Dos
supervivientes del colegio que sirvió de campo de concentración en la
Guerra Civil regresan por primera vez a las instalaciones
‘Tàrio’ y Larrinaga charlan en el colegio que antes fue cárcel. :: M. ATRIO |
18.06.12 – ALBA CÁRCAMO | ORDUÑA.
Pese a
que hace varias décadas que el trato inhumano, el hambre y la muerte
dejaron paso a risas y juegos infantiles, Trinitario Rubio (conocido
como ‘Tàrio’ ) y Juan Larrinaga tienen muy presente el horror que
vivieron en el colegio de Orduña, campo de concentración y prisión
durante la Guerra Civil y el inicio de la posguerra. Ayer, 75 años
después, volvieron a cruzar las puertas del patio en el que fueron
maltratados y, con la entereza que tienen quienes han sobrevivido a la
barbarie, sólo pidieron «que no se olvide la historia, porque hacerlo es
como caminar con los ojos tapados: puedes caer de nuevo al pozo».
Los
recuerdos se agolparon en sus cabezas al acceder, con la ayuda de sus
bastones, al complejo educativo, momento en el que, tras hacer un alarde
de fortaleza, sucumbieron a la emoción y se fundieron en un abrazo. No
se conocían, pero el traumático pasado que les acompaña fue más que
suficiente para que fluyeran las confidencias. «El sitio está
prácticamente igual».
El
paso de ambos por el campo poco tuvo que ver. Si bien rememoraron
‘batallitas’ comunes a cualquiera de los 50.000 prisioneros que
estuvieron recluidos allí entre julio de 1937 y junio de 1941. «Los
piojos eran tan grandes que les ponías encima un duro de plata y lo
movían», comentaban.
Era
una distracción con la que trataban de hacer más llevadera su estancia.
La de Juan, natural de Ispaster -ahora vive en Ea- apenas duró «doce o
trece días». «Dentro de lo malo, cuando yo llegué estábamos pocos, gente
de Euskadi, y no nos trataban tan mal aunque pasábamos hambre»,
razonaba. Este gudari fue apresado por los italianos con 18 años -ahora
tiene 94- en una granja de Barakaldo y desde Orduña fue trasladado a
construir carreteras en Guadalajara hasta que regresó a casa pasados
siete años.
Al Valle de los Caídos
‘Tàrio’
tuvo peor suerte. Permaneció en la localidad «tres o cuatro meses».
Cuatro campos de concentración, siete penales y varios batallones de
trabajo no evitaron que sigan grabados a fuego en su interior sus
ideales republicanos, por lo que no dudó en levantar el puño nada más
cruzar la puerta. El miedo a ‘El Manco’, siete décadas después, ya había
desparecido de su semblante pero no olvida a ese carcelero que «mató a
gente a palos». «Orduña fue el más cruel e inhumano, nos trataron como a
bestias».
Con
92 años, no podía perderse un reconocimiento como el de ayer, cuando el
Ayuntamiento organizó un homenaje y pidió perdón por haber utilizado
como esclavos a los reclusos. Y es que este valenciano sabe bien lo que
son los trabajos forzados. Junto con Nicolás Sánchez-Albornoz, hijo del
presidente de la República en el exilio, es el único superviviente de
quienes construyeron el Valle de los Caídos.
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