El forense inaugura la exposición ‘Exhumando fosas, recuperando dignidades’
La muestra recorre las diversas fases de los trabajos
INÉS P. CHÁVARRI San Sebastián 14 SEP 2012
“Cuando
era estudiante no me imaginaba que terminara haciendo una cosa así”.
Caprichos del destino o un compromiso férreo con una causa, pero aunque
ni lo sospechara de joven, para muchos el nombre del forense Francisco
Etxeberria se asocia a memoria histórica, a exhumación de decenas de
fosas de la Guerra Civil y a recuperación de la dignidad para los que
fueron ejecutados y enterrados sin justicia. El también profesor de la
UPV inauguró ayer en el campus de la Universidad en San Sebastián la
muestra Exhumando fosas, recuperando dignidades, acompañado de un buen
puñado de sus alumnos.
La
exposición recoge a través de 34 paneles, en los que se combina
información y fotografías, los diversos trabajos y fases que implican la
exhumación de una fosa. Desde uno de los puntos iniciales, los
informadores, “hijos, testigos o dueños de terrenos que saben que allí
se enterró a personas”, hasta el homenaje final que las familias brindan
a sus allegados. Etxeberria, presidente de la Sociedad de Ciencias
Aranzadi, ha participado desde 2000 —siete años antes de que el Congreso
aprobara la Ley de Memoria Histórica—, en 120 exhumaciones en 11
comunidades, el 30% de los trabajos realizados en toda España. El
forense advirtió que aún no se han resarcido los derechos de las
víctimas del franquismo, para lo que se necesita “verdad, justicia y
reparación”.
El
profesor recordó durante su intervención, acompañado de la vicerrectora
del campus de Gipuzkoa de la UPV, Cristina Uriarte, el factor suerte
inherente a la exhumación de unos restos. La fotografía a escala real de
una fosa pegada al suelo de una de las salas del Centro Carlos
Santamaria lo atestigua.
“Esta
fue la cuarta fosa que descubrimos en La Andaya [Burgos]. Cuando
creíamos que ya habíamos terminado todos los trabajos, de repente
pasamos un detector de metales que comenzó a pitar por las balas”,
rememoró Etxeberria. El aparto no se equivocaba y los investigadores
hallaron 29 cuerpos más.
Los
trabajos del forense y del resto de especialistas y alumnos que le han
acompañado estos últimos años están plagados de anécdotas. Como el
descubrimiento de un cadáver con un anillo de boda o el hallazgo de un
reloj parado. “Lo primero que piensas es que tal vez dejó de funcionar
en el momento exacto en el que fue asesinado, es algo muy emocional,
pero los relojes, al igual que los móviles en determinados atentados
siguen funcionando o sonando en la sala de autopsias”, puntualizó.
La
exposición se cierra con la foto de una anciana, “una viuda” a la que
Etxeberria pudo entregar los restos de su marido y algo casi excepcional
por la imposibilidad de encontrar, por el paso del tiempo, a coetáneos
de los desaparecidos.
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