El día del Trabajo, como tal, era para el franquismo el
18 DE JULIO, el día, para el régimen, de la FIESTA NACIONAL, considerada como
aniversario del golpe de estado cuyo fracaso inicial dio lugar a la guerra del
36; la paga extraordinaria de verano se llamaba “paga del 18 de julio” aunque en
realidad, el golpe de estado de los militares traidores tuvo lugar el 17 de
julio, y se venía preparando desde mucho antes pero comenzó a madurar con la
victoria en las elecciones del FRENTE POPULAR; golpe de estado esperado y
temido que, no obstante, sorprendió a las jerarquías republicanas, confiadas
extrañamente, a pesar del ambiente golpista que se venía mascando durante todos
esos meses. Así ocurrió con el Presidente del Consejo de Ministros Casares Quiroga, que desoyó las
advertencias de Azaña, Presidente de
la República. Tampoco quiso atender la petición del socialista Indalecio Prieto, el día 14, tras los
asesinatos del Teniente Castillo y el diputado conservador Calvo Sotelo, de
armar a los trabajadores, pues el cuartelazo se veía venir; y no sólo no
accedió a ello, sino que ordenó cerrar las sedes de grupos cercanos a los
anarquistas y los carlistas y de retirar los periódicos Ya y Época, así como
suspender durante 8 días las sesiones parlamentarias.
Lo cierto es que el día 10 el Consejo de Ministros había sido informado de la conspiración y el Servicio de Inteligencia había elaborado una lista con más de 500 nombres de implicados en el potencial golpe, pero pensaron que lo mejor era repetir la estrategia que había dado resultado en el pronunciamiento de Sanjurjo: esperar a que los golpistas dieran el primer paso para empezar entonces las detenciones.
No sabemos qué habría ocurrido de actuar de otra manera,
lo cierto es que el día 1 ya
había presentado Mola (“El Director”)
su informe reservado; el 4, Juan March le había entregado a Luca de Tena un cheque en blanco para
financiar el avión que este último compró con el asesoramiento de Juan de la Cierva el día 5 (el Dragon Rapide) y el día 7, por orden del
“Director” llegó Fanjul a Madrid con
el nombre de los oficiales comprometidos en el golpe.
Mientras que el
día 16, (la Virgen del Carmen) Franco
celebraba el santo de su hija Carmencita, tenía lugar, por orden suya, el
asesinato del general Amado Balmes
Alonso, por oponerse a la sublevación que se estaba preparando.
Ese mismo día 16,
Manuel Machado se encontraba en Burgos, con su mujer, celebrando el santo de su
cuñada y no pudieron volver a Madrid por perder el último autobús. Pilar de
Valderrama (Guiomar) se encontraba en Estoril desde mucho antes, y el día 13 de
junio había escrito para felicitar a Antonio, hermano de Manuel, nuestro llorado
poeta Antonio Machado, para felicitarle en su santo y pedirle “que saliera de
Madrid” ante “las noticias alarmantes que de allí llegaban”.
También el día 16, en Cartagena, el
Comandante del Lepanto, don Valentín
Fuentes, se dirigió extrañado a Capitanía: De madrugada había recibido
orden de zarpar hacia Barcelona, y cuando ya se encontraba a punto de hacerlo,
una motora vino dando contraorden: había que regresar al muelle; y después, a
las 8 de la tarde, nueva orden de partir hacia el Sur para comunicar a Madrid
su situación cuando se encontrara a 30 millas y esperar instrucciones del
Ministro de Marina. Al llegar a Capitanía, a pedir alguna explicación, inquieto
porque era la primera vez que recibía una orden así, se extrañó porque varios
oficiales y marineros se encontraban instalando un sistema supletorio de luz, y
a pesar de lo avanzado de la hora estaba allí todo el personal de oficinas y
con la pistola al cinto. Al preguntar lo que pasaba al Vicealmirante Márquez, éste, después de pedirle que no se
preocupara, le preguntó “¿Es usted creyente?” y ante la respuesta afirmativa le
dijo: “Hoy es la Virgen del Carmen. Récele y confíe en ella”.
¿Qué ocurrió para que, a pesar de tanto indicio de un
posible golpe no se tomaran medidas? El Ministro
de Marina, José Giral, había ordenado a los jefes de las bases navales que
evitaran las campañas de propaganda y comunicaran el grado de confianza que
tenían en el personal a su mando, pero concedió los permisos de verano, porque
las informaciones que le proporcionaron no las consideró alarmantes.
Y así, el día 17,
la insurrección de las tropas de Melilla con el arresto del Delegado de
Gobierno, la destitución de todos los mandos republicanos y el fusilamiento del
alcalde, que podía haberse quedado en un pronunciamiento fallido, aunque no lo
fue, sorprendió al presidente Azaña en la sede de verano del Jefe del Estado, el
palacio de El Pardo, y hubo de dirigirse rápidamente al Palacio Real a reunirse
tanto con Casares Quiroga como con
los líderes de los partidos fieles al gobierno republicano.
Por todas partes señales de que algo se estaba preparando, pero quienes tenían que haberlas interpretado no lo supieron o no lo quisieron hacer.
El país, ahora, estaba dividido entre golpistas y fieles
al gobierno legítimo. El pueblo en armas se dirigió a defender los derechos que
en el breve período de gobierno republicano había llegado a conseguir. Comenzó
así una guerra atroz que dio lugar a una feroz dictadura cuyas víctimas, a 47
años de la muerte del dictador no han obtenido todavía su reconocimiento; por
ello, desde las asociaciones memorialistas, continuamos clamando por la VERDAD,
JUSTICIA Y REPARACIÓN.