El autor intelectual de tal atrocidad fue el psiquiatra militar Antonio Vallejo-Nájera
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Psiquiatra militar Antonio Vallejo-Najera |
Fèlix Martínez. El Diario.es, 19 de julio de 2012
La condena a 50 años de prisión del dictador argentino Jorge Rafael
Videla por el programa de secuestro de los hijos de las disidentes
políticas torturadas o asesinadas en la Escuela Superior de Mecánica de
la Armada (ESMA) durante los gobiernos de la junta militar entre 1976
y1983, havuelto a poner de manifiesto la existencia de un pacto en
España para dejar impunes los crímenes de lesa humanidad cometidos
durante el franquismo.
Desde el golpe militar del Francisco Franco y su dictadura, que se
extendió hasta su muerte en 1975, fueron robados a las presas políticas
más de 30.000 niños, por las mismas razones y con las mismas técnicas
utilizadas por la junta militar argentina.
Mientras en Argentina, la derogación de las leyes de punto final por
el anterior presidente, el fallecido Néstor Kichner, ha permitido el
proceso de los responsables de crímenes contra la Humanidad durante la
dictadura, en España donde el programa de desaparición de niños
sobrevivió a Franco y llegó a prolongarse hasta la década de 1990, el
pacto para ocultar y no perseguir a los responsables de aquellos
crímenes sigue vigente.
El único intento de perseguir los crímenes del franquismo que se ha
producido en España, el del ex juez de la Audiencia Nacional Baltasar
Garzón, acabó provocando la suspensión del magistrado, a pesar de que
había abandonado ya el caso por las presiones de la Fiscalía y del
Gobierno, a raíz de una querella presentada por el grupo ultraderechista
Manos Limpias. Garzón no volvería a ejercer la magistratura porque,
mientras estaba suspendido por el caso del franquismo, fue condenado a
una pena de inhabilitación absoluta por lo que el Tribunal Supremo juzgó
como vulneración de derechos fundamentales durante la instrucción del
caso Gürtel. Días después de esta condena, la acusación contra Garzón
por perseguir los crímenes del franquismo fue archivada. Pero el
magistrado ya había pagado el precio de intentar sentar en el banquillo a
los responsables de crímenes contra la Humanidad cometidos durante la
dictadura.
El pasado 26 de junio todo el mundo pudo asistir en sesión televisada
a la comunicación in voce, es decir a la lectura pública de la
sentencia de la Corte Suprema argentina que condenó a Videla a 50 años
por el secuestro de niños. Ya cumplía cadena perpetua por los otros
crímenes cometidos durante la última dictadura.
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Jorge Rafael Videla |
Videla asistió impasible a la lectura del fallo. Otro de los
acusados, Reynaldo Bignone, que también presidió la junta militar, se
derrumbó al escuchar cómo la presidenta del tribunal le declaraba
también culpable.
A él sólo se le impuso una pena de 15 años de prisión porque el
número de niños secuestrados, era mucho menor que el atribuido a Videla,
al que sólo se le pudieron imputar 34 secuestros. Tanto en la sala como
en las calles de Buenos Aires hubo una explosión generalizada de júbilo
cuando la magistrada leyó el fallo contra Videla. La sentencia fue
acogida como un reconocimiento y una reparación a las víctimas y fue
especialmente celebrado por las Madres y, sobre todo, por las Abuelas de
la Plaza de Mayo.
En el caso español, el de los niños robados del franquismo es un
episodio prácticamente desconocido hasta el año 2000. Ese año, TV3, la
televisión pública catalana, emitió en el espacio 30 minuts un
documental de producción propia titulado Els nens perduts del franquisme
–Los niños perdidos del franquismo–, realizado por los periodistas
Ricard Belis y Montse Armengou, y por el historiador Ricard Vinyes.
El documental más tarde dio lugar al libro Los niños perdidos del
franquismo, editado por Plaza & Janés. Recogía las investigaciones y
la documentación que probaban las tesis de Vinyes: el franquismo, desde
el primer momento había llevado a cabo un plan sistemático de
exterminio de los marxistas, a los que consideraba seres inferiores, que
no se limitó a la guerra y que se extendió durante toda la dictadura.
El autor intelectual de tal atrocidad fue el psiquiatra militar
Antonio Vallejo-Nájera, un filonazi convencido de la necesidad de
exterminar a la “subespecie” compuesta por los rojos, con un gran
ascendente sobre Franco, que le permitió implantar su plan tras
nombrarle jefe de los Servicios de Psiquiatría del Ejército.
En 1938, Vallejo-Nájera había dirigido un estudio sobre los
prisioneros de guerra republicanos para determinar qué malformación
llevaba al marxismo. Según las investigaciones de Vinyes, el plan estuvo
en vigor durante toda la dictadura, a pesar de que Vallejo-Nájera murió
en 1960. E incluso sobrevivió al propio Franco, aunque tras los
primeros años de la transición sólo tenía fines económicos.
El trabajo fundamental de Belis y Armengou en el documental fue
lograr el testimonio de mujeres vivas que habían sido víctimas del plan
de Vallejo-Nájera. Lo lograron al localizar a varias mujeres cuyos
neonatos habían sido secuestrados con la complicidad de Falange y de la
Iglesia católica, que, hasta la fecha se han venido negando
sistemáticamente a entregar la información que consta en sus archivos
sobre el caso. El resultado fue una serie de testimonios desgarradores.
Hasta tal punto tuvieron impacto los testimonios recogidos en el
documental, que el juez Garzón citaba abundantemente el libro Los niños
perdidos del franquismo en el auto en el que rechazó las alegaciones
tanto de algunas defensas y de la Fiscalía contra su decisión de
investigar todos los casos de detención ilegal de recién nacidos en el
franquismo, con la complicidad de la Iglesia Católica y de la Falange.
El auto de Garzón no es nada lejano en el tiempo. Lo dictó el 11 de
noviembre de 2008, y en el extenso documento adjunto –consta de 152
folios– argumenta que, aunque hubieran fallecido los supuestos
responsables de los delitos, el caso debía investigarse no sólo para
determinar quiénes colaboraron, en qué grado y si queda alguien con
vida, sino para recuperar la información retenida por Falange y la
Iglesia y poder reparar parcialmente así el daño causado a las víctimas.
El propio Ricard Viyes, que, con posterioridad a Los niños perdidos
del franquismo publicó un ensayo titulado Irredentas sobre el secuestro
de niños , también citado de manera abundante por Garzón en su auto de
18 de noviembre de 2008, fue uno de los más entusiastas defensores del
intento del ya ex magistrado de esclarecer por la vía judicial aquella
siniestra conjura.
Finalmente, las presiones se hicieron insoportables para Garzón y se
vio obligado a abandonar el caso, aunque lo remitió a los juzgados
ordinarios de las diferentes localidades donde le constaba que se habían
producido los delitos. A pesar de desistir, los poderes fácticos que
estaban detrás de las presiones para que abandonara el caso, y que
abarcan la mayor parte del arco parlamentario español, decidieron que el
magistrado no podía quedar sin castigo.
Fue suspendido por el caso del franquismo, pero condenado por una
causa menos vergonzante internacionalmente, aunque igualmente
escandalosa. El juez que inició el caso Gürtel de corrupción
generalizada en las administraciones controladas por el PP,
esencialmente la Comunidad de Madrid y la de Valencia, fue condenado
mucho antes que los imputados, contra los que existen indicios más que
fundamentados de criminalidad.
Sin embargo, las represalias contra Garzón parecen haber tenido el
efecto contrario al pretendido. De entrada, los ensayos e
investigaciones históricas bien documentadas sobre el secuestro de
recién nacidos de las presas políticas del franquismo han proliferado.
Hasta culminar en la que parece ser la obra que prueba de manera
definitiva el carácter de plan sistemático de exterminio de la
disidencia política, El Holocausto español, publicado el año pasado por
el prestigioso hispanista de la London School of Economics, Paul
Preston.
El conocido biógrafo de Franco expone cómo, desde el primer momento
del golpe de Estado del 18 de julio de 1936, los militares rebeldes ya
estaban determinados a exterminar a los militantes de izquierdas a los
que consideraban subhumanos. El plan de Vallejo-Nájera para el secuestro
de recién nacidos de las prisioneras rojas formaba parte del
experimento general para erradicar el marxismo, el obrerismo y a todos
aquellos que defendieran tales ideas.
Las víctimas del robo de niños también parece haber reunido el coraje
suficiente para reclamar ante los tribunales que esclarezcan
definitivamente el caso. Y, aunque las víctimas políticas del franquismo
saben que no prosperará la investigación, aquellos que vieron cómo les
sustraían a sus recién nacidos con posterioridad al fallecimiento del
dictador y por razones económicas y religiosas ya han conseguido la
imputación de un médico y de una monja en los juzgados.
Pero, lo que definitivamente cierra el círculo del paralelismo entre
el caso argentino y el español es un término: “Plan sistemático”. Lo han
empleado los historiadores, desde Vinyes a Preston, lo empleó el juez
Garzón, y lo han empleado tanto la Corte Suprema argentina como los
ahora condenados.
En Argentina tienen muy clara la vinculación entre el franquismo y la
dictadura argentina. Franco fue un modelo para Juan Domingo Perón
mientras estuvo exiliado en Madrid. Cuando regresó a Argentina y se alzó
con la victoria en las presidenciales de 1973 ya tenía claro que su
modelo de Estado era el franquismo. De hecho, la brutal represión contra
la izquierda empezó bajo su mandato, a manos del oscurantista José
López Rega, encargado de organizar el terrorismo de Estado a través de
la Alianza Anticomunista Argentina, o Triple A.
Lo que precipitó el golpe de 1976 fue precisamente la descofianza de
los militares en López Rega e Isabel Martínez de Perón, que sucedió al
general en la presidencia cuando falleció en 1975. La junta militar
consideraba que la paranoia de López Rega y su aparato paraestatal no
hacían sino retrasar los planes de Perón. Planes que debían ser llevados
a cabo directamente por la estructura del Estado.
http://www.eldiario.es/zonacritica/2012/07/19/secuestro-de-ninos-la-condena-en-argentina-y-la-impunidad-del-franquismo-en-espana/