miércoles, 28 de noviembre de 2018

AGUSTÍN SOTO, DE CARTAGENA A DACHAU


Agustín, Soto Sánchez pasó de militar republicano, luchador contra Franco, a exiliado político, primero, después, a integrante de la Resistencia Francesa, para acabar siendo deportado al campo nazi de Dachau.


Salvador, un dolorense de 80 años, comparte con nosotros, emocionado, los recuerdos que tiene de su hermano, AGUSTÍN SOTO SÁNCHEZ, 21 años mayor que él, y a quien no pudo conocer hasta el 1959.
Agustín, militar profesional, se encontraba destinado en Ceuta cuando le concedieron unos días de permiso que vino a pasar con su familia a Cartagena, por lo que se encontraba en su barrio, Los Dolores, el 17 de julio de 1936.
Tras el golpe de estado fascista quedó en Cartagena – nos cuenta su hermano -  como Jefe de Guarnición del Castillo de Galeras, pero pidió ir al frente. Poco más supo de él su familia a partir de ese momento; supieron que sirvió bajo las órdenes de El Campesino, de quien hablaba muy bien en sus cartas, que ascendió a comandante,  y que al final de la guerra se encontraba en Barcelona. Mucho tiempo pasó desde entonces hasta que volvieron a saber de él, de nuevo a través de las cartas, una vez concluida la II Guerra Mundial.  Agustín escribió a su familia a través de una amiga que tenía familia en Argelia, preguntando si podría volver a casa, pero su madre le respondió negativamente; ella sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo a quienes habían vuelto y le aconsejó que se quedase en Francia.

Podemos completar los huecos en el relato de Salvador con los datos enviados a través del correo por Louis, uno de los hijos de Agustín, residente en Figeac (Región de Lot) que nos habla de la carrera militar de su padre anterior a la guerra, como maestro armero del Palacio Real en tiempos de Alfonso XIII, y posteriormente, piloto y después comandante del Campo de Aviación de Cuatro Vientos, en Madrid; nos manifiesta en su relato el gran orgullo que siente por el papel que jugó durante los primeros tiempos de la guerra como oficial de la República, perteneciente a aquellos oficiales que impidieron la caída de la plaza de Cartagena en manos de los golpistas, militares que consiguieron salvar para el gobierno el puerto de Cartagena, de gran valor estratégico para recibir las armas y ayuda extranjeras.  También nos relató su participación en la carga del oro del Banco de España en tres barcos soviéticos, haciendo hincapié en lo interesado de la ayuda de Stalin, que nos dio a cambio armas antiguas, y pide no se olvide la pertenencia de Agustín al Partido Comunista y su participación en las batallas del Frente Republicano, hasta que llegó a la frontera francesa con la derrota en 1939, siendo internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer.
Nada supo, de momento, su familia, sobre el lugar en que se encontraba, y pasó mucho tiempo hasta el reencuentro, cuando Salvador, que había nacido poco antes de que su hermano marchase al frente, pudo por fin conocerlo, con 21 años de edad,  en un viaje que hizo, acompañando a su padre, para encontrarse con él. Su hermano llegó a cruzar los Pirineos, llegando hasta Gerona, para volver después. Fue en ese encuentro cuando comenzó a saber del largo periplo de sufrimientos por los que discurrió a lo largo de esos 20 años en que estuvo separado de su familia y de su país. Se enteró de lo que había sufrido Agustín en el exilio, y de lo mal que los franceses se portaron con los exiliados españoles.
Su hermano le contó cómo los habían utilizado como mano de obra barata, y la manera en que, al cabo de un tiempo se integró como voluntario en el ejército nacional francés, antes del estallido de la II Guerra Mundial. Agustín, gracias a sus conocimientos como oficial de Artillería, prestó servicios en un campo de instrucción de tiro. Estuvo varias veces en peligro, librándose por primera vez de una muerte casi cierta en la explosión de un cañón muy potente, que acabó con la vida de muchos de sus compañeros.

Fue desmovilizado en Figeac con su compañía de Bourges en 1940 y entró entonces en la Resistencia Francesa; al principio, en los FTP (Francotiradores y Partisanos; de filiación comunista), y después en el Movimiento Gaulista del MUR (agrupamiento de los tres grandes movimientos de la Resistencia que actuaron en el sur de Francia durante la ocupación, a partir de 1943), también en Figeac.
Sus hijos se muestran orgullosos de que su padre figure en el Museo de la Resistencia y Deportación de Lot, en Figeac, donde recibió un homenaje por su participación en la lucha del Maquis.

Por la mañana, mi hermano, trabajaba – nos relata Salvador - por la tarde atacaba cuarteles y trenes, luchaba contra los alemanes…   
Y su hijo nos relata que Agustín, uno de los fundadores del movimiento armado clandestino de los guerrilleros españoles participantes en la Resistencia Francesa, fue denunciado y arrestado, con otros siete republicanos españoles en noviembre de 1942 en Figeac – Los de la Gestapo lo identificaron como español por la manera de dar el cigarro, dice su hermano – Después de pasar por el juzgado, en Toulouse, fue internado en el campo de Vernet d’Ariège.
Allí se internaba a todos los extranjeros considerados peligrosos para el orden público, republicanos españoles, combatientes de las brigadas internacionales, intelectuales antifascistas de todas las nacionalidades: alemanes, franceses, yugoslavos, españoles, rusos, italianos, belgas… en condiciones infrahumanas.
En 1944, los últimos internados fueron evacuados; los hombres, deportados al campo de concentración de Dachau, las mujeres, al de Ravensbrück, y a Dachau fue trasladado Agustín en un camión.  Dachau… campo de la muerte, en que los dividían en dos grupos: quienes estaban en condiciones de trabajar, podían comer; quienes no servían para el trabajo, morían de hambre y de sed. Dachau, donde los que trabajaban, recogían por la mañana los cadáveres de los compañeros que habían fallecido por inanición, y los amontonaban en un lugar desde el que eran trasladados a los crematorios.
Y en Dachau, donde había sido destinado al recinto en que estaban los condenados a morir de hambre, un día, un oficial alemán, se dirigió a ellos en perfecto español, pidiendo que salieran los cartageneros hacia el otro lado, y así salvó la vida por segunda vez. Ese alemán había vivido mucho tiempo en Cartagena, donde tuvo una relojería en Barrio de la Concepción, y les explicó que, lo mismo que él, no todos los alemanes estaban de acuerdo con Hitler.
Llegados los últimos días de la guerra, ante la proximidad de los aliados, los soldados tenían órdenes de minar el campo y hacerlo estallar con los prisioneros en su interior, pero tuvieron la suerte de que algunos que no querían cargar sobre su conciencia el cumplimiento de esa orden, permitieran que cinco de los deportados salieran al encuentro de los americanos. Uno consiguió llegar con vida hasta sus líneas, y al ser informados, enviaron una avanzadilla sobre el campo, que lo tomó después de bastantes bajas. Los prisioneros fueron liberados.

Después de la liberación, la intención de los americanos fue la de destruir el campo; pero lo impidió la llegada de los rusos, que insistieron en que el mundo debía ser conocedor de lo que allí había pasado.
Agustín no regresó a España. Francia acogió a los deportados como a hijos predilectos, y se integró en su nuevo país como un francés más, a pesar de añorar siempre su país natal, por cuya liberación del franquismo había luchado.

Su esposa, Angelita Suárez- Cueto Cabeza, era la hija de uno de los fundadores del Partido Comunista Español, que fue director del Gabinete del Ministro de la Guerra en 1936, que sufrió internamiento en el campo nazi junto a Agustín, que le salvó la vida.
El estado francés ha reconocido los sacrificios y el heroísmo de los deportados españoles cuya lucha en la Resistencia  tan determinante fuera para liberar a Europa del fascismo. Ya va siendo hora que el estado español haga lo propio.

Fuentes utilizadas: Testimonio oral de Salvador Soto Sánchez,  y testimonio escrito de Louis Soto, hermano e hijo, respectivamente, de Agustín Soto Sánchez

lunes, 12 de noviembre de 2018

El campo de GURS




Alrededor de diez millares de españoles y españolas permanecieron internados en los campos de concentración y exterminio de los nazis; campos de los que poco más de dos mil lograron sobrevivir y de los que la mayoría jamás regresó a España.

Durante mucho tiempo hemos ignorado este hecho, hasta que hace poco se comenzó a reconocer, no solo por las asociaciones memorialistas, sino por algunas administraciones locales que,

recogiendo la reivindicación de aquéllas, han llevado a cabo homenajes a estos republicanos españoles que sufrieron bajo el poder de los nazis.

El pasado viernes, la Asociación Memoria Histórica de Cartagena organizó la proyección de "GURS, HISTORIA Y MEMORIA", el documental de Verónica Sáenz que fue presentado por sus productores Fernando Yaza y Anabel Beltrán.

Tras el visionado de la película tuvo lugar un interesantísimo coloquio entre el público y  los productores en que se registró un elevado nivel de participación.





Debemos destacar la asistencia de un grupo de jóvenes, alumnos de Enseñanza Secundaria que participó en el debate con gran interés, y la actitud comunicadora de Anabel y Fernando, dos personas muy comprometidas con la recuperación de nuestra Memoria que nos dejaron una grata impresión.
 Este acto ha supuesto el prólogo a varias actividades previstas por nuestra asociación con el fin de honrar la memoria de los deportados a los campos nazis, que tendrán lugar a lo largo de los siguientes meses.

La participación en la inauguración del monolito que el ayuntamiento de Cartagena erigirá en memoria a los deportados cartageneros, la exposición sobre Francesc Boix, "el fotógrafo del horror" y varias proyecciones son parte de estas actividades.