Unas
horas en las excavaciones de la finca El Marrufo reviven la historia de
terror vivida tras el golpe de Estado franquista, que convirtió al
cortijo en un campo de concentración republicano
J.P. LOBATO / JEREZ | ACTUALIZADO 05.08.2012
La
tranquilidad que presentan en la actualidad las tierras de la finca El
Marrufo esconde los ecos pasados del terror que vivieron y respiraron
los vecinos de pueblos colindantes al territorio hace 76 años, cuando
vieron convertido el cortijo en un campo de concentración donde fueron
fusilados, según estudios iniciales, alrededor de 300 personas en el
paso de las tropas sublevadas de Franco en busca de una de las últimas
bolsas de resistencia republicana en España. Muerte, injusticia y la
espera de una recuperación histórica se dan cita a partes iguales entre
los límites de la parcela situada en el valle de la Sauceda, confluencia
de las provincias de Cádiz y Málaga, lugar geográficamente estratégico
puesto que el mando militar sublevado tenía especial interés en terminar
con la comunicación entre Ronda y Algeciras y salvar los obstáculos de
su avance hacia Málaga.
La
excavación y exhumación de los cadáveres del Marrufo es la culminación
de un proceso muy largo que se inició a finales de los años 80 a través
de la recogida de documentos históricos y testimonios personales que
avalaran la existencia de los fusilamientos, ya que entre los paisanos
de pueblos de alrededor se sabía la tragedia pero había que encontrar
pruebas fehacientes. Tres son las materias principales que confluyen en
los estudios de los sucesos en la finca. Por un lado, Fernando Sigler
Rivera es el coordinador de las investigaciones históricas, así como
miembro de la asociación Papeles de Historia, que trabaja mano a mano
con el organizador arqueológico de la excavación, Jesús Román Román, y
el presidente de la asociación de Familiares Represaliados por el
Franquismo de la Sauceda y el Marrufo, Andrés Rebolledo Barreno.
Entre
julio y agosto del año pasado se realizó un estudio previo del terreno
que consistió en esta consulta de documentos históricos, testimonios
personales y catas arqueológicas que terminaron constatando lo que el
pueblo sabía desde hacía muchos años, que efectivamente había fosas
comunes en la finca tras hallar dos cráneos. Fernando Sigler explica
como “tras ese primer paso, se elaboró un proyecto de exhumación general
de toda la finca con la idea de que ya sabíamos que había cientos de
personas enterradas. Así que este año comenzamos el pasado 2 de julio y
ya hemos localizado cuatro fosas con 21 cuerpos que tienen señales de
violencia y evidencias balísticas”.
Hasta
ahora cuatro son las fosas en las que trabajan exhaustivamente los
expertos en El Marrufo. En la primera se han encontrado hasta la fecha
diez cadáveres. En la segunda ya han sido exhumados y levantados los
únicos dos cuerpos encontrados. Una tercera fosa apareció tras detectar
los restos de una mujer con una peineta en la parte trasera del cráneo,
enterrada con otro cadáver pequeño con un pendiente que parece ser su
hija. En esta parcela de dos metros cuadrados, tras estimaciones
iniciales, pueden haber enterradas entre 7 y 9 personas. Un cuarto
enterramiento ha sido descubierto tras seguir investigando en la primera
fosa, donde todavía está por determinar cuántos cuerpos puede haber.
Está previsto que dos fosas nuevas sean excavadas en la parte superior
del monte debido a las evidencias de balas, fusiles o pistolas
encontradas en la zona.
Para
estimar cuántas personas pueden permanecer enterradas en la parcela del
valle de la Sauceda hay que tener en cuenta que el territorio tenía una
población de 500 a 2.000 personas, a las que hay que sumar la población
refugiada que huía de los pueblos de alrededor a medida que avanzaban
las tropas sublevadas. San José del Valle, Algar, Tempul, Alcalá de los
Gazules, Jimena de la Frontera, Ubrique y Cortes son algunas de las
localizaciones de las que provenían los republicanos que querían salvar
su vida.
Para
ajustar la fecha en que se produjeron las matanzas, hay que situar el
momento en que se produce el golpe de Estado en España el pasado 18 de
julio de 1936. Hasta el 31 de octubre del mismo año, la zona del Marrufo
fue una de las últimas zonas leales al régimen republicano,
produciéndose la ocupación por parte de los sublevados el día 1 de
noviembre con un destacamento militar encabezado por el teniente José
Robles Ales, siguiendo las directrices del ejército del Sur encabezado
por Queipo de Llano. Fernando Sigler explica cómo “las fuentes
sublevadas hablaban en los días previos de esta zona de que había un
millar de milicianos armados. Los golpistas necesitaban acabar con el
último refugio republicano. En su lógica de ‘tierra quemada’, no podían
permitir la existencia de una bolsa de resistencia que impidiera dejar
expedito el avance hacia Málaga”. La situación estratégica de esta zona
obligó a los sublevados a “coordinar sus fuerzas con columnas
procedentes prácticamente de los cuatro puntos cardinales para asegurar
su ocupación”, explica el historiador, quien también esclarece que
“hasta finales de febrero de 1937 se produjeron fusilamientos sin causa
previa. Es decir, sin proceso de causa, hasta que la autoridad militar
de Sevilla instó a que los republicanos detenidos fueran sometidos a
consejos de guerra, aunque la mayoría seguía derivando en
fusilamientos”.
Una
vez concluidas las excavaciones intervienen los antropólogos físicos
Juan Carlos Pecero Espín y Juan Manuel Guijo Mauri, especialistas en el
estudio de los huesos humanos. Tras hacer el estudio correspondiente,
extraen las muestras de ADN para hacer un banco de muestras de los
familiares y otro de los fusilados para intentar casar los resultados.
Pecero relata su trabajo diario en El Marrufo como una “documentación in
situ. Contextualizamos todos los hallazgos relacionados con los
individuos y delimitamos si existen evidencias relacionadas con
episodios de violencia”. El antropólogo especialista señala que las
agresiones se hacen patentes debido a “las posiciones anómalas en los
entierros. Estos cadáveres presentan unas posturas forzadas, e incluso
hemos encontrado extremidades separadas del cuerpo. También tenemos
evidencias balísticas, ya que algunos cuerpos tienen proyectiles en el
cráneo u otras extremidades, aunque hay otras evidencias que no dejan
huellas en el hueso pero sí están relacionadas con la violencia, como
alambres con los que maniataban a los fusilados o balas que se alojan en
zonas sensibles del cuerpo”.
En
cuanto al estado en que se encuentran los cuerpos, Pecero señala que el
nivel de conservación es “medio. Están fundamentalmente afectados por el
terreno, que en este caso disuelve y hace que se pierdan las sustancias
de algunas partes más sensibles de los huesos”. Barajando unos datos
provisionales y “a pie de calle”, el antropólogo, señala que “la mayoría
de cuerpos hallados son de sexo masculino, aunque también hay de
mujeres”. La franja de edad es más variable, aunque la mayoría son
adultos de edad media por debajo de los 45 años. A nivel histórico,
Fernando Sigler relata cómo las mujeres y los niños eran recluidos en
“la ermita aún existente en el cortijo, mientras los hombres eran
encerrados en los pabellones anejos”. Las mujeres eran torturadas para
que dieran datos sobre sus allegados, mientras los fusilados eran
enterrados en las fosas comunes que las víctimas habían sido obligadas a
cavar previamente. El historiador, además, cuenta basándose en los
relatos históricos “que el teniente Robles no decidía menos de cinco
fusilamientos diarios. Además, obligaba a la banda de música de Ubrique a
tocar en la finca para evitar que oyeran los gritos de desesperación de
las mujeres torturadas y violadas”.
El
presidente de la asociación de Familiares Represaliados por el
Franquismo de la Sauceda y el Marrufo, Andrés Rebolledo, además de una
“implicación como ciudadano”, tiene un leitmotivpersonal, ya
que su abuelo y un hermano de éste fueron fusilados y descansan en las
tierras de la finca. El presidente señala la importancia del proyecto en
cuanto a la “recuperación histórica y el dar la dignidad que se merecen
a esas personas que murieron fusiladas y asesinadas injustamente por
defender la legalidad de la república”. En el colectivo entienden que
“estas matanzas no pueden quedar en el olvido. De alguna forma, esto es
una asignatura pendiente que tienen nuestro país desde hace ya muchas
décadas”. Los encargados de esta excavación “palpamos, respiramos y
conocemos la historia, porque de alguna forma, nuestros familiares nos
contaron poco de esa época por un miedo todavía calado al régimen.
Nuestro objetivo principal es condenar la impunidad, los crímenes de
guerra hacia la población civil y contra la humanidad”.
Este
proyecto se financia actualmente por dinero donado de un familiar de
fusilado, que además de sufragar los gastos de las excavaciones y
exhumaciones será destinado a otras cuatro iniciativas una vez terminen
las investigaciones en la finca el Marrufo. La primera idea es la de la
compra y rehabilitación de un edificio del casco antiguo de Jimena para
la creación de la Casa de la Memoria, que se convertirá en un entro de
investigación sobre la memoria histórica. Otro de los planes para
dignificar y homenajear a los fusilados es el de restaurar el antiguo
cementerio de la aldea de la Sauceda, que se dejó de usar en los años 60
y donde se pretende dar sepultura a todos los cuerpos hallados y
colocar un monolito en forma de homenaje. Los dos último propósitos son
la elaboración de una exposición itinerante por todos los pueblos de
alrededor explicando lo sucedido en el Marrufo durante la dictadura, así
como la publicación de un libro donde se recoja todo el proyecto. Esta
obra estará dividida en tres partes: Un estudio histórico, los
resultados de las excavaciones arqueológicas y el proceso de
reivindicación de las víctimas desde el punto de vista de los familiares
y asociaciones memorialistas.
La
publicación de este libro supondrá la conclusión del difícil trabajo de
recuperación de memoria histórica realizado por el grupo coordinador de
las excavaciones y exhumaciones, con la única pretensión de dar a
conocer la historia más reciente de España y dignificar a las víctimas
de la Guerra Civil.
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