domingo, 3 de junio de 2012

El apoyo de los fascismos a Franco (I). La Brigada Católica Irlandesa de O'Duffy.




Escudo del Tercio Irlandés, con el arpa céltica.

Fusilados de Torrellas 2009
De no haber recibido tanto el bando republicano como el nacional ayuda internacional desde los primeros momentos, es muy probable que la Guerra Civil hubiera sido muy corta e incluso que no hubiese tenido ese nombre.

La presencia en el ejército de Franco de alemanes e italianos ha sido tratada exhaustivamente en toda clase de publicaciones. No así la de los voluntarios de otros países, cuyo apoyo a los “nacionales” es un aspecto de la Guerra Civil casi desconocido. Ingleses, irlandeses, franceses, rusos blancos, norteamericanos, rumanos, portugueses, sudamericanos… fueron algunas de las nacionalidades de quienes vinieron a luchar en la “cruzada anticomunista y católica”.


Inglaterra y Francia observan cómo la fascista Italia ayuda al ejército franquista contra la los republicanos españoles. Dibujo de David Low. Web WikiPedia
Muchos países tomaron como modelo a los fascistas italianos y a los nazis alemanes para abrazar un régimen totalitario o asistir al auge de partidos filo-nazis. Así surgieron imitadores que tuvieron mayor o menor fortuna. Este fue el caso de Irlanda, un pequeño país europeo que había alcanzado hacía poco su independencia y que se encontraba unido al nuestro por relaciones multiseculares.

Los irlandeses, tradicionalmente católicos, se identificaban con las
connotaciones religiosas de los rebeldes, así como con la antigua gloria de la época imperial española derivada de Felipe II. No en vano muchos desventurados naúfragos españoles de la Armada Invencible hallaron refugio en Irlanda.

"No mandé mis barcos a luchar contra los elementos", dijo Felipe II al conocer el desastre de la Armada Invencible, irónico nombre dado por los ingleses a la armada que se propuso la invasión de Inglaterra. En Irlanda murieron, tras los naufragios de numerosas naves, unos 10.000 españoles ahogados o ejecutados en la horca. Imagen de la web La historia con mapas
Un antiguo veterano de la guerra de independencia, Eoin O’Duffy, durante la cual se destacó al lado del legendario Michael Collins, que había sido general y mandado la policía nacional (An Garda Siochana) presidía el «Fine Gael», el principal partido de la derecha irlandesa. Desde 1935, estaba al frente del «National Corporate Party», una pequeña formación de corte filo-nazi. Sus militantes, los “Blueshirts” o “camisas azules”, creados a imitación del fascismo italiano, disputaban las calles a los del I.R.A. (Ejército republicano Irlandés).
El líder fascista Eoin O’Duffy junto a los ‘Blueshirts’, alrededor de 1935. Inicialmente miembro del IRA y lugarteniente de Michel Collins, O'Duffy fue depuesto de su cargo militar por Edmond De Valera por presiones del ala izquierda del IRA que no aceptaron sus simpatias por Mussolini y Hitler. Los voluntarios irlandeses en el bando rebelde salieron de las filas de este movimiento que se asimilaba en lo formal e intelectual a los fascismos continentales europeos, aunque se diferenciaba de ellos por un furibundo sentimiento católico integrista.Imagen de la Público.es
Durante el verano de 1936, O'Duffy trató de reclutar voluntarios para luchar en España junto a los sublevados. En Dublín, surgió rápidamente la polémica en torno al proyecto. El
Parlamento votó con urgencia una ley que prohíbía a todo ciudadano irlandés que se alistase para combatir en España bajo pena de una multa y encarcelamiento.

Esto no impresionó a O’Duffy, que contaba con el apoyo oficial de la Iglesia irlandesa. En Nueva York, el Cardenal Hayes denunciaba a «los enemigos sanguinarios y diabólicos de Dios y de su iglesia», mientras Monseñor Fitzgerald, el obispo irlandés de Gibraltar, declaraba: «Se trata del porvenir de la religión del orden y del bien, no sóló para España, sino para una gran parte del mundo». Según el cardenal Mac Rory, que se manifestó en Drogheda, «se trata de saber si España será, como lo fue siempre, una tierra cristiana y católica o si va a ser una tierra bolchevique y hostil a Dios».

Los primeros voluntarios irlandeses ultra-católicos llegan a los centros de reclutamiento de los Blue Shirts.Imagen de la web La Guerra Civil Española
La guinda la puso el dominico Paul O'Sullivan dirigiéndose a un grupo de voluntarios: «…Vais a combatir en el Santo nombre de Dios, por la gloria de Dios, para defender a Dios, para salvar nuestra Santa Fe, para salvar la Cristiandad, para proteger al mundo de las atrocidades que han sido cometidas en Rusia, en Méjico y ahora en España» .


Eoin O’Duffy consiguió reclutar a 700 “Camisas Azules”, que partieron de las islas Británicas en 1936 hacia su destino en Cáceres, divididos en dos contingentes: uno llegado al puerto de El Ferrol y el otro, dirigido por el propio O’Duffy, al de Lisboa. El Portugal salazarista les dio todas las facilidades.


Gorro cuartelero y fajín de O'Duffy. Imagen de la web Monaghan County Council
Franco y O’Duffy firmaron un contrato para estipular las condiciones de la participación de los voluntarios irlandeses en la guerra. A pesar de que O’Duffy quería integrar a sus voluntarios en los regimientos de los Requetés, los ultra-católicos nacionales, tuvo que aceptar que se encuadraran en las filas del Tercio, aunque luego afirmaría que representaba “un gran privilegio”.

O´Duffy consiguió sin embargo que Franco aceptara una condición, cuando menos curiosa, por su participación en la guerra. En el acuerdo se hacía especial hincapié en el hecho de que los irlandeses no se enfrentarían a vascos por las similitudes que veían entre Euskal Herria con Irlanda.


La condición más importante que puso O'Duffy a Franco para luchar en sus filas fue la de no enfrentarse a los nacionalistas vascos, con quienes les unían lazos religiosos por su catolicismo exacerbado y también políticos, pues ambos buscaban la independencia. Unos de Inglaterra y otros de España. Ésta y otras condiciones se plasmaron en un pacto secreto. Imagen de la web El norte de Irlanda
Los irlandeses eran católicos fervientes y practicantes que no serían empleados contra los nacionalistas vascos por ser éstos también católicos. O'Duffy más tarde remarcó que los vascos "tenían tanto derecho a la separación de España como los seis condados del Ulster de Irlanda”.

Tan pronto como se instaló en su cuartel de Cáceres, la brigada irlandesa se sometió a una preparación intensiva bajo mando de un instructor español. La nueva unidad se llamó «XV Bandera» y llevaba el uniforme del Tercio, con arpas célticas en las solapas para distinguirse. En Cáceres se izaron banderas irlandesas en edificios públicos y muchas
procesiones contaban con la nota exótica de una banda de gaiteros de la Legión Irlandesa.

Tropas de O'Duffy practicando con una ametralladora, posiblemente en su acuartelamiento de Cáceres. Imagen de la web Carlow Militia
Sin embargo, su estancia en esta ciudad no estuvo libre de altercados, sobre todo por la afición de los irlandeses a las bebidas alcohólicas. Sus salidas por la ciudad fácilmente acababan en pelea, según se puede extraer de los testimonios escritos de algunos de los propios miembros de la brigada. En una ocasión estas pendencias acabaron con el resultado de la muerte de un magrebí y varios españoles heridos, por lo que se detuvo a varios irlandeses.

Los voluntarios irlandeses estaban deseosos de
entrar en combate contra los “rojos ateos”. Por fin llegaron las órdenes: debían dirigirse a Ciempozuelos, en el frente del Jarama. Su participación en la guerra fue, desde el principio, un desastre.

Nada más llegar a la línea del frente iniciaron un confuso tiroteo con una unidad de falangistas canarios recién llegados como ellos, confundiéndose unos a otros con milicianos republicanos. Al acabar el enfrentamiento, habían sufrido varias bajas a causa de lo que hoy denominaríamos “fuego amigo”.

La columna irlandesa se integró en el ejercito rebelde como la XV Bandera Legionaria Irlandesa que se distinguía de otras unidades llevando unas arpas célticas en la solapa. En la fotografía una unidad del general Valera se atrinchera en un punto del frente entre Ciempozuelos y Seseña, quizás las alturas de Espartinas.Imagen de la web Federación de foros Aranjuez ws.
Tras este comienzo tan descorazonador, quedaron estacionados en Titulcia, en el frente del Jarama. Allí, sólo pudieron tomar parte en acciones irrelevantes debido a su indisciplina. Los irlandeses se emborrachaban con frecuencia, se agredían entre ellos e incluso llegaron a hacerlo tanto con sus oficiales como con los españoles agregados a la bandera para intentar cohesionarla y convertirla en una unidad eficaz y combativa.


La guerra de trincheras, el frío, los piojos, la falta de agua, la inmovilidad, el hostigamiento enemigo… iban apagando sus ánimos. En abril del 37 anunciaron su marcha, volviéndose la inmensa mayoría de ellos a su país.


Irlanda los recibió con desdén. Desfilaron por las calles de Dublín, pero el ambiente era glacial. O'Duffy les recibió como cruzados: "No eran mercenarios, sino idealistas". Para católicos y conservadores la Brigada Católica Irlandesa de O’Duffy había hecho el ridículo en su pretendida “cruzada contra el comunismo”.

Los voluntarios irlandeses desfilan por las calles de Dublin, tras su vuelta a Irlanda. La aventura mercenaria impulsada tambien por la Iglesia católica irlandesa habia durado cerca de un año. Tras su vuelta, O'Duffy escribió el libro "Cruzada en España" e incrementó sus actividades propagandísticas de la ideología fascista.Imagen de la web La Guerra Civil Española
Los republicanos de izquierdas, consideraron que los hombres de O'Duffy habían traicionado el principio del republicanismo irlandés al haber acudido a agredir a otro país, en este caso también una República, que precisamente luchaba por defenderse de la intromisión, en forma de ayuda a los rebeldes, de otras potencias (Italia y Alemania).


Fue otro contingente irlandés, la famosa columna Connoly, compuesta por los brigadistas que acudieron en defensa de la República Española los que se ganaron el respeto para siempre tanto de sus compatriotas como de los republicanos españoles. Luchando por la República, integrados en la Brigada Lincoln de las Brigadas Internacionales, fueron tratados como los verdaderos héroes en Irlanda.

El último brigadista irlandés, Bob Doyle, fallecido en enero de 2009 a los 92 años de edad. Participó, a finales de octubre de 2008, en los actos del 70º aniversario de la despedida que Barcelona dispensó a las Brigadas Internacionales, donde pudo volver a escuchar las históricas palabras de la Pasionaria: "Volved a nuestro lado, que aquí encontraréis patria los que no tenéis patria, amigos, los que tenéis que vivir privados de amistad, y todos, todos, el cariño y el agradecimiento de todo el pueblo español...". España era su segunda patria.
Imagen de la web Antifa England

De los voluntarios de O'Duffy no ha quedado más que el olvido y el silencio. Los nietos de los brigadistas, en cambio, llevan muy a gala ser descendientes de los que en los países anglosajones han dado en llamar "los luchadores de la libertad".

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