miércoles, 15 de febrero de 2012

“Entre huesos y madera”


Éste era mi tío abuelo”, dice Silvia Navarro(Foto: ANA ANABITARTE CORRESPONSAL )


Lunes 13 de febrero de 2012El Universal

Por años, Silvia Navarro llevó flores a una tumba en la que no estaba su tío abuelo, José Antonio Marco Viedma. Él había sido detenido en su casa al grito de “¡Viva Cristo rey!” por miembros de la policía nacional, de la policía municipal, de la guardia civil y falangistas.
Fue asesinado ese mismo día, el 2 de septiembre de 1936, junto a 12 personas más, a las puertas del Cementerio Municipal de Calatayud (Zaragoza), acusado de ser republicano y masón. Los 13 fueron enterrados en varias fosas comunes de dicho cementerio. En su certificado de defunción, figura así la causa de muerte: “Por orden de la superioridad”.
En 1958, el Ministerio de Gobernación de Franco emitió una circular para que los restos de las víctimas del bando nacional fueran trasladados al Valle de los Caídos, un enorme monumento que el dictador mandó construir “para perpetuar la memoria de los caídos en la gloriosa cruzada”, y en el que luego reposarían sus restos junto con los del fundador de la Falange Española y de las JONS, José Antonio Primo de Rivera.
Días después, cuando se dieron cuenta de que sobraba espacio, Franco decidió rellenarlo con los cadáveres de los miles de fusilados del bando republicano. El 3 de abril de 1959 llegó un camión a Calatayud y, sin el consentimiento de los familiares y a plena luz del día, los trabajadores, custodiados por la Guardia Civil, comenzaron a exhumar los restos “sin ningún cuidado, arrastrando a su paso todo lo que encontraban”, cuenta Silvia a EL UNIVERSAL. Los tiraron en sacos que trasladaron al Valle de los Caídos. Entre esos restos iban los del tío abuelo de Silvia, según consta en el Registro de Inhumaciones de la Abadía Benedictina del Valle.
“Durante años fui al cementerio de Calatayud con mi madre y mi abuela a poner flores en una tumba en la que no estaba mi tío abuelo”, relata Silvia, de 41 años. “Hasta que hace unos años, después de investigar, lo descubrí”. Su tío abuelo estaba en el Valle de los Caídos. En concreto, en el tercer piso de la cripta, a la derecha del altar mayor de la Basílica. Entonces comprendió por qué su abuela pidió en su testamento ser enterrada en Torrelodones, un pueblo desde el que se divisa el mausoleo de Franco. “Me quedé helada cuando un investigador me contó lo que había ocurrido con los restos de mi tío abuelo”, reconoce.
En 2008, Silvia, miembro de la Agrupación de Familias Pro Exhumación de Republicanos del Valle de los Caídos, asistió a la apertura de un osario en el mausoleo. “Cuando me asomé por la ventana y vi aquello se me cayó el alma a los pies. Era un amasijo de huesos y madera entre los que estaban los restos de mi tío abuelo”, cuenta. Los restos de su tío abuelo fueron metidos en una caja junto con los de otras 9 personas. Silvia sabe que es difícil exhumarlos, pero cree que se puede hacer, con voluntad política. “El Valle de los Caídos es un cementerio. Hay miles de cuerpos enterrados allí y ningún gobierno se ha interesado en exhumarlos”, denuncia. “Va siendo hora de que lo hagan”, concluye.

No hay comentarios:

Publicar un comentario