismo, son repudiadas por sus maridos por miedo al contagio y
estigmatizadas por su propia comunidad. Estas mujeres dejan de existir porque
la violación es tabú para muchas sociedades. Y esa invisibilidad les
arrebata cualquier esperanza de hallar justicia.
El cuerpo de las
mujeres y de las niñas sigue siendo un botín de guerra. La mayoría de estos delitos quedan impunes porque, como
señala Save the Children “la brutalidad ejercida contra mujeres y niñas en países en guerra es muy
difícil de documentar” porque ningún gobierno quiere admitir
tanta barbarie"
En el
famoso artículo de Aryn Baker, War and rape, que
se publicó en la revista Time en marzo de 2016,
Zainab Bangura, representante del Secretariado General de las Naciones
Unidas sobre la violencia sexual en los conflictos bélicos afirmaba con
rotundidad: "Las violaciones
durante las guerras no son inevitables, pero lo que realmente vienen a ser es
el reflejo del estado de subordinación de la mujer en nuestra sociedad. La
violencia sexual en tiempos de guerra parará cuando el estatus de la mujer
cambie y cuando la vergüenza sea puesta en los violadores y no en las víctimas"
Porque,
cuando por fin se denuncia, cuando por fin
se encuentra el cauce legal para hacerlo y se poseen los testimonios y la
documentación, el patriarcado se pone en pie de guerra y se defiende atacando a
las víctimas.
Dejemos para otro día el botín de guerra de las manadas
que salen de fiesta y la reacción machista que ha suscitado el que sus miembros
hayan sido llevados a un tribunal. Es a la víctima a la que se está juzgando.
Nada más, no miréis para otro lado cuando hablemos de
violencia sobre la mujer porque no estamos libres del olvido interesado y cruel
sobre este tema.
Esta acertadísima y documentada intervención de Maye
Bobadilla encaja perfectamente con el carácter de denuncia de nuestro libro,
porque “Blanca de guerra” no es
una simple novela histórica, no es una trama ficticia encuadrada en el marco de
unos acontecimientos históricos. La obra de Palmis no tiene nada de
ficticio; el autor ha bebido en las fuentes de los archivos históricos y
ha obtenido datos de los testimonios orales, y si bien son simulados los lugares donde se ubican los hechos y los nombres de
quienes los protagonizan, estamos hablando de la dura realidad de las historias
de unas mujeres humilladas y sojuzgadas, violentadas, utilizadas como mercancía
con que satisfacer a los mercenarios que Franco reclutó para dar el golpe a la
democracia, las historias de unas mujeres que habían cometido el delito de
mantenerse fieles a la República, o de ser las compañeras de quienes la
defendieron.
La victoria
de los fascistas españoles se consolidó con la humillación de los vencidos, de
los hombres y mujeres fieles al gobierno, y disfrutando sádicamente con esa
humillación.
El libro de
Juan Palmis está novelado, lo que facilita muchísimo nuestra inmersión en la
historia; y la asociación MHC está segura de que con esta lectura se está
facilitando una manera ágil y efectiva de divulgar esta historia.