Agustín, Soto Sánchez pasó de militar republicano, luchador contra Franco, a exiliado político, primero, después, a integrante de la Resistencia Francesa, para acabar siendo deportado al campo nazi de Dachau.
Salvador, un dolorense de 80 años, comparte con nosotros,
emocionado, los recuerdos que tiene de su hermano, AGUSTÍN SOTO SÁNCHEZ, 21
años mayor que él, y a quien no pudo conocer hasta el 1959.
Agustín, militar profesional, se encontraba destinado en
Ceuta cuando le concedieron unos días de permiso que vino a pasar con su
familia a Cartagena, por lo que se encontraba en su barrio, Los Dolores, el 17
de julio de 1936.
Tras el golpe de estado fascista quedó en Cartagena – nos
cuenta su hermano - como Jefe de
Guarnición del Castillo de Galeras, pero pidió ir al frente. Poco más supo de
él su familia a partir de ese momento; supieron que sirvió bajo las órdenes de
El Campesino, de quien hablaba muy bien en sus cartas, que ascendió a
comandante, y que al final de la guerra
se encontraba en Barcelona. Mucho tiempo pasó desde entonces hasta que
volvieron a saber de él, de nuevo a través de las cartas, una vez concluida la
II Guerra Mundial. Agustín escribió a su
familia a través de una amiga que tenía familia en Argelia, preguntando si
podría volver a casa, pero su madre le respondió negativamente; ella sabía
perfectamente lo que estaba ocurriendo a quienes habían vuelto y le aconsejó
que se quedase en Francia.
Podemos completar los huecos en el relato de Salvador con
los datos enviados a través del correo por Louis, uno de los hijos de Agustín,
residente en Figeac (Región de Lot) que nos habla de la carrera militar de su
padre anterior a la guerra, como maestro armero del Palacio Real en tiempos de
Alfonso XIII, y posteriormente, piloto y después comandante del Campo de
Aviación de Cuatro Vientos, en Madrid; nos manifiesta en su relato el gran
orgullo que siente por el papel que jugó durante los primeros tiempos de la
guerra como oficial de la República, perteneciente a aquellos oficiales que
impidieron la caída de la plaza de Cartagena en manos de los golpistas,
militares que consiguieron salvar para el gobierno el puerto de Cartagena, de
gran valor estratégico para recibir las armas y ayuda extranjeras.
También nos relató su participación en la carga del oro del Banco de España en
tres barcos soviéticos, haciendo hincapié en lo interesado de la ayuda de
Stalin, que nos dio a cambio armas antiguas, y pide no se olvide la pertenencia
de Agustín al Partido Comunista y su participación en las batallas del Frente
Republicano, hasta que llegó a la frontera francesa con la derrota en 1939,
siendo internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer.
Nada supo, de momento, su familia, sobre el lugar en que se
encontraba, y pasó mucho tiempo hasta el reencuentro, cuando Salvador, que
había nacido poco antes de que su hermano marchase al frente, pudo por fin
conocerlo, con 21 años de edad, en un
viaje que hizo, acompañando a su padre, para encontrarse con él. Su hermano
llegó a cruzar los Pirineos, llegando hasta Gerona, para volver después. Fue en
ese encuentro cuando comenzó a saber del largo periplo de sufrimientos por los
que discurrió a lo largo de esos 20 años en que estuvo separado de su familia y
de su país. Se enteró de lo que había sufrido Agustín en el exilio, y de lo mal
que los franceses se portaron con los exiliados españoles.
Su hermano le contó cómo los habían utilizado como mano de
obra barata, y la manera en que, al cabo de un tiempo se integró como voluntario
en el ejército nacional francés, antes del estallido de la II Guerra Mundial.
Agustín, gracias a sus conocimientos como oficial de Artillería, prestó
servicios en un campo de instrucción de tiro. Estuvo varias veces en peligro,
librándose por primera vez de una muerte casi cierta en la explosión de un
cañón muy potente, que acabó con la vida de muchos de sus compañeros.
Fue desmovilizado en Figeac con su compañía de Bourges en
1940 y entró entonces en la Resistencia Francesa; al principio, en los FTP (Francotiradores
y Partisanos; de filiación comunista), y después en el Movimiento Gaulista del
MUR (agrupamiento de los tres grandes movimientos de la Resistencia que
actuaron en el sur de Francia durante la ocupación, a partir de 1943), también
en Figeac.
Sus hijos se muestran orgullosos de que su padre figure en
el Museo de la Resistencia y Deportación de Lot, en Figeac, donde recibió un
homenaje por su participación en la lucha del Maquis.
Por la mañana, mi hermano, trabajaba – nos relata Salvador -
por la tarde atacaba cuarteles y trenes, luchaba contra los alemanes…
Y su hijo nos relata que Agustín, uno de los fundadores del
movimiento armado clandestino de los guerrilleros españoles participantes en la
Resistencia Francesa, fue denunciado y arrestado, con otros siete republicanos
españoles en noviembre de 1942 en Figeac – Los de la Gestapo lo identificaron
como español por la manera de dar el cigarro, dice su hermano – Después de pasar por el juzgado, en Toulouse, fue internado en el
campo de Vernet d’Ariège.
Allí se
internaba a todos los extranjeros considerados peligrosos para el orden
público, republicanos españoles, combatientes de las brigadas internacionales,
intelectuales antifascistas de todas las nacionalidades: alemanes, franceses,
yugoslavos, españoles, rusos, italianos, belgas… en condiciones infrahumanas.
En 1944, los
últimos internados fueron evacuados; los hombres, deportados al campo de
concentración de Dachau, las mujeres, al de Ravensbrück, y a Dachau fue
trasladado Agustín en un camión. Dachau… campo de la muerte, en que los dividían en
dos grupos: quienes estaban en condiciones de trabajar, podían comer; quienes
no servían para el trabajo, morían de hambre y de sed. Dachau, donde los que
trabajaban, recogían por la mañana los cadáveres de los compañeros que habían
fallecido por inanición, y los amontonaban en un lugar desde el que eran
trasladados a los crematorios.
Y en Dachau, donde había sido destinado al recinto en que
estaban los condenados a morir de hambre, un día, un oficial alemán, se dirigió
a ellos en perfecto español, pidiendo que salieran los cartageneros hacia el
otro lado, y así salvó la vida por segunda vez. Ese alemán había vivido mucho
tiempo en Cartagena, donde tuvo una relojería en Barrio de la Concepción, y les
explicó que, lo mismo que él, no todos los alemanes estaban de acuerdo con
Hitler.
Llegados los últimos días de la guerra, ante la proximidad
de los aliados, los soldados tenían órdenes de minar el campo y hacerlo
estallar con los prisioneros en su interior, pero tuvieron la suerte de que
algunos que no querían cargar sobre su conciencia el cumplimiento de esa orden,
permitieran que cinco de los deportados salieran al encuentro de los
americanos. Uno consiguió llegar con vida hasta sus líneas, y al ser informados,
enviaron una avanzadilla sobre el campo, que lo tomó después de bastantes
bajas. Los prisioneros fueron liberados.
Después de la liberación, la intención de los americanos fue
la de destruir el campo; pero lo impidió la llegada de los rusos, que
insistieron en que el mundo debía ser conocedor de lo que allí había pasado.
Agustín no regresó a España. Francia acogió a los deportados
como a hijos predilectos, y se integró en su nuevo país como un francés más, a
pesar de añorar siempre su país natal, por cuya liberación del franquismo había
luchado.
Su esposa, Angelita Suárez- Cueto Cabeza, era la hija de uno
de los fundadores del Partido Comunista Español, que fue director del Gabinete
del Ministro de la Guerra en 1936, que sufrió internamiento en el campo nazi
junto a Agustín, que le salvó la vida.
El estado francés ha reconocido los sacrificios y el
heroísmo de los deportados españoles cuya lucha en la Resistencia tan determinante fuera para liberar a Europa
del fascismo. Ya va siendo hora que el estado español haga lo propio.
Fuentes utilizadas: Testimonio oral de Salvador Soto Sánchez, y testimonio escrito de Louis Soto, hermano e hijo, respectivamente, de Agustín Soto Sánchez