lunes, 23 de mayo de 2011

“A mis 39 años me acabo de enterar de que soy un niño comprado”

Vicente Martínez Gil, en la parafarmacia que regenta en L'Eliana (Valencia).- JESÚS CÍSCAR

Vicente Martínez ha conocido su pasado gracias al chismorreo de unas vecinas

 

JESÚS DUVA / NATALIA JUNQUERA - Valencia – 22/05/2011
“Mis amigos sabían que yo era un chico adoptado, que mis padres no eran mis padres biológicos. Eso era un secreto a voces. Pero yo me enteré por casualidad hace cuatro meses al escuchar una conversación de unas vecinas”. Vicente Martínez Gil ha descubierto, a sus 39 años, que en su día fue “un niño comprado”. Sus padres adoptivos, que jamás le revelaron ni media palabra de sus orígenes, han acabado admitiendo que lo recogieron un día de 1972 “en una casa particular”, probablemente el domicilio de un médico.



“Quiero destapar a esa gente que se creían dioses y traficaban con bebés”
Tras destapar el engaño en el que había vivido, Vicente se puso a investigar y así supo que en realidad vino al mundo el 14 de marzo de 1972 en el hospital clínica Casa de la Salud, en Valencia, y no en el hospital La Cigüeña, como siempre le había hecho creer su madre adoptiva.
Siguiendo con sus pesquisas, logró arrancarles a sus padres la pista de que habían empezado la operación de “compra” a través de un íntimo amigo, que a su vez les había puesto en contacto con un médico. Sin embargo, Vicente averiguó que en realidad ese amigo íntimo había enlazado a sus padres con un cura, un tal don Salvador, quien a su vez les encaminó hacia unas monjas.
“Fui a ver a don Salvador, que solía venir a la casa de mis padres con ocasión de las comidas familiares. Me dijo que estaba esperando mi visita tras las informaciones que estaban saliendo en prensa y televisión sobre las tramas de adopciones ilegales”, explica Vicente en la parafarmacia de L’Eliana, a tiro de piedra de Valencia, donde trabaja. “Ese sacerdote me espetó: ‘¿Qué andas buscando? Nosotros hacíamos una obra de caridad. Las madres seguramente serían jovencitas pudientes que no querían tener a sus hijos. ¿Por qué andas moviendo esto ahora, con la educación que te han dado tus padres?’ A mis padres, en efecto, les dijeron en su día que mi madre biológica era una chica que no quería quedarse conmigo”, explica Vicente, sin perder de vista a su hijo Mario, de dos años, que corretea en derredor.
“Según me han contado mis padres, a ellos les llamaron por teléfono de madrugada, con prisas. Les citaron en una casa que ellos sospechan que era la casa de un médico. Fueron y pagaron unas 40.000 pesetas en el momento de recogerme. Yo estaba totalmente desnudo y les dijeron que fueran a comprarme ropita. Volvieron por la tarde y me recogieron. Al día siguiente me inscribieron como si hubiera sido mi madre adoptiva la que me había engendrado”. El médico que figura en sus documentos es Julio V. I., que falleció hace 11 años.
Su padre, comerciante, y su madre, ama de casa, tenían unos 40 años cuando se decidieron a adoptar a un niño. ¿Cómo se tomaron ellos el hecho de que Vicente descubriera que le habían tenido engañado toda su vida? Él lo cuenta así: “Cuando me puse a buscar mis orígenes, ellos reaccionaron mal. Ahora se muestran indiferentes y no tenemos contacto. Ellos son ya muy mayores y no entienden que yo quiera averiguar quién soy y de dónde vengo. De nada vale que les insista en que lo único que quiero es conocer mis orígenes, pero que ellos van a seguir siendo siempre mis padres. Tienen miedo. Yo les respeto y no quiero que se asusten”.
Pero este hombre también tiene otro objetivo: “Quiero buscar a esta gente que se consideraban que eran dioses y que traficaban con recién nacidos. En realidad eran gentuza: médicos, curas, monjas, matronas… hay gente que todavía ejerce la profesión y me gustaría desenmascararlos para que todo el mundo sepa lo que hacían y a lo que se dedicaban”.
Sin embargo, su búsqueda está resultando complicada. Todos los papeles que posee son falsos. En el hospital donde se supone que nació le han dicho que destruyeron todos los archivos referentes a esas fechas. Por eso, ha pedido ayuda a todos los que, como él, están embarcados en una tarea que en la mayoría de los casos solo conduce a la frustración y a la melancolía. “Han venido madres a verme para pedirme consejo y otras con la creencia de que yo pudiera ser su hijo”, dice Vicente.
Ya se ha hecho las pruebas de ADN en el laboratorio genético indicado por la Asociación Nacional de Afectados por Adopciones Irregulares (Anadir), por las que ha pagado 133 euros. “Hace 20 días presté declaración ante la Fiscalía de Valencia. El fiscal me aseguró que llamará a testificar a mis padres adoptivos y al cura que intermedió en la operación”, concluye.
El País.com

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