El barrio zaragozano guarda todavía muchas fosas sin abrir. Los familiares asisten emocionados al homenaje a sus queridos
Foto: NURIA SOLER |
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F. VALERO 24/06/2012
Samuel
Sobradiel, de 78 años, ha tenido que esperar toda su vida para poder
darle una sepultura digna a su padre, Santiago, fusilado con 30 años en
los albores de la guerra civil. Santiago fue uno de los numerosos
vecinos de la periferia rural de Zaragoza que murieron víctimas de la
brutal represión del bando sublevado.
Ayer,
siete de ellos, entre los que se encontraba Santiago, fueron inhumados
en el pequeño cementerio del barrio de Movera, gracias a la labor
desarrollada por el Foro por la Memoria de Aragón.
“No
me acuerdo de mi padre, pues solo tenía 3 años cuando lo mataron”, dijo
Samuel, sin poder contener la emoción. “Y ahora tengo una sensación
agridulce, a mitad de camino entre la alegría y la tristeza”, afirmó.
Su
padre y los otros seis represaliados (de los que solo cinco están
plenamente identificados) han reposado durante décadas en una fosa común
del camposanto.
Hace
un año, el Foro se interesó por ellos y ayer, en una ceremonia con
banderas republicanas, música clásica y canciones de Labordeta, todos
fueron inhumados, tres en nichos y cuatro en una misma tumba excavada en
el suelo.
“Movera
es uno de los sitios de Aragón donde están enterradas más víctimas de
la guerra”, afirmó Emilio Manrique, responsable del Foro. “Todavía hay
fosas dentro y fuera del cementerio”, aseguró. Manrique, que pronunció
un discurso en el que dijo que la inhumación era un acto de
“dignificación de las víctimas del genocidio franquista”.
“Es
un acto muy emotivo porque mi padre no está y esto le hubiera hecho
mucha ilusión”, señaló Anacrís Miguel, nieta de una de las personas
enterradas. “La muerte de mi abuelo ha pesado siempre sobre nuestra
familia y por fin hemos cumplido el deseo de honrar su memoria”.
La
exhumación de los siete cadáveres se realizó hace un año y las muestras
fueron remitidas a la Universidad del País Vasco, donde se determinó la
identidad de parte de las víctimas gracias al ADN, según explicó la
arqueóloga Julia Justes. Con todo, ha sido imposible averiguar datos
concretos de dos de ellos, que figuran en las lapidas como “desconocido”
y “amigo desconocido de Andrés Martín”.
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