domingo, 22 de mayo de 2011

El franquismo, efectos de su paso por Bilbao y Bizcaia


Francisco Franco Bahamonde

Artículo de opinión de Luis Bilbao Barrondo, historiador


EL ilusionista es aquel que produce efectos ilusorios, engañosos, ficticios, mediante artificios y trucos… De Franco y su régimen podemos sustentar que fueron unos grandes ilusionistas, máxime cuando parte de esa ficción, de ese engaño, pervive hasta nuestros días. A día de hoy se siguen argumentando las mismas falacias, después de décadas de desaparición del régimen, por culpa no solo de algunos medios de comunicación en manos aún de quienes en su momento sustentaron la dictadura sino por culpa de muchos historiadores que, a fuerza de repetirlas y de caer en los mismos tópicos e invenciones del servicio de propaganda franquista, acabaron tomando como verdades algunas de aquellas tergiversaciones de la realidad que no se investigaron con la suficiente profundidad ni rigurosidad científica.
La prensa escrita del régimen franquista en Bilbao -El Correo Español/El Pueblo Vasco, La Gaceta del Norte y Hierro- durante los días posteriores a la muerte de Franco recordaban, con un entusiasmo exacerbado, las siete veces que había estado el dictador en Bizkaia en visita oficial. La primera vez fue el 19 de junio de 1937, cuando la propaganda franquista sostuvo que Franco liberó Bilbao del desgobierno y caos de los rojos y separatistas. A pesar de que todos sabemos que fue un golpe de estado militar contra la legalidad vigente de un gobierno tanto autonómico como municipal elegido en las urnas democráticamente por los vascos en general y por los bilbainos en particular. La segunda vez que estuvo fue el 19 de junio de 1939, en el segundo aniversario de la toma de Bilbao por sus tropas. En su alocución sostuvo que no le temblaría la mano en las tareas de la paz como no lo hizo en las de la guerra. En esta ocasión se refería al régimen represivo que instauró como toda buena dictadura que se precie. La tercera vez fue el 19 de junio de 1944, otra vez en el aniversario de la ocupación de Bilbao por las tropas franquistas, celebrándolo con una parada militar a lo largo de la Gran Vía. La cuarta vez fue el 19 de junio de 1950, una vez más en los actos de aniversario de la conquista de Bilbao. La quinta vez fue en Bermeo y Pedernales el 16 de agosto de 1955. La sexta vez fue el 26 de agosto de 1958 cuando llegó a la apertura de la Feria de Muestras en Bilbao, en donde según la prensa del régimen, fue cuando advirtió a lo lejos el cinturón de chabolas que rodeaban Bilbao en los montes cercanos. Interesado por el tema, al poco tiempo nacía el poblado de Otxarkoaga para erradicar aquel chabolismo. Lo que omiten es que detrás de esa decisión meramente paternalista estaban las tremendas presiones a las que tuvieron que hacer frente desde Madrid por parte de los empresarios, la Iglesia y las propias autoridades bilbaínas. La última vez que estuvo Franco en Bilbao, fue el 19 de junio de 1964, una vez más en los actos conmemorativos de la toma de Bilbao por sus tropas. En este último viaje inauguró el polígono de Otxarkoaga y nada más hacerlo ya se requerían por parte de las autoridades locales cuantiosas partidas económicas para hacer frente a los numerosos problemas constructivos y urbanísticos que se habían producido.
Fue algo común de aquella dictadura que muchos de los proyectos que anunciaban se ejecutaran en exiguas condiciones o no se hacían realidad. Ejemplos los hubo muchos y de distinto calibre, como con aquellas infraestructuras que nunca se llegaron a erigir y todas las magnas obras que supuestamente iban a realizar, según exponían con gran boato en los medios de comunicación. Fue todo un modelo instituido el hacer creer algo que nunca sucedería, ya que nunca se llegaron a materializar o para cuando se hicieron lo fueron tardíamente, ya en periodo democrático.


Estas actitudes de Madrid para con Bizkaia, según denunciaban distintos medios, beneficiaron a provincias de fuera del ámbito vasco y perjudicaron gravemente a Bilbao. Otro de los grandes absurdos del franquismo fue el gravísimo problema de la contaminación y las promesas de resolución que autoridades y sus equipos de gobierno prometían resolver cuando eran ellos mismos quienes formaban parte del consejo de las empresas que emanaban gases y productos altamente tóxicos para la población. Era un auténtico disparate llegar a creer que quienes eran dueños de esas industrias fueran en contra de sus propios negocios que les reportaban cuantiosos beneficios. Sí se les puede achacar haber llegado a convertir a Bilbao en la ciudad más contaminada de Europa.
Pero la gran paradoja fue que todo el dinero que se recaudaba anualmente en Bizkaia e iba a Madrid, no revertía. A pesar de ser Bizkaia una zona eminentemente rica e industrial quedó siempre incompresiblemente apartada de las políticas del gobierno, de sus tan aclamados planes de desarrollo económico. Las denuncias que se realizaron por varios medios de comunicación del propio régimen, tenían una mayor verosimilitud, porque contradecían los argumentos que llegaban desde Madrid, ya que según propugnaban las autoridades, el dinero recaudado en Bizkaia iba destinado a las zonas menos desarrolladas de España. Sin embargo, dicha premisa suponía otra ficción más del régimen franquista porque, según denunciaban estos mismos medios de comunicación, la mayoría del dinero vizcaíno se invirtió en obras e infraestructuras de Madrid y Barcelona mientras dejaban morir de inanición a Bizkaia.
Todo ello da idea de lo que realmente había detrás de esa actitud hacia Bilbao. No era sino la manifestación de un plan perfectamente orquestado y el evidente síntoma de una patología común entre las autoridades franquistas; el engaño y la mentira compulsiva aunada luego a la repentina pérdida de memoria una vez llegó la democracia, ya que llegaron a negar lo innegable, incluso a pesar de las terribles evidencias.
Lo que sí dejó Franco, sin haber hecho aún acto de presencia la crisis económica, fue entre otras mezquindades la mayor crisis urbana de la historia de Bilbao y de una mayoría de ciudades de Bizkaia y de Gipuzkoa. Lo curioso es que, siempre que podían, desde sus medios de comunicación, se habían encargado de arremeter una y otra vez contra lo que ellos señalaban era el desastre de ciudad que era Bilbao cuando era gestionado en la época de la República, "por rojos y separatistas". Querían hacer creer que estaba justificado lo injustificable.
La delegación en Bizkaia del Colegio de Arquitectos lo desmentía cuando todavía Franco no había muerto, tras un pormenorizado estudio arquitectónico, urbanístico y cultural, sostenían que desde precisamente la República no se había hecho nada reseñable por Bilbao y que esencialmente la actitud de los políticos del Ayuntamiento de Bilbao de aquella época republicana era el espíritu de hacer ciudad que había que recuperar, porque la política de los dirigentes franquistas había supuesto la mayor de las catástrofes para Bilbao.
Comprendo que no fue únicamente por haber tomado como suyos los criterios del capitalismo puro y duro, cuando perdió la ciudad su razón de ser, sino que fue -tal y como denunciaban varios partidos políticos en sus programas a las elecciones municipales de abril de 1979- una anarquía programada por la propia élite financiera e industrial local, el pilar si no principal sí uno de los principales en los que se sustentara el franquismo.
(Deia. 19 / 05 / 2011)

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