lunes, 10 de agosto de 2020

DIEZ DE AGOSTO, ANIVERSARIO DE LA SANJURJADA

 En la madrugada del 9 al 10 de agosto de 1932 arrancó el fracasado golpe de estado dirigido por el general  José Sanjurjo, seguido solamente por una pequeña facción del ejército.
Sanjurjo, en compañía de su hijo Justo y de un ayudante, emprendió viaje desde Madrid a las 18:00 del día 9 en dirección a Sevilla, a la que llegó sobre las 3:00 del día 10 y proclamó el estado de guerra en todo el territorio de la II División Orgánica, ordenando la detención del gobernador civil, el alcalde de Sevilla y varios concejales.
General Sanjurjo

Según afirmaba en su bando de guerra, pretendía "llevar la tranquilidad a muchos hogares humildes y la paz a todos los espíritus"
Éstas o similares afirmaciones son las que mantienen habitualmente los golpistas en todos los tiempos y lugares: un estado de guerra para mantener la paz y una rebelión contra el orden legítimo para tranquilizar y proteger a quien no ha pedido ser tranquilizado ni protegido.
Este golpe, que pretendía evitar la reforma agraria y el estatuto de autonomía, no obedeció a una programación rápida, fruto de la improvisación; tampoco se trataba de la respuesta a ningún desorden, a ningún estado excepcional en un momento determinado, sino que fue la consecuencia de la cristalización de las primeras conjuras nacidas apenas acaecida la instauración de la República, pues antes de cumplirse el primer mes del advenimiento del Régimen Democrático, antes incluso de los aciagos acontecimientos de la archiconocida quema de conventos del 11 de mayo (excusa esgrimida por los historiadores del régimen franquista para que “un puñado de buenos españoles se rebelaran ante un gobierno que provocaba y fomentaba los desmanes y los ataques a la religión”), ya a primeros de ese mes tuvo lugar el encuentro en el palacio  del Marqués de Quintanar, la primera de las reuniones a las que sucesivamente fueron incorporándose nuevos conspiradores.
El nuevo régimen debía ser derrocado; los privilegiados de siempre no estaban dispuestos a renunciar a su estatus, no podían consentir la modernización de un país que siempre había permanecido bajo la bota de los militares, el hisopo del clero y el látigo de los aristócratas y los terratenientes.
Eugenio Vegas Latapie
El orden establecido no debía, no podía cambiar, y el nuevo estado se proclamaba laico y apostaba por la instrucción generalizada de la infancia, la defensa de la clase trabajadora y la reforma agraria. Por ello, los conspiradores de los primeros días vieron reforzada su plantilla con el concurso de miembros representantes de todos los estamentos privilegiados.
A lo largo de más de un año se consolidó una lista de personajes y personajillos que representaban la crema y la nata de la buena sociedad:
Militares como Luis Orgaz y Miguel Ponte, general Cavalcanti, o general Valera.
Fernando Suárez de Tangil,
conde de Vallellano

Monárquicos como el Conde de Vallellano, Julio Danvila y Santiago Fuentes Pila.
Periodistas como el director de Informaciones, Juan Pujol (cercano a Juan March) y Emilio Rodríguez Tarduchy, director del periódico La Correspondencia Militar.
Juristas como Eugenio Vegas Latapie (preceptor, años más tarde, de Juan Carlos de Borbón).
Ultraderechistas como José María Albiñana…
Santiago Fuentes Pila

La II República Española tuvo conspiradores en su contra desde el principio, aunque también desde el principio tuvo el gobierno conocimiento de ello, y la detención de Fuentes Pila aplazó la sublevación hasta agosto de 1932, fecha en que se reactivó, contando con el concurso de un número representativo de militares, de los que los que más destacaban fueron, junto con Sanjurjo, el general Miguel Ponte, Coronel Valera y Ricardo Serrador Santes; coroneles Sanz de Lerín, Martin Alonso, Valentín Galarza y Heli Rolando de Tella; general Garcia de la Herrán, general González Carrasco, y con el general Emilio Barrera al mando supremo de la operación.
General Emilio Barrera
¿Qué motivaciones llevaron a Sanjurjo a sumarse a la conspiración? Era un militar de oscilante postura en el tema de sus fidelidades, tal y como lo había demostrado con Alfonso XIII, a pesar del buen trato recibido, pues le concedió la Gran Cruz de la Orden de Carlos III y el título de Marqués del Rif después de convertirle en la máxima autoridad del Marruecos Español, pero el militar no pudo soportar que, a la caída de Primo de Rivera se designara a Dámaso Berenguer para presidir el gobierno, pensando que se encontraba él mejor preparado para el cargo. 
La actitud de este general, del llamado "León del Rif" resultó definitiva para que el 14 de abril el nuevo régimen republicano español fuera proclamado definitivamente. Sanjurjo visitó en su domicilio a Miguel Maura, poniéndose a su servicio como nuevo Ministro de la Gobernación del Gobierno Provisional de la República, y  al ser preguntado por el gobierno del almirante Aznar por su disposición y la de la Guardia Civil para apoyarlo, se inhibió afirmando que no lo podía garantizar.  
El segundo por la izquierda, el general Samjurjo,
cuando estaba al mando de la Guardia Civil, puesto que
apreciaba mucho, al contrario que la dirección de los Carabineros

Fue confirmado por las nuevas autoridades en la Jefatura de la Guardia Civil y, por un tiempo, se le volvió a nombrar Alto Comisario Español en Marruecos, pero de nuevo su desagrado le hizo cambiar el objetivo de sus fidelidades. No le gustaron las reformas del ejército emprendidas por Azaña; sobre todo la reducción de efectivos del Ejército y el nombramiento del civil López Ferrer para sustituirle en el cargo como Alto Comisario. Más adelante, sus críticas al gobierno por la investigación sobre la actuación de la Guardia Civil ante los sucesos de Castillblanco y Arnedo y sus críticas a las reformas militares hicieron que pasara a la Dirección de Carabineros siendo sustituído al frente de la Guardia Civil por el general Cabanellas.
No hay que elucubrar mucho para hacerse la composición de los motivos de este militar de siempre dudosa lealtad para sumarse a una conspiración golpista.
Su traslado forzoso a la jefatura de carabineros y el proyecto del Estatuto de Autonomía para Cataluña decidió a Sanjurjo a unirse a sus cómplices en un intento de evitar lo que consideraban "la ruptura de España" y prepararon un golpe de estado que depusiese al gobierno presidido por Manuel Azaña y encaminase la República hacia un rumbo más conservador, en el convencimiento de que un levantamiento militar sería ampliamente secundado por el pueblo, cansado del fracaso de la república.
Franco y Sanjurjo, dos africanistas descontentos

También se contaba desde un principio con otro general descontento, Francisco Franco, que se retiró a última hora por desacuerdos en los detalles de la organización.
Y falló la Comunión Tradicionalista, que no mandó a los requetés.

El plan era muy sencillo: mientras se sublevaban Pamplona, Sevilla, Granada o Cádiz, en Madrid se producirían una serie de atentados que confundieran a la policía.
Pero desde el principio falló el golpe en Madrid por un chivatazo que hizo que el Gobierno lo conociese con antelación y se reprimió gracias a la actuación del Jefe del Gabinete Militar de Azaña, el teniente coronel Hernández Saravia y de Arturo Menéndez López, Director General de Seguridad.

Sanjurjo logró alzarse y que su golpe triunfase momentáneamente, pero sólo en Sevilla.
Teniente coronel Hernández Saravia

Azaña desactivó cualquier intentona y envió tropas a Sevilla, con lo que los militares implicados abandonaron el barco. Las tropas sublevadas en Andalucía se replegaron a los cuarteles mientras los anarquistas y los comunistas convocaron una huelga general que Sanjurjo se vio incapaz de controlar, y el envío por el gobierno de la aviación y el ejército hizo que sus partidarios huyeran a Portugal, lo que él también intentó, pero fue detenido en Huelva..
Arturo Menéndez López
Se detuvo a 145 jefes y oficiales que, después de juzgados fueron deportados a Villa Cisneros y el gobierno decretó la expropiación de los bienes rústicos de varios de los implicados en la intentona, entre los que se encontraban el líder tradicionalista Fal Conde, los generales González Carrasco y Cavalcanti y varios terratenientes y hombres de negocios.
¿A qué veredicto llegó el consejo de guerra con los jefes de la sublevación? Los siete magistrados lo tuvieron claro, y por unanimidad condenaron a muerte al Teniente General Sanjurjo por un delito consumado de rebelión militar.
El General de Brigada García de la Herrán recibió una cadena perpetua. Al mano derecha de Sanjurjo, Teniente Coronel Infantes Martín, le impusieron una condena de doce años y un día.
El Capitán Sanjurjo, hijo del Teniente General fue el mejor parado de todos, porque resultó absuelto.

Pues, aunque fue condenado a muerte por un consejo de guerra, no quiso el gobierno repetir la actuación que la dictadura tuvo con los sublevados de Jaca y esta pena fue conmutada por un decreto del Presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, a la de cadena perpetua.
Juicio contra Sanjurjo y demás golpistas
Controvertida, desde el principio, esta decisión. 
Mariano Gómez González, Presidente del Tribunal Supremo, había recomendado que la condena a muerte fuera conmutada por su expulsión del Ejército. 
El Ministro de Gobernación, Santiago Casares Quiroga, se opuso a la conmutación de la pena porque decía que "rompe la firmeza del gobierno, alienta a los conspiradores, y nos impide ser rigurosos con los extremistas"
Plutarco Elías, presidente de México, hizo llegar a Azaña el siguiente mensaje: "Si quieres evitar un derramamiento de sangre en todo el país y garantizar la supervivencia de la República, ejecuta a Sanjurjo".
"Más ejemplar escarmiento es Sanjurjo fracasado, - escribió Azaña en su diario el 25 de agosto de 1932 - vivo en presidio, que Sanjurjo sacrificado, muerto". La Historia no le dio la razón.

Tras ser encarcelado en el penal de El Dueso, fue trasladado a la prisión militar de Santa Catalina, donde, tras las elecciones de noviembre de 1933, al triunfar la coalición radical-cedista, Lerroux, nombrado Presidente de Gobierno, propuso la concesión de amnistía a Sanjurjo y demás militares implicados en la sublevación, amnistía a cuya firma se resistió Alcalá Zamora, hasta que, el último día del plazo legal, tras forzar una modificación para impedir el retorno de Sanjurjo al Ejército, accedió a firmarlo.
Al general traidor le esperaba un dorado exilio en Estoril desde donde continuó conspirando contra el régimen republicano hasta julio de 1936, preparando el golpe de estado del que habría de salir como jefe de la dictadura. Así habría sido de no ser por el conocido accidente de aviación que supuso que Francisco Franco, otro general felón, ocupara su lugar.



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