sábado, 23 de diciembre de 2017

LAS MUJERES, BOTÍN DE GUERRA Y OBJETO DE REPRESIÓN:


Eso es lo que pudimos analizar el 20 de diciembre, en Santomera, lo que oímos de labios de Juan Eladio Palmis, Guillermo Vignote y Maye Bobadilla, en un ambiente agradablemente acogedor, en el que la  ASOCIACIÓN MEMORIA HISTÓRICA DE CARTAGENA presentó el cuarto libro de su colección, "BLANCA DE GUERRA"


¿Por qué motivos la asociación ha publicado una novela histórica? En palabras de Guillermo Vignote, la respuesta es muy sencilla: un episodio de nuestra historia más próxima sobre el que no se sabe lo suficiente es el de aquellas mujeres que Franco envió como esclavas sexuales a los burdeles del Norte de África. Del mismo modo que, durante muchos años, ignoró la población española los negros acontecimientos relacionados con los crímenes de los bebés robados, también permaneció ignorante durante muchas décadas de ese otro crimen, el de la trata de blancas que las autoridades franquistas llevaron a cabo  con las mujeres republicanas. El silencio, temeroso en unos casos,  culpable en otros, se abatió sobre la oscura verdad del tráfico de mujeres vencidas.

Atendiendo a la necesidad de recuperar nuestra memoria, Maye Bobadilla, en su intervención, puso el acento en la violencia desatada por los golpistas y la particular represión franquista sobre las mujeres. 
Habló sobre el juego de palabras en el título “Blanca de Guerra”, clara alusión a que las mujeres son blanco de guerra o, para entendernos mejor, “botín de guerra” desde tiempos inmemoriales. 
Como dice Barbijaputa, seudónimo bajo el que se oculta una escritora feminista: ”Las mujeres no van a la guerra, la encuentran en sus países. No son ellas quienes deciden si habrá o no guerra, no están nunca en posición de poder: nadie les pregunta. Y cuando se la encuentran, no sólo sufren asesinatos de seres queridos o pérdidas materiales, como puedan sufrir los hombres víctimas del mismo conflicto sino que tienen un añadido de sufrimiento sólo por su género. Son los trofeos de los soldados, objetos contra los que descargar específicamente la ira, el odio y la violencia.”
Ya en 2004, en el primer gran informe sobre la situación de la mujer en los conflictos armados, Amnistía Internacional denunció que  “Las niñas y las mujeres son consideradas botines de guerra y esclavas sexuales por los hombres que participan en los conflictos armados, sin que ningún gobierno del mundo las proteja con efectividad”, señalando que la violencia de la que son víctimas las mujeres "no es espontánea sino organizada, aprobada y tolerada, en el marco de una estrategia política calculada".
Esta organización que vela por los derechos humanos a nivel mundial, en el marco de la campaña global contra la violencia de género,  asegura que la violación sexual "es utilizada por los estados estratégica y tácticamente como arma de guerra, para alcanzar objetivos específicos en muchas formas de conflicto".
En Cimac noticias, que es una publicación periodística con perspectiva de género, se puede encontrar este “Informe Mundial sobre Violencia de Género y Conflictos” que Maye comentó.
Fusilar a los hombres y violar a las mujeres. Esta era la consigna del general golpista Queipo de Llano. Utilizó la radio como medio de guerra psicológica y el terror como arma de persuasión masiva. Son conocidas sus charlas radiofónicas en los micrófonos de Unión Radio Sevilla, que han pasado a formar parte de la historia negra de aquellos tiempos, en las que diariamente a las diez de la noche cuando todo el mundo se reunía en torno al parte, con un lenguaje grosero y fascista se burlaba de los dirigentes de la República y alentaba a los golpistas al uso de la violencia. «Nuestros bravos legionarios y regulares han enseñado a los cobardes rojos lo que significa ser hombre. También a sus mujeres. Después de todo, a estas comunistas y anarquistas les ha hecho bien adoptar la doctrina del amor libre. Y ahora conocerán por lo menos a hombres verdaderos, y no esos milicianos maricas. Dar patadas y berrear no las salvará”.


Durante la guerra civil española, Mohamed Ben Mizzian, el más alto oficial marroquí prometió a su tropa rifeñas mujeres blancas si tomaban Madrid. Se dice que para probar la seriedad de la oferta ofreció a cuarenta de sus hombres ”el aperitivo”  de dos prisioneras sindicalistas en Navalcarnero. Duraron dos horas vivas, a razón de 3 minutos de violación por soldado. El testimonio de un periodista estadounidense,  John Whitaker, fue  fundamental para corroborar este episodio. Escribió que los oficiales franquistas "nunca me negaron que hubiesen prometido mujeres blancas a los moros cuando entrasen en Madrid". Presenció la detención de estas dos chicas, menores de 20 años. Cuenta: “Tras ser registradas e interrogadas, El Mizzian las llevó a un pequeño edificio [...] en el cual descansaban unos cuarenta moros. Cuando llegaron a la puerta, se escuchó el ululante grito salido de las gargantas de los soldados. Asistí a la escena horrorizado e inútilmente indignado. El Mizzian sonrió afectadamente cuando protesté por lo sucedido, diciendo: `Oh, no vivirán más de cuatro horas´”.
Nadie, medianamente informado puede negar hoy en día que uno de los objetivos de los golpistas en 1936, para que sirviera de advertencia a cualquier disidente, fue aniquilar a quienes consideraba “el enemigo”. Volvamos a Queipo de Llano: “Ya conocerán mi sistema: Por cada uno de orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por lo menos, y a los dirigentes que huyan, no crean que se librarán con ello: les sacaré de debajo de la tierra si hace falta, y si están muertos los volveré a matar”. Robaron, asesinaron, encarcelaron, depuraron, persiguieron y sometieron a consejos de guerra a cualquiera que les pareciera que podía interponerse en los intereses de su ideología nacional-católica.
La violencia ejercida por los golpistas puede considerarse una especie de “genocidio social” con el que se buscó un  exterminio total del enemigo que hoy en día aún sigue oculto bajo el vergonzoso pacto de silencio que mantuvieron no sólo quienes lo protagonizaron sino sostenido por una derecha que persiste en seguir asustándonos con la idea de un nuevo conflicto civil si desenterramos a los muertos de las cunetas o si salen a la luz los testimonios de las víctimas.

Pero, sobre las mujeres recayó, además de todo lo anterior, una particular forma de violencia, de carácter ejemplarizante. Fueron asesinadas, sometidas a la “autoridad militar”, torturadas, encarceladas durante años y expoliadas de sus bienes, si los tenían. Fueron obligadas a protagonizar espectáculos humillantes: desfiles y fotografías de rapadas, exposición pública de sus cuerpos, situaciones degradantes como ser obligadas a pasear  por el pueblo manchadas por sus propios excrementos tras la toma de purgantes, tratadas como esclavas económicas y sexuales, obligadas a sufrir el secuestro de los hijos, vejaciones y mutilaciones parciales… Éstas son algunas de las “armas de guerra” utilizadas por los golpistas  de 1936 contra las mujeres. Sus cuerpos fueron considerados botín de guerra.

Gloria Poyatos Magistrada del TSJ Canarias, en un artículo publicado en su blog el año pasado, decía: “Los conflictos bélicos son devastadores, deshumanizan, aniquilan poblaciones, provocan éxodos masivos, miles de refugiados en travesías a ninguna parte y destruyen un ecosistema de todos. Lleva décadas reponerse del impacto de unas armas, cada vez más sofisticadas en destruir más y mejor en menos tiempo. Pero hay un arma secreta en todo conflicto armado que se reproduce sistemáticamente bajo la mirada anodina del planeta, cuya crueldad debiera escandalizar la moral del mundo civilizado: es la violencia sexual extrema que se inflige sobre las mujeres. Una batalla que se perpetra en el cuerpo de ellas, que son el botín de una guerra decidida, financiada y ejecutada por hombres.”


Como seguramente sabréis, en marzo del año pasado, la organización internacional Women's Link Worldwide pidió a la jueza María Servine que ampliara la macrocausa iniciada el 14 de abril del 2010 en Buenos Aires contra la dictadura franquista (que actualmente engloba más de 300 querellas) para incorporar los crímenes de género (cometidos no sólo durante  la Guerra Civil sino también a lo largo de los años de dictadura) por considerar que es un paso "fundamental" para exigir el fin de la impunidad de los golpistas y de la represión perpetrada durante la Dictadura. Y para completar la mitad de la historia conviene añadir.

La directora legal internacional de este organismo, Glenys de Jesús, señala que la violencia ejecutada por el bando nacional contra las mujeres fue, "no sólo de una brutalidad diferente, sino que además tenía un objetivo claro, que era castigar a aquellas mujeres que el régimen consideraba que habían roto con su posición social",  buscaba "enviar un mensaje de presión a la sociedad completa de cuál debía ser el modelo de conducta femenino" al tiempo que "utilizó a las mujeres para castigar a los hombres del bando republicano" y esto, subraya que se trata de "un tipo de violencia específica que tiene que ser analizada y castigada de forma específica

Siguiendo lo que viene apuntando Sabela Rodríguez Álvarez, periodista con perspectiva de género, conviene señalar cuatro aspectos del texto contenidos en esta ampliación de la querella:  

1.      Aunque la represión franquista recayó sobre las espaldas de hombres y mujeres, la motivación, las causas y los efectos son necesariamente distintos. La organización relata que los "crímenes de género" incluyeron aspectos como la violencia sexual, habitualmente ejercida por "los funcionarios de prisiones o por falangistas que entraban en las cárceles a visitar a las mujeres de manera recurrente". Las mujeres eran detenidas y violadas, no sólo por su lucha política, sino también por el "delito consorte, es decir, por ser familiar de hombres con ideas contrarias a las del régimen".

2.      Por otro lado, el régimen franquista se caracterizó por negar la existencia de presas políticas, que fueron tratadas como delincuentes comunes. "Las torturas a las que fueron sometidas las mujeres se ejercían con el mismo odio y fuerza que hacia los hombres, pero había un componente de género específico hacia ellas, tanto en los insultos como en el uso particular y sexuado de la violencia, las descargas genitales y golpes en el bajo vientre".

3.      Fue común, el robo de bebés, que ronda los "30.960 niños y niñas". Los hijos de las mujeres que eran asesinadas fueron entregados a familias de militares franquistas para "eliminar la semilla marxista" y darles una educación afín al régimen. Hasta más allá de los años 80, muchas mujeres sufrieron el robo de sus hijos en los hospitales bajo la excusa de enfermedad grave y posterior muerte del bebé.

4.      Finalmente, las mujeres fueron sometidas a humillaciones relacionadas con cortes de pelo al cero y purgas con aceite de ricino. Las mujeres, "que no podían controlar sus esfínteres", eran obligadas a pasear por las calles de su pueblo o ciudad, bajo las burlas y agresiones de sus vecinos.

Veremos qué suerte corre esta querella.

No quiso Maye acabar sin mencionar que hoy, ahora, miles de mujeres son violadas, secuestradas, torturadas, convertidas en esclavas sexuales o reclutadas como soldados en primera línea de fuego para cargar las armas. Obligadas a presenciar la muerte de sus maridos, hermanos o el ahogamiento de las mujeres mayores, forzadas las más jóvenes a casarse con sus propios secuestradores para darles hijos. Muchas de ellas se han suicidado en masa cuando han sido devueltas a sus familias porque, además de traumatizadas por la violencia ejercida en sus cuerpos y en su psiquismo, son repudiadas por sus maridos por miedo al contagio y estigmatizadas por su propia comunidad. Estas mujeres dejan de existir porque la violación es tabú para muchas sociedades. Y esa invisibilidad les arrebata cualquier esperanza de hallar justicia.

El cuerpo de las mujeres y de las niñas sigue siendo un botín de guerra. La mayoría de estos delitos quedan impunes porque, como señala Save the Children “la brutalidad ejercida contra mujeres y niñas en países en guerra es muy difícil de documentar” porque ningún gobierno quiere admitir tanta barbarie"

En el famoso artículo de Aryn Baker,  War and rape, que se publicó en la revista Time en marzo de 2016,  Zainab Bangura, representante del Secretariado General de las Naciones Unidas sobre la violencia sexual en los conflictos bélicos afirmaba con rotundidad:  "Las violaciones durante las guerras no son inevitables, pero lo que realmente vienen a ser es el reflejo del estado de subordinación de la mujer en nuestra sociedad. La violencia sexual en tiempos de guerra parará cuando el estatus de la mujer cambie y cuando la vergüenza sea puesta en los violadores y no en las víctimas

Porque, cuando por fin se denuncia, cuando por fin se encuentra el cauce legal para hacerlo y se poseen los testimonios y la documentación, el patriarcado se pone en pie de guerra y se defiende atacando a las víctimas.
Dejemos para otro día el botín de guerra de las manadas que salen de fiesta y la reacción machista que ha suscitado el que sus miembros hayan sido llevados a un tribunal. Es a la víctima a la que se está juzgando.

Nada más, no miréis para otro lado cuando hablemos de violencia sobre la mujer porque no estamos libres del olvido interesado y cruel sobre este tema.

Esta acertadísima y documentada intervención de Maye Bobadilla encaja perfectamente con el carácter de denuncia de nuestro libro, porque “Blanca de guerra” no es una simple novela histórica, no es una trama ficticia encuadrada en el marco de unos acontecimientos  históricos. La obra de Palmis no tiene nada de ficticio; el autor ha bebido en las fuentes de los  archivos históricos y ha obtenido datos de los testimonios orales, y si bien son simulados los lugares donde se ubican los hechos y los nombres de quienes los protagonizan, estamos hablando de la dura realidad de las historias de unas mujeres humilladas y sojuzgadas, violentadas, utilizadas como mercancía con que satisfacer a los mercenarios que Franco reclutó para dar el golpe a la democracia, las historias de unas mujeres que habían cometido el delito de mantenerse fieles a la República, o de ser las compañeras de quienes la defendieron.

La victoria de los fascistas españoles se consolidó con la humillación de los vencidos, de los hombres y mujeres fieles al gobierno, y disfrutando sádicamente con esa humillación.

El libro de Juan Palmis está novelado, lo que facilita muchísimo nuestra inmersión en la historia; y la asociación MHC está segura de que con esta lectura se está facilitando una manera ágil y efectiva de divulgar esta historia.