Juan Antón |
El régimen franquista, un balance
JUAN Antón, Catedrático de Ciencia Política 29/06/2012
La
polémica que se ha producido en la Real Academia de la Historia (RAH)
respecto a cómo tratar en su canónico Diccionario Biográfico Español la
figura del dictador Francisco Franco y otros personajes
históricos del periodo 1931-1939 ha producido un interesante efecto:
iluminar con luz y taquígrafos la gran cantidad de caspa franquista de
la que todavía tenemos que librarnos. La cuestión es grave porque en
esta ocasión no se trata de falsos historiadores que han encontrado un
medio de vida tergiversando los hechos para contentar a su público de
extrema derecha. Se trata de una institución que debería ser un modelo
de rigor y ecuanimidad y por ello su actuación ha sido deplorable:
convirtiéndose en altavoces de las opiniones de la derecha menos
civilizada de este país. Una derecha radical que necesita demonizar a la
segunda República y edulcorar la figura del general Franco para ocultar
básicamente dos cosas: los execrables crímenes del régimen y los
beneficios que obtuvieron los franquistas a costa de los vencidos. El
muy solvente historiador Ángel Viñas califica la citada obra de la RAH de "disparates" y "distorsión".
Por todo ello quizá sea oportuno un somero balance del régimen
franquista (1936-1975). Disponemos de suficientes conocimientos
objetivos como para que su mera exposición nos permita juzgar de forma
ecuánime.
EL RÉGIMEN nació en la guerra civil (1936-1939) que enfrentó a una
coalición de derecha radical (militares, oligarquía terrateniente y
financiera y clases medias ultraconservadoras) contra los defensores de
la República (clases medias reformistas y populares). El general Franco
(1892-1975) se apoyó en el Ejército, un partido único FET y de las JONS y
en neotradicionalistas católicos y la Iglesia.
Todos los franquistas compartían unos mismos criterios genéricos:
antiliberalismo, nacional-catolicismo y autoritarismo. Por ello el
franquismo puede ser conceptualizado de dictadura militar fascistizada.
Se trató de un cesarismo militar no pretoriano; Franco, el Caudillo,
concentró todos los poderes.
Dichos 39 años pueden ser divididos en tres etapas: primer franquismo
(1936-1957); segundo (1957-1969) y tardofranquismo (1969-1975). Durante
la primera, el régimen puede ser calificado de semifascista. En esa
etapa, mediante un pacto de sangre, los vencedores de la guerra civil
aplicaron una política de exterminio de sus oponentes políticos, por la
que se asesinó o ajustició a 130.199 republicanos durante la guerra (en
la zona republicana fueron ajusticiadas 49.272 personas) y
aproximadamente unos 50.000 más en la posguerra. Cifra a la que pueden
añadirse 270.719 detenidos en 1940 en cárceles y campos de
concentración, 450.000 exiliados y decenas de miles de empleados
públicos depurados. Durante esta fase se practicó una política económica
intervencionista que fue un rotundo fracaso. Hasta 1951 no se recuperó
el PIB de 1935; hasta el Plan de Estabilización de 1959, la renta per
cápita permaneció por debajo de la de 1935; el nivel salarial de ese año
no se alcanzó hasta 1955. Fueron años de sobrexplotación de la fuerza
de trabajo, miseria, hambre y corrupción. La importancia del mercado
negro (sobreprecio de los precios oficiales) y del estraperlo fue tal
que enriqueció a afines al régimen y produjo una gran acumulación de
capitales. En contrapartida, la altura media de los españoles disminuyó.
LA SEGUNDA etapa (1957-1969) estuvo caracterizada por la
consolidación del régimen. Tras la derrota de las potencias fascistas,
el franquismo fue explícitamente condenado por la ONU en 1946, pero las
vicisitudes internacionales de la guerra fría ayudaron a su
institucionalización, auxiliado políticamente también, por la dictadura
salazarista portuguesa, el régimen populista argentino de Perón
y el Vaticano. Sin embargo, el gran valedor internacional de Franco fue
EEUU: Acuerdos de Madrid de 1953 y visita del presidente norteamericano
en 1959. Ante el fracaso de la autarquía, Franco, en 1957, colocó en
las áreas económicas del Gobierno a tecnócratas del Opus Dei que
aplicaron una política económica liberalizadora y desarrollista.
Se produjo un gran desarrollo económico fruto de esta política y de
un resto de factores que confluyeron: la expansiva coyuntura económica
internacional; los excedentes de fuerza de trabajo que abarataron los
costes de producción; las remesas de divisas que enviaron los numerosos
emigrantes desde Europa; una elevada inversión europea y la nube de oro
estacional proveniente del turismo de masas europeo.
La última etapa, el tardofranquismo (1969-1975), estuvo condicionada por la decadencia física del dictador, el magnicidio de Carrero Blanco y por la incertidumbre de los franquistas para diseñar un futuro continuista más allá de designar al príncipe Juan Carlos de Borbón, como el heredero a título de Rey. El franquismo murió como nació, reprimiendo y ajusticiando a sus oponentes políticos (Puig Antich, ETA y FRAP). Eso fue el franquismo, un inmenso abuso de poder autoritario.
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