Un amplio grupo de hasta 30.000 jóvenes fueron alistados por parte del bando republicano de la mano de Manuel Azaña para combatir en los frentes finales de Cataluña en abril de 1938. Su participación fue de menos a más durante los 2 últimos años del conflicto civil. Menos de la mitad sobrevivió a la guerra y posguerra y un grupo muy reducido fundó en 1983 la "Agrupación de Supervivientes de la Quinta del Biberón" que sigue vigente a día de hoy.
Milicianos en el frente |
La Guerra Civil española entre 1936 y
1939 dejó miles de capítulos e historias que contar, historias,
anécdotas y sucesos marcados a fuego en la memoria de todos los que con
suerte salieron con vida y han podido ir recopilando sobre un conflicto
bélico que nunca debió de ocurrir dentro de una España dividida.
Recuerdos imborrables que muchos de aquellos combatientes han guardado
en su retina hasta llevárselo a la tumba.
No es para menos cuando hablamos de un
acontecimiento atroz, que siempre estará vivo y que nunca deberá caer en
el olvido. Sus consecuencias se han convertido en una fuente de
reflexión y conservar la memoria histórica es un medio de justicia por
las millones de personas que dejaron su vida en el campo de batalla o en
una saturada sala de emergencias de hace más de 60 años.
Y entre todos estos incontables
capítulos, nos encontramos con la llamada ‘Quinta del biberón’ o ‘Leva
del biberón’. Orden republicana que reclutó a 30.000 jóvenes que no
alcanzaban los 18 años con el fin de hacerles partícipes de un conflicto
en agonía para las tropas republicanas, allá por la primavera de 1938.
La guerra ya entraba en el tercer año de conflicto y las víctimas
mortales alcanzaban las decenas de millares entre ambos bandos. El
ejército republicano padecía con gravedad el empuje del bando nacional a
base de sangre y empezó a tomar medidas de urgencia. Medidas injustas
en un panorama mucho más desequilibrado. El presidente de la Segunda
República Española, Manuel Azaña fue el mandatario que firmó la orden de
alistar a todo varón hasta los 45 años de edad.El tiempo les daba cada vez más protagonismo
Sus primeras labores fueron puramente
auxiliares en enfermerías, comedores, mensajeros… Pero poco tiempo distó
entre la llamada a filas y la incorporación de estos ‘niños’ y adultos
al campo de batalla. Ya allí, tuvieron una aparición estelar en la
batalla del Ebro en julio de 1038 cuando se pudo divisar entre el fuego
cruzado de vecinos y hermanos españoles, las facciones de niños
inexpertos en temas bélicos pero entregando su vida al azar de cientos
de balas y artefactos que merodeaban el río del Ebro por Tarragona en la
que por números fue, la batalla más sangrienta y extensa de la Guerra
Civil.
Niños que jamás vivirían una infancia,
niños que nunca verían cumplidos sus sueños, niños que jamás se mirarían
al espejo con barba, niños apartados de su familia que aprendieron la
crueldad humana a base de balazos, granadas, fusilamientos, hambre y
miedo, mucho miedo.
Estos jóvenes nacidos a principios de
los años 20 se harían responsables de su propia supervivencia cuando
nada ni nadie les amparaba, cuando ninguna ley les eximía de vivir la
deplorable situación que por injusticia social, les tocaría sufrir.
La veteranía era sólo para privilegiados
Milicianos |
Y así pasaron los días y los meses, y a
la batalla del Ebro se les sumaría las batallas de Merengue y Baladredo,
solo para aquellos privilegiados que consiguieran sobrevivir. El bando
nacional nunca se ablandó ni tomó conciencia de la masacre que estaba
provocando sobre adolescentes inocentes cuyo máximo pecado fue nacer en
los años 20, vivir en la Cataluña republicana y comprometerse a una
causa de manera sentida o forzada.
Corrieron los meses a la par que la
invasión franquista en las ciudades españolas. La ofensiva de Cataluña
no terminaría hasta febrero de 1929 tras una estrategia nacional que
aislaría el reducto republicano catalán de sus otros grandes núcleos,
evitando así cualquier tipo de ayuda, sustento o suministro. La crueldad
humana en su estado más puro.
Más de la mitad de estos jóvenes
reclutados no consiguieron ver acabar la guerra. Sin embargo, la suerte
de los que sobrevivieron fue muy dispar: una parte de ellos acabaron
prisioneros por los ejércitos del dictador Francisco Franco, otra parte
conseguiría abandonar el país y a la dictadura que no compartían
llegando a Francia donde vivirían sino corrían la mala suerte de ser
capturados y encerrados en campos de concentración; otros no salieron de
España terminada la guerra y acabaron presos en Vitoria, Miranda del
Ebro, Zaragoza, Barcelona e incluso en el Sáhara español; la mayoría de
estos jóvenes acabarían afortunadamente en libertad aunque nunca
olvidasen la injusticia que la situación del país les obligó a vivir, su
ideología política o redención fue la causa por la que los franquistas
no castigaron con mayor énfasis a unos jóvenes maduros a base de
cicatrices. Muchos de éstos reconocieron posteriormente estar
coaccionados u obligados a alistarse al bando republicano por la orden
de Manuel Azaña. Aunque tampoco podemos olvidar mencionar a aquellos que
se vincularon a esta quinta pero que se alistaron de manera voluntaria a
la guerra, algunos de ellos antes incluso de este terrorífico
llamamiento.
En la actualidad y desde 1983, un número
reducido de supervivientes y familiares de esta quinta formaron la
‘Agrupación de Supervivientes de la Leva del Biberón’. Organización que
ha rememorado diversos actos relacionados con el trágico suceso de una
guerra entre españoles. Por ejemplo, el 66º aniversario de la batalla
del Ebro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario