sábado, 18 de febrero de 2012

«No hubo juicio ni causa. Fue vergonzoso»


Antonio Espino
Antonio Espino Jiménez nació el 9 de enero de 1901. Fue el primero de cinco hermanos en una familia de campesinos de Aguilar de la Frontera (Córdoba). Su nieto, Rafael Espino, lo define como “un hombre trabajador y preocupado por su familia”.
El 18 de julio de 1936, tras la noticia del alzamiento, los obreros agrícolas encarcelaron a la directiva local de Falange Española y Acción Popular y a varios patronos. Al día siguiente la Guardia Civil dio la vuelta a la situación. Pese a que el teniente había jurado lealtad a la República, el día 19 dejó libres a todos los derechistas y patronos presos y encarceló a los ediles. Antonio huyó con sus padres; su esposa, Francisca Pavón Guerrero, y sus cuatro hijos a un cortijo donde solía trabajar.
De allí salió unos días después con un hermano hacia Puente Genil para aprovisionarse. Descartaron entrar en Aguilar, de donde llegaban ecos de los tiroteos. Pero en Puente Genil encontraron un panorama aún peor, con el pueblo tomado por las tropas del comandante Castejón.
Antonio y su hermano Manuel fueron detenidos, reconocidos por la Guardia Civil –protagonista de la represión en la zona– y conducidos a la cárcel de Aguilar. El asesinato fue el 1 de agosto. “No hubo juicio, ni causa, ni sentencia. Fue una vergüenza, otra víctima de una matanza horrible”, cuenta su nieto. Se cree que está en la fosa de Aguilar de Frontera.
La juez de Aguilar de la Frontera (Córdoba) María Elena Cruz archivó el caso el 12 de febrero de 2010.

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