Entrevista a Montse Armengou Periodista de TV3 y directora de documentales históricos
Gara, - 5 febrero 2012
Periodista de la televisión catalana TV3 y directora de documentales
históricos, Montse Armengou realizó en 2002 –junto al también periodista
Ricard Belis y en colaboración con el historiador Ricard Vinyes– el
documental pionero «Los niños perdidos del franquismo», en el que
investigan el robo de niños a mujeres presas republicanas. En 2011
estrenó «¡Devolvedme a mi hijo!», que se adentra en la sustracción de
menores y en las adopciones irregulares durante las décadas de los 60 y
70.
La sospecha en silencio de muchas madres de que su hijo no murió al
nacer, el intento por recuperar a estos niños por parte de quienes se
vieron obligadas a dejarlos en manos ajenas o a quienes les fueron
arrebatados sin su consentimiento en nombre de la «caridad y moralidad» y
la implicación directa y necesaria dela Iglesiacatólica y de las
esferas del poder son el eje del documental «¡Devolvedme a mi hijo!»,
realizado en 2011 por los periodistas de TV3 Montse Armengou y Ricard
Belis, y de plena actualidad por las crecientes denuncias de robos de
bebés. Además, en 2002 estrenaron «Los niños perdidos del franquismo»,
un viaje íntimo al infierno que vivieron en prisión madres republicanas.
«Lo que en un principio fue una sustracción de niños como instrumento
de represión política se convirtió en un instrumento de represión moral y
terminó siendo un gran negocio», concluye Armengou en la entrevista
concedida a GARA.
¿Qué les empujó a investigar la sustracción de hijos a mujeres republicanas presas?
Hace diez años estábamos haciendo un documental sobre las mujeres en
las cárceles franquistas. Todavía no había habido el relativo impulso de
esta última década en cuanto a la recuperación de la memoria histórica y
de reparación de las víctimas. Nos pareció que se había hablado poco de
la represión en las cárceles franquistas, todavía menos de las mujeres y
prácticamente nada de los niños que estaban en esas cárceles. Cuando
empezamos la investigación, nos dimos cuenta de que los niños que nacían
en las cárceles o que entraban con sus madres no quedaban registrados,
con lo cual ahí se abría una zona de riesgo tremenda… y fue cuando nos
encontramos con los robos y apropiaciones indebidas de niños.
Si antes no habían muerto por las malas condiciones de vida y la
falta de higiene en las cárceles, cuando cumplían los tres años debían
de abandonarla. La dispersión de los presos, que hoy en día se sigue
manteniendo, hacía que las familias de muchas de estas madres presas
estuvieran en el otro extremo dela Península, familias muy machacadas
por el exilio y por el fusilamiento de algunos de sus miembros. A
menudo, estos niños iban a parar a instituciones religiosas o del
Estado, como el Auxilio Social. Y si bien algunos de estos niños no
corrieron esa suerte, un gran número no pudo recuperar ni a su familia
biológica ni su identidad. Les cambiaron los apellidos, el Estado se
quedó con la patria potestad y muchos jamás regresaron con sus familias
biológicas.
¿Con qué dificultades se encontraron al realizar «Los niños perdidos del franquismo»?
Enormes, por diferentes motivos: porque nadie jamás había tocado ese
tema; porque estamos hablando de personas, madres, que ya en 2002, fecha
en la que hicimos el documental, eran muy mayores y las nuevas
tecnologías no estaban tan desarrolladas; y porque no había ninguna
asociación a la que recurrir. Esto no es Argentina, donde puedes acudir a
asociaciones de hijos, nietos o abuelas. También es verdad que como
hacía tiempo que trabajábamos estos temas históricos, teníamos la
confianza de mucha gente, y contacto tras contacto pudimos ir tirando
del hilo. Hoy, por desgracia, muchas de las personas que nos ayudaron
han desaparecido por razón de edad.
El documental recoge testimonios estremecedores como el de Carme
Riera, condenada a muerte por «auxilio a la rebelión», que el día en que
murió su hija de un año en la cárcel de Saturraran tuvo que escuchar
por boca de una monja «Ay, ¡un angelito que adorará a Dios! ¡Esto es una
gloria!». ¿Qué es lo que más le impresionó?
Ante todo, el descubrimiento. Como te decía, al principio íbamos a
hablar de mujeres y niños. Estábamos más o menos mentalizados para
narrar las duras condiciones de vida de las prisiones, pero no para la
magnitud de una política como el robo de esos niños como un instrumento
más de represión contra el «enemigo». Un «enemigo» que, además, ya
estaba vencido porque la guerra había terminado. Me impresionó mucho
descubrir las lecturas del siquiatra Antonio Vallejo-Nájera, que fue el
corpus teórico que alimentó toda esa actuación, y ver que el bando que
se sublevó no solo quería ganar una guerra para imponer su visión de las
cosas , sino que lo que conllevaba era una política de exterminio. Este
robo de niños fue un instrumento más para exterminar una semilla que
ellos consideraban peligrosa.
Los periodistas hemos tenido que hacer un trabajo que deberían haber
hechola Administracióny el propio Estado; sacar a la luz episodios
tremendos de la represión que atribuíamos a otros países con comentarios
como «niños desaparecidos, ah sí, sí, Argentina». En algunos casos
hemos conseguido que el impacto del documental se haya traducido en
gestos, como el homenaje que se tributó a las mujeres presas de
Saturraran, que son positivos, especialmente por el incumplimiento
reiterado de las obligaciones del Estado en temas relacionados con la
memoria histórica.
En el libro que lleva el mismo título que el documental hacen una
comparativa con Argentina, paradójicamente más conocido aquí que la
sustracción de niños durante la guerra y el franquismo. ¿Casualidad?
La memoria, el discurso de las víctimas está bien e, incluso, se
puede hacer con buena voluntad siempre y cuando no toques ciertos temas.
Todos nos hemos compadecido de la desaparición de niños en Argentina,
pero cuando nos ha afectado a nosotros, ni siquiera se ha investigado.
Aunque como catalana y nacionalista muchas de las intervenciones del
juez Baltasar Garzón me han desagradado de forma profunda, es vergonzoso
que un juez que ha intentado llevar este tema hasta los tribunales en
simple cumplimiento de lo que dicen las leyes esté en el banquillo, y en
esa causa iban los niños. Argentina es un caso paradigmático. La
actuación de tribunales internacionales, entre ellos España, le llevó a
revocar las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Cuando hemos
intentado hacer algo parejo aquí, mira el resultado.
La Iglesiacatólica jugó un rol fundamental en la represión. Un rol
que también queda reflejado en su segundo documental, «Devolvedme a mi
hijo».
En los años 40, el robo de niños es un instrumento más de represión
política, mientras que en los 60 e incluso 70 responde a una represión
de tipo moral. Esa Iglesia que tiene la llave de la moralidad determina
que una mujer no puede tener su hijo si es soltera. Esa moralidad se
traduce incluso en leyes como la que estipulaba que una mujer no era
mayor de edad hasta los 26 años si antes no se casaba. Por no hablar ya
de educación sexual nula, no aborto, no anticonceptivos… Eso creaba un
contexto durísimo para cualquier mujer que se quedara embarazada fuera
del matrimonio. Muchas veces eran incapaces de soportar la presión
ambiental optando por dar a ese hijo en adopción libremente entre muchas
comillas. Pero incluso cuando a pesar de todo ese ambiente adverso
decidían continuar con su maternidad en soltería, se les arrebata esos
niños.
«¡Devolvedme a mi hijo!» se hace eco del tráfico de niños y de la red
que funcionó entre la casa cuna de Tenerife y los pisos para
embarazadas de Mercedes Herrán de Gras en Bilbo y del envío de estos
niños a latitudes lejanas…
En ese momento, es cierto que no están sustrayendo a esos niños
pensando que así los separan de sus padres «rojos» sino que los están
separando, hablando claro, de su madre «puta». Porque una mujer que se
había quedado embarazada fuera del embarazo, era una «puta». Además, hay
un beneficio económico y, curiosamente, buena parte de la gente que
está en el núcleo duro de esas tran- sacciones siempre responde a un
perfil muy cercano al poder. Lo estuvieron en los 40, 50, 60, 80… Uno
actúa pensado que lo que hace está muy bien y, si hubiera algo que no lo
estuviera -como la falsificación de documentos, quedarse con comisiones
o cobrar un dinero absolutamente escandaloso que sobrepasaba los gastos
de manutención y de parto de la chica-, ¿quién les iba a decir algo?
Cuando víctimas de estas sustracciones más recientes en el tiempo dicen
que no tienen nada que ver con el franquismo, yo soy de la opinión
contraria. Tienen mucho que ver con el franquismo no solo por una
cuestión cronológica, sino por esa influencia dela Iglesiay de ese
establishment conformado por gente muy cercana al poder, por militares,
por el Opus, por médicos que tenían sus plazas porque eran cercanos al
poder… Lo que ocurrió en la guerra y primeros años de la dictadura les
dejó un campo abonado para todo ese tipo de fechorías.
Gipuzkoa es uno de los territorios donde más denuncias hay de robo de
bebés y donde ya se han practicado dos exhumaciones en las que no han
aparecido restos humanos. ¿Le sorprende?
Creo que esto responde a que ha habido más investigación y a que los
tribunales vascos han sido un poco más contundentes, cuando en otros
lugares del Estado español la actitud de las fiscalías provinciales ha
sido la de «no hay pruebas, por tanto no investigo». Esto ocurre por no
haber admitido las denuncias de niños robados como una causa general. El
hecho de haberlas fragmentado por fiscalías hace que pierdan fuerza y
dependan del humor y de las características de cada fiscal. Y en el
supuesto de que se acabara encontrando algún responsable y se
determinase un tipo de responsabilidad penal, muy probablemente habrá
prescrito. Si, en cambio, se hubiera tomado como una causa general en un
marco de desaparición de personas, es un delito continuado que no
prescribe y las condenas serían otras. Han intentado desactivar el tema
desde un principio no tratándolo como una causa general vinculada al
franquismo y como un delito de lesa humanidad.
¿Qué conclusión extrae de ambos documentales?
Que lo que en un principio fue una sustracción de niños como un
instrumento de represión política después se convirtió en un instrumento
de represión moral y terminó siendo un gran negocio, siempre con un
hilo conductor, que son personas muy próximas al poder que, a veces,
creen que están haciendo un gran bien separando a esos niños de sus
madres «rojas» o «putas». Esa impunidad no solo la tuvieron durante la
dictadura, sino que ha seguido durante la democracia.
Durante la guerra y la primera década larga del franquismo hubo un
plan de exterminio físico, que después fue ideológico. Parte de ese
exterminio ideológico aún continúa, por lo que arrastramos del pasado y
por lo que tenemos en el presente. Respecto al pasado, hay una sociedad
que quedó diezmada por la represión, por la cárcel, por los juicios
sumarísimos, por el exilio… La situación presente tampoco permite que
sea fácil manejar estos temas, que están emergiendo porque es la
sociedad civil la que se mueve.
Además, estamos instalados en un discurso esquizofrénico con respecto
a las víctimas. Del periodo franquista siempre se habla de unas
víctimas y de otras no. Ahora, cuando se inicia un proceso de paz
estamos en la misma dinámica. Solo hay y se puede hablar de un tipo de
víctimas. No hemos sido capaces de superar este discurso con las
víctimas del franquismo y difícilmente lo haremos con todas las víctimas
del conflicto vasco. Nuevamente, resolvemos fatal el tema de las
víctimas.
http://www.gara.net/paperezkoa/20120205/320176/es/El-robo-bebes-es-represion-politica-40-represion-moral-60-70
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