sábado, 9 de junio de 2012

El apoyo de los fascismos a Franco (III). Los Viriatos portugueses.



Bandera de los "Viriatos" portugueses. Imagen de la web Hispanismo.org

Fusilados de Torrellas

20 de julio de 1936, aeropuerto de Estoril (Portugal). El general Sanjurjo se dispone a tomar un vuelo que le lleve a España, donde va a ponerse al frente de la sublevación. El avión despega, pero no logra remontar el vuelo y se estrella. El piloto sale ileso pero el general fallece a consecuencia de una fractura cerebral. La causa oficial del accidente se achaca al exceso de peso del aparato, ya que Sanjurjo lleva en él todos sus uniformes militares y sus medallas.

La muerte de Sanjurjo reviste una especial importancia, aunque muchas de sus implicaciones sólo se verán con el paso del tiempo. De haber tenido éxito el golpe encabezado por Sanjurjo se hubiese producido un régimen transitorio de regencia que hubiera dado paso a la instauración de una monarquía parlamentaria encarnada en el infante Don Juan.

Las conjeturas sobre un posible sabotaje rodean desde entonces este accidente, que cambia de curso la sublevación del 17 de julio nada más empezar posibilitando el posterior liderazgo de Franco.


Sanjurjo, momentos antes de abordar el avión en el que encontraría la muerte. Imagen de la web Turismo y Arte

El hecho de que Sanjurjo se encontrara en Portugal no era casual. Desterrado tras haber protagonizado un intento de golpe de estado en 1932 por el cual fue condenado a muerte y a cadena perpetua después, desde su exilio portugués Sanjurjo nunca dejó de estar al frente de tramas y conjuras para lograr la restauración de la monarquía en España.

Después de la “Sanjurjada”, Portugal se convirtió en refugio cómodo e impune de destacados exiliados derechistas y monárquicos que celebraron todo tipo de reuniones y maniobras, incluidos contactos internacionales, para obtener los necesarios apoyos y medios, mientras esperaban el momento oportuno de cruzar la frontera para reconquistar el poder perdido.

Tarjeta postal patriótica franquista. En ella aparecen las banderas de los países que más se significaron en la ayuda a los sublevados. Imagen de la web Guerra Civil Española 1936, al igual que las dos siguientes.
Portugal les dio para ello todo tipo de facilidades y atenciones, incluso de forma pública y tan notoria que motivó a su vez las correspondientes quejas diplomáticas del gobierno de Madrid. El "Estado Novo" portugués, presidido desde 1933 por Antonio de Oliveira Salazar, era realmente una dictadura personal de partido único – la "União Nacional"- fuertemente influenciado por el fascismo italiano, y basado en el confesionalismo católico y en la represión sistemática de opositores y disidentes.

Salazar, que nunca había ocultado sus simpatías por los sublevados por la coincidencia de sus ideologías, se dio cuenta enseguida de la importancia que su triunfo contra la II República podía tener para la supervivencia de su "Estado Novo".

Otra tarjeta postal similar a la anterior, en la que figura también la bandera de los falangistas.
El dictador portugués temía una invasión española en caso de que la izquierda ganara la guerra. Dada la considerable longitud de su frontera y el riesgo de internacionalización que desde los primeros momentos corrió el conflicto, el gobierno de Lisboa se apresuró a contribuir en la medida de sus posibilidades, primero a facilitar la sublevación y posteriormente al triunfo de la rebelión militar en España.

La ayuda militar portuguesa a Franco nunca fue significativa. En 1936, cuando se desata la Guerra Civil Española, Portugal mantenía unas fuerzas armadas más que discretas, tanto por sus efectivos como por la modernidad de su armamento. La población portuguesa en la época ascendía a 7.300.000 habitantes, y su Ejército de Tierra no llegaba a 30.000 hombres. Solamente la Armada se había beneficiado de un programa de nuevas construcciones navales, pues los buques eran necesarios para proteger el Imperio Colonial, prioridad de la política lusa durante los últimos 200 años.

No es probable que los "Viriatos" portugueses tuviesen uniforme propio al estar integrados en la Legión. Sin embargo, aquí se les puede ver desfilando en España con un uniforme peculiar. Puede que se trate del uniforme de la "Legión Portuguesa", alguna de cuyas unidades es posible que fuera enviada a nuestro país.
La ayuda militar fue, por consiguiente, escasa, dada la carencia de medios. Una comisión portuguesa, la "Missaó de Observaçao en Espanha", se encargó de algunas cuestiones poco ambiciosas (análisis de nuevas armas, datos técnicos, estudio de la campaña, etc.). Se pretendió, no obstante, la creación de una fuerza expedicionaria lusa para que combatiera bajo mandos propios, la que debería ser la Legión Portuguesa ("Legiâo Portuguesa"), pero parece que los nacionales pusieron toda clase de inconvenientes. Aunque se facilitó el enganche de portugueses en las milicias falangistas, requetés o, mayoritariamente, en los tercios de la Legión Extranjera. También se incorporaron, en menor medida, a la aviación.


Base de hidroaviones de Pollensa (Mallorca) en 1939, donde prestaron servicio varios aviadores portugueses. Imagen de la web Requetés.com
Pese a no constituir una unidad propiamente portuguesa, los voluntarios portugueses pronto fueron conocidos en la España nacionalista como “Viriatos”, en recuerdo del guerrero lusitano del siglo II a.C. que opuso una gran resistencia a la ocupación romana.

Como en el caso de otros contingentes de voluntarios de ideología fascista que apoyaron a los sublevados, las cifras de combatientes lusos también se han exagerado mucho elevándolas en ocasiones hasta los 20.000 voluntarios y reduciéndolas en otras a 2.500. Deducidos de los datos de enganche de la Legión, se calculan unos 8.000 voluntarios, cifra que se puede considerar como la más fiable, aunque también parece elevada. El banderín de enganche de la Legión en Badajoz, aunque hubo otros más reducidos en el propio Portugal, fue el principal centro de reclutamiento luso.


Viriato y otros "patriotas" de la España antigua, tal como aparecían en los libros de bachillerato franquistas, como éste de la editorial Edelvives de 1941. Imagen de la web de la Facultad de Filosofía y Letras de la UAM.
Al contrario que Italia y Alemania, la ayuda portuguesa a Franco no se basó, pues, en un gran apoyo militar que no podía ofrecer. Pero el gobierno portugués ofreció un auxilio de primordial importancia a Franco, dándole facilidades para la adquisición y transporte de material vía Portugal. Salazar permitió la utilización de su territorio para que otras naciones facilitaran el abastecimiento necesario al ejército sublevado.

Los aeropuertos portugueses fueron lugar de escala de los aviones que Hitler enviaba a los nacionales. Las estaciones de ferrocarril y carreteras lusas sirvieron de paso para el traslado de tropas y material. La larga y permeable frontera común se blindó con miles de tropas con la única misión de detener y entregar a quienes huían de la violencia y el terror desatados por las tropas franquistas a lo largo de su marcha hacia Madrid por tierras andaluzas y extremeñas…


Nicolás Franco, embajador de su hermano en Lisboa en 1954. Imagen de la revista Life
Portugal fue trascendental no sólo en el apoyo logístico, sino también propagandístico al bando sublevado así como escenario de las relaciones diplomáticas e internacionales entre todas aquellas naciones que directa o indirectamente tenían sus propios intereses en el conflicto español, incluidos sus servicios de espionaje. No en vano Franco llegó a nombrar durante la contienda a su hermano Nicolás como embajador del gobierno "nacionalista" de Burgos en Lisboa, para tenerlo así todo mucho más controlado.

Aunque está siendo más estudiado en los últimos años, el apoyo de Salazar a Franco constituye todavía uno de los aspectos de la Guerra Civil Española menos conocidos en la actualidad.

Quedan aún muchas incógnitas por despejar.



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