Francisco Franco Bahamonde |
Artículo de opinión de Luis Bilbao Barrondo, historiador
EL ilusionista es aquel que produce efectos ilusorios, engañosos, ficticios, mediante artificios y trucos… De Franco y su régimen podemos sustentar que fueron unos grandes ilusionistas, máxime cuando parte de esa ficción, de ese engaño, pervive hasta nuestros días. A día de hoy se siguen argumentando las mismas falacias, después de décadas de desaparición del régimen, por culpa no solo de algunos medios de comunicación en manos aún de quienes en su momento sustentaron la dictadura sino por culpa de muchos historiadores que, a fuerza de repetirlas y de caer en los mismos tópicos e invenciones del servicio de propaganda franquista, acabaron tomando como verdades algunas de aquellas tergiversaciones de la realidad que no se investigaron con la suficiente profundidad ni rigurosidad científica.
La prensa escrita del régimen franquista en Bilbao -El Correo Español/El Pueblo Vasco, La Gaceta del Norte y Hierro-
durante los días posteriores a la muerte de Franco recordaban, con un
entusiasmo exacerbado, las siete veces que había estado el dictador en
Bizkaia en visita oficial. La primera vez fue el 19 de junio de 1937,
cuando la propaganda franquista sostuvo que Franco liberó Bilbao del
desgobierno y caos de los rojos y separatistas. A pesar de que todos
sabemos que fue un golpe de estado militar contra la legalidad vigente
de un gobierno tanto autonómico como municipal elegido en las urnas
democráticamente por los vascos en general y por los bilbainos en
particular. La segunda vez que estuvo fue el 19 de junio de 1939, en el
segundo aniversario de la toma de Bilbao por sus tropas. En su
alocución sostuvo que no le temblaría la mano en las tareas de la paz
como no lo hizo en las de la guerra. En esta ocasión se refería al
régimen represivo que instauró como toda buena dictadura que se precie.
La tercera vez fue el 19 de junio de 1944, otra vez en el aniversario
de la ocupación de Bilbao por las tropas franquistas, celebrándolo con
una parada militar a lo largo de la Gran Vía. La cuarta vez fue el 19
de junio de 1950, una vez más en los actos de aniversario de la
conquista de Bilbao. La quinta vez fue en Bermeo y Pedernales el 16 de
agosto de 1955. La sexta vez fue el 26 de agosto de 1958 cuando llegó a
la apertura de la Feria de Muestras en Bilbao, en donde según la
prensa del régimen, fue cuando advirtió a lo lejos el cinturón de
chabolas que rodeaban Bilbao en los montes cercanos. Interesado por el
tema, al poco tiempo nacía el poblado de Otxarkoaga para erradicar
aquel chabolismo. Lo que omiten es que detrás de esa decisión meramente
paternalista estaban las tremendas presiones a las que tuvieron que
hacer frente desde Madrid por parte de los empresarios, la Iglesia y
las propias autoridades bilbaínas. La última vez que estuvo Franco en
Bilbao, fue el 19 de junio de 1964, una vez más en los actos
conmemorativos de la toma de Bilbao por sus tropas. En este último
viaje inauguró el polígono de Otxarkoaga y nada más hacerlo ya se
requerían por parte de las autoridades locales cuantiosas partidas
económicas para hacer frente a los numerosos problemas constructivos y
urbanísticos que se habían producido.
Fue
algo común de aquella dictadura que muchos de los proyectos que
anunciaban se ejecutaran en exiguas condiciones o no se hacían
realidad. Ejemplos los hubo muchos y de distinto calibre, como con
aquellas infraestructuras que nunca se llegaron a erigir y todas las
magnas obras que supuestamente iban a realizar, según exponían con gran
boato en los medios de comunicación. Fue todo un modelo instituido el
hacer creer algo que nunca sucedería, ya que nunca se llegaron a
materializar o para cuando se hicieron lo fueron tardíamente, ya en
periodo democrático.
Estas
actitudes de Madrid para con Bizkaia, según denunciaban distintos
medios, beneficiaron a provincias de fuera del ámbito vasco y
perjudicaron gravemente a Bilbao. Otro de los grandes absurdos del
franquismo fue el gravísimo problema de la contaminación y las promesas
de resolución que autoridades y sus equipos de gobierno prometían
resolver cuando eran ellos mismos quienes formaban parte del consejo de
las empresas que emanaban gases y productos altamente tóxicos para la
población. Era un auténtico disparate llegar a creer que quienes eran
dueños de esas industrias fueran en contra de sus propios negocios que
les reportaban cuantiosos beneficios. Sí se les puede achacar haber
llegado a convertir a Bilbao en la ciudad más contaminada de Europa.
Pero
la gran paradoja fue que todo el dinero que se recaudaba anualmente en
Bizkaia e iba a Madrid, no revertía. A pesar de ser Bizkaia una zona
eminentemente rica e industrial quedó siempre incompresiblemente
apartada de las políticas del gobierno, de sus tan aclamados planes de
desarrollo económico. Las denuncias que se realizaron por varios medios
de comunicación del propio régimen, tenían una mayor verosimilitud,
porque contradecían los argumentos que llegaban desde Madrid, ya que
según propugnaban las autoridades, el dinero recaudado en Bizkaia iba
destinado a las zonas menos desarrolladas de España. Sin embargo, dicha
premisa suponía otra ficción más del régimen franquista porque, según
denunciaban estos mismos medios de comunicación, la mayoría del dinero
vizcaíno se invirtió en obras e infraestructuras de Madrid y Barcelona
mientras dejaban morir de inanición a Bizkaia.
Todo
ello da idea de lo que realmente había detrás de esa actitud hacia
Bilbao. No era sino la manifestación de un plan perfectamente
orquestado y el evidente síntoma de una patología común entre las
autoridades franquistas; el engaño y la mentira compulsiva aunada luego
a la repentina pérdida de memoria una vez llegó la democracia, ya que
llegaron a negar lo innegable, incluso a pesar de las terribles
evidencias.
Lo
que sí dejó Franco, sin haber hecho aún acto de presencia la crisis
económica, fue entre otras mezquindades la mayor crisis urbana de la
historia de Bilbao y de una mayoría de ciudades de Bizkaia y de
Gipuzkoa. Lo curioso es que, siempre que podían, desde sus medios de
comunicación, se habían encargado de arremeter una y otra vez contra lo
que ellos señalaban era el desastre de ciudad que era Bilbao cuando era
gestionado en la época de la República, "por rojos y separatistas".
Querían hacer creer que estaba justificado lo injustificable.
La
delegación en Bizkaia del Colegio de Arquitectos lo desmentía cuando
todavía Franco no había muerto, tras un pormenorizado estudio
arquitectónico, urbanístico y cultural, sostenían que desde
precisamente la República no se había hecho nada reseñable por Bilbao y
que esencialmente la actitud de los políticos del Ayuntamiento de
Bilbao de aquella época republicana era el espíritu de hacer ciudad
que había que recuperar, porque la política de los dirigentes
franquistas había supuesto la mayor de las catástrofes para Bilbao.
Comprendo
que no fue únicamente por haber tomado como suyos los criterios del
capitalismo puro y duro, cuando perdió la ciudad su razón de ser, sino
que fue -tal y como denunciaban varios partidos políticos en sus
programas a las elecciones municipales de abril de 1979- una anarquía
programada por la propia élite financiera e industrial local, el pilar
si no principal sí uno de los principales en los que se sustentara el
franquismo.
(Deia. 19 / 05 / 2011)
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