Al menos veintiséis españoles presos en Mauthausen fueron operados por el médico SS Aribert Heim. La policía alemana buscó a los supervivientes para que testificaran contra él. EL PAÍS reconstruye con documentos secretos la caza fallida del hombre más buscado
Aribert Fedirnand Heim |
Memoria Histórica de Gauadalajara 18 Septiembre 2012
La
causa penal contra Aribert Heim, el Doctor Muerte, el nazi que asesinó a
decenas de presos en el campo de concentración de Mauthausen (Austria)
sigue abierta en Alemania, y sus viejos legajos, todavía secretos,
encierran sorpresas. En 1976, el comisario Aedtner, el sabueso policía
alemán que dedicó su vida a perseguir al Carnicero de Mauthausen,
redactó un documento de 15 páginas dirigido a la fiscalía de Baden Baden
(Alemania) en el que pidió que se buscara e interrogara en varios
países a nueve ex presos españoles que pasaron por las manos de Heim en
los siniestros quirófanos del Revier, la enfermería del campo en la que
varios médicos de las SS asesinaron a centenares de personas con
inyecciones de cloruro de magnesio en el corazón.
El documento del Departamento de Investigación Criminal de Stuttgart en
el que trabajaba Aedtner, al que ha tenido acceso EL PAÍS, señala que,
consultado el libro de operaciones de Mauthausen, los ex presos
españoles "podrían ser de extrema importancia porque fueron tratados por
Heim y posiblemente fueron testigos de los asesinatos perpetrados" por
el médico austriaco, que entonces tenía 27 años. En la lista aparecían
Antonio Cerdán Rodríguez (Ferrol), Manuel Fernández Martínez (Madrid) y
Manuel Fernández Canga (Mieres), residentes en Alemania; José Abad
Segura, Olegario Serrano Calero y Manuel Elena Hernández, en Francia, y
Juan Farre Rebola (Barcelona), Antonio Roig Llivi (Barcelona) y Joaquín
Velilla Celma (Teruel), en España. Al menos 26 presos españoles fueron
intervenidos por Heim en 1941, según ha confirmado este periódico en el
libro de operaciones. Ocho murieron en Mauthausen y Gusen, campo
próximo, y cinco de ellos, en fechas cercanas a la intervención.
El policía alemán, un tipo obsesionado con la persecución del criminal
nazi, apostilló en su escrito que la búsqueda de estos testigos y su
relevancia en la investigación se hacía tras contrastar el libro de
operaciones de la Cruz Roja y la lista de muertos del campo. Los nueve
pacientes españoles del Doctor Muerte habían sobrevivido a sus
operaciones, en muchos casos incisiones, hernias y fracturas de
extremidades, según recoge el libro de intervenciones quirúrgicas con la
firma de Heim, y a la terrible experiencia de este campo al que fueron
deportados al menos 8.964 republicanos, de los cuales murieron 5.539,
según las estimaciones de Amical de Mauthausen, una asociación de ex
deportados. Varios centenares más desaparecieron.
Españoles en el campo de Mauthausen |
"Nadie quería visitar aquella terrible enfermería. Todos sabíamos que a
los más débiles se les ponía inyecciones letales. Si tenías una
dolencia, la ocultabas para que no te llevaran allí. Operaban sólo a los
presos que les interesaba conservar", recuerda José Alcubierre, de 84
años, superviviente español, desde su casa en París. "A los que no
podían trabajar se les eliminaba", añade Juan Calvo, miembro de Amical
Mauthausen. La enfermería la componían ocho barracones en los que miles
de pacientes, a veces más de 4.000, se hacinaban sobre las literas,
algunas con tres y cuatro enfermos.
El 6 de abril de 1976, cuando el agente Aedtner estampó su firma en este
documento, habían pasado 31 años desde que las tropas aliadas liberaron
el campo y 15 desde el inicio de la causa penal contra Heim en
Ludwigsburg, ciudad próxima a Stuttgart. ¿Dónde estaban entonces los
testigos españoles? ¿Vivían o habían fallecido? Un mes más tarde, el 31
de mayo, el policía alemán reclamó la búsqueda y declaración del doctor
español Pedro Freixa, residente en París. El objetivo era el mismo: la
búsqueda de testigos contra el médico SS Heim, un ginecólogo que tras la
guerra se estableció con su esposa en la apacible Baden Baden, entonces
el refugio predilecto de la alta burguesía europea, desde donde huyó en
1962 poco antes de dictarse su búsqueda y captura. Desde entonces, Heim
es el fugitivo nazi más buscado y su última pista conduce a El Cairo
(Egipto).
"Cuando mi padre se enteró de que la policía le buscaba, consultó a un
abogado y éste le dijo que no tenía ninguna posibilidad de probar su
inocencia. La cárcel estaba junto a nuestro colegio, yo tenía seis años y
mi hermano 12. Decidió huir para siempre", asegura su hijo Rüdiger, de
53 años, a este periódico en su casa de Baden Baden, ciudad de 55.000
habitantes.
La pista española que siguió el comisario Aedtner es un misterio. El
policía reclamó en varios escritos la localización de los nueve
pacientes de Heim operados entre los meses de octubre y noviembre de
1941, durante las siete semanas en las que el médico de las SS estuvo en
Mauthausen. "Se ha analizado la lista de muertos para hacer un parangón
con las personas tratadas (por Heim) y muertas en el mismo periodo...
Se ha podido determinar las siguientes personas... Se ruega interrogar a
los presos españoles sobre su conocimiento de Heim por vía consular.
Sólo después se puede decidir si es necesario un interrogatorio más
profundo o extenso con presentación de fotografías". La causa contra
Heim, de varios tomos, no aclara si los testigos españoles testificaron.
Sólo aparece la declaración del ex preso español Enrique Ruiz Torres,
natural de Orihuela y residente en Bregenz, ciudad de 25.000 habitantes
al oeste de Austria, quien declaró que "fue este médico quien le salvó
la vida". Los historiadores coinciden en que en la enfermería de
Mauthausen había operaciones letales y no letales. Se protegía la vida
de los imprescindibles para que funcionara un campo por el que pasaron
alrededor de 200.000 presos.
El 16 de julio de 1975, nueve meses antes de que el policía alemán
iniciara la búsqueda de los pacientes españoles, Ramón Verge Armengol,
otro ex recluso español y kapo (preso funcionario) de los
médicos SS en Mauthausen, estampó su firma en una declaración judicial
en Alemania en la que aseguraba no recordar al Doctor Muerte. Sin
saberlo, el agente Aedtner había reclamado el testimonio de un
"traidor", calificativo que varios españoles supervivientes dan al
inquietante enfermero.
"Éste es un tema tabú, pero todos sabíamos que Ramón colaboraba con los
médicos de las SS. Muchos decían que él mismo ponía las inyecciones de
gasolina en el corazón, aunque nunca lo vimos. Formaba con nosotros,
pero vivía en la enfermería, no en los barracones como los demás. Fue
testigo de muchos crímenes y era muy malo. Cuando nos liberaron escapó,
lo buscamos, pero no dimos con él. Hablaba bien el alemán", recuerda
José Alcubierre. Otros ex presos españoles han expresado sus críticas
hacia el enfermero. "La enfermería era una escuela del horror, y Ramón
colaboró", asegura el superviviente aragonés Mariano Constante, de 89
años, desde su casa en Montpellier (Francia).
En su declaración en Alemania el kapo Ramón Verge, natural de
Jesús, pueblo cercano a Tortosa, relató que trabajó en la enfermería
desde el invierno de 1940 hasta el 5 de mayo de 1945. Primero en el
departamento de inspección hasta la primavera de 1942, y después, "con
una interrupción de varias semanas a causa de una infección pulmonar,
fue enfermero ayudante en la enfermería de los presos". "No me acuerdo
del doctor Heim aunque se me dice que es un hombre de dos metros de
altura conocido por participar en el equipo nacional de hockey sobre
hielo. No le recuerdo. Mirando las fotos, no reconozco la número tres
del doctor Heim", dice en su declaración, en la que reconoce que
participó en las operaciones.
Verge, preso número 3.684, sí reconoció a los médicos SS Eduard
Krebsbach, jefe médico del campo, juzgado y condenado a muerte por
imponer la eliminación mediante inyecciones letales; hizo decapitar al
preso español Francisco Boluda Ferrero, vació su cráneo y lo colocó en
su despacho. También reconoció al doctor Richter, un médico al que los
propios SS apartaron por "loco"; al doctor Böhmichen, juzgado por los
mismos crímenes, y al doctor Waldemar Wolters, sentenciado a muerte. Los
médicos españoles Pedro Bravo y José Pla se negaron a poner inyecciones
letales.
Ramón Verge aseguró haber trabajado "la mayor parte del tiempo" con el
doctor Podlshs, y cuando le preguntaron por presos testigos de la
enfermería citó a Kark Lotter, uno de los principales acusadores de Heim
en la causa penal. "Ya fui interrogado sobre mi estancia en la
enfermería en los juicios contra Karl Schulz y Anton Streit-Wieser
[jefes del campo] en 1962 en Colonia", advirtió el enfermero español.
Verge fue denunciado en Francia por sus compañeros y resultó absuelto.
Se estableció en Múnich e ingresó en el cuerpo de bomberos. Este
periódico no ha conseguido localizar a sus familiares.
El enfermero español no fue el único "traidor" entre los
presos-funcionarios republicanos en Mauthausen. Tras la guerra, José
Palleja Caralt fue condenado a muerte en 1947 por un tribunal de
Toulouse (Francia), y otros cinco respondieron de sus actos ante un
jurado en Dachau en el mismo año: Laureano Navas García (absuelto),
Félix Domingo Burriel (absuelto), Indalecio González (condenado a
muerte), Joaquín Espinosa Muñoz (tres años de cárcel) y Moisés Fernández
Pascual (20 años).
El comisario Aedtner, el hombre que siguió el rastro de los pacientes
españoles, localizó a los ex presos Lotter, Hohler y Kauffman, que
describieron los crímenes de Heim sobre los que todavía se sustenta la
acusación. Los cinco casos que se describen en el escrito de la fiscalía
son sobrecogedores. En especial el de un niño judío de 14 años "que
sobre la mesa de operaciones se despidió de su madre con las manos en
posición de rezo". "Le había explicado [Heim] que debía saber por qué
tenía que morir: 'porque los judíos sois los culpables de la guerra'.
Tras un intercambio de palabras, le asesinó con una inyección letal,
como a otros presos hebreos que se presentaron allí", dice el escrito de
acusación del fiscal Wieser.
Y continúa así: "Seleccionó para su liquidación física a presos
incapaces de trabajar o enfermos graves. También a presos sanos, jóvenes
y judíos para el tratamiento especial. Bajo la cooperación de
funcionarios presos [kapos] y otros ayudantes del Revier
[enfermería[, los anestesió con éter para simular un examen médico. En
este estado de indefensión les aplicó con sus propias manos inyecciones
de cloruro de magnesio en el ventrículo del corazón y provocó su muerte
inmediata. El número exacto de asesinados no es conocido porque se evitó
registrar a las víctimas". El fiscal Wieser dice que Heim actuaba por
"libre decisión" y que sus operaciones "sorprendieron al personal
sanitario, ya acostumbrado a la inhumanidad".
Heim huyó de Baden Baden en 1962. Estuvo en Barcelona, cenó en el
restaurante Los Caracoles de las Ramblas, y en Madrid, "posiblemente
buscando algún contacto", apostilla su hijo Rüdiger, y viajó hasta El
Cairo, uno de los principales refugios nazis. "Me dijo que allí contactó
con Leer, un nazi huido que proclamaba la supremacía de la raza
alemana, pero que la relación no continuó", añade Rüdiger mientras bebe
una taza de café. Heim se instaló en el hotel Kars el Medina y vivió del
dinero que le enviaba su hermana desde Alemania.
En febrero pasado reconoció a la fiscalía de Baden Baden que su padre
había muerto en sus brazos en 1992, víctima de un cáncer, en la
habitación de su hotel egipcio, mientras la televisión retransmitía la
clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Se había convertido al
islam y bautizado como Tarek Husein Farid. Dejó un relato escrito en el
que proclama su inocencia. Su cuerpo no ha aparecido, fue enterrado en
un cementerio de anónimos, pero hay testigos del óbito
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