domingo, 20 de octubre de 2019

LOS BOMBARDEOS DE OCTUBRE DEL 36 SOBRE CARTAGENA




El lunes, día 19 de octubre, los cartageneros y cartageneras continuaron su vida normal, a pesar del inesperado y cruento ataque aéreo que había sufrido la ciudad el día anterior; pero las autoridades comenzaron a planear la protección de la población y los edificios civiles e instalaciones militares; se trataba de proteger a Cartagena con los necesarios refugios antiaéreos, y pusieron de inmediato manos a la obra.



Pero los sublevados no dejaron pasar mucho tiempo sin actuar. El puerto de Cartagena era vital para la supervivencia del frente republicano, y desde el aeropuerto de Armilla se preparó una nueva ofensiva.

Siguiendo las órdenes del capitán Carrillo, tres junkers, en esta ocasión pertenecientes, no a la aviación alemana, sino a la franquista, despegaron en las primeras horas de la madrugada del 19 al 20 dirigiéndose hacia Cartagena, a la que llegaron a las 3,35 de la mañana y siendo localizados por las baterías antiaéreas que comenzaron a disparar sobre ellos.
En una noche muy oscura, y recibiendo el nutrido fuego de cañón y fusiles, lo que dificultó enormemente su tarea, dejaron caer, casi a ciegas, 18 bombas de 250 kilos, de las que solamente una no estalló y ninguna cayó sobre la estación de ferrocarril, que era el objetivo que se habían marcado. Hacia las 4 volvieron a aparecer para intentar contemplar los efectos del bombardeo y de nuevo recibieron los disparos de las piezas antiaéreas, continuando la alarma hasta las 5,30.


En esta ocasión no se registraron bajas, y al día siguiente, 21 de octubre, el parte de guerra dio a conocer la siguiente información: "La aviación fascista ha bombardeado en el día de ayer Cartagena. La artillería antiaérea que protege la ciudad puso en fuga a los aviadores rebeldes, después de haber abatido a dos grandes trimotores, cuyos doce tripulantes perecieron carbonizados; la población civil no ha sufrido daño alguno".
En realidad, no fue abatido ninguno de los aviones ni se sufrió ninguna baja por parte de los atacantes, pero lo que quedó bastante claro fue que, una vez comenzadas estas ofensivas, los bombardeos se iban a suceder con frecuencia, y por eso era necesario organizar, con la mayor rapidez posible, un eficaz sistema de defensa.
Gracias a las medidas tomadas resistió a base de Cartagena hasta el final de la guerra. Pero el último bastión fue duramente castigado, y tanto la población civil como la militar sufrió los efectos de los bombardeos.
Terror en la retaguardia: una de las más eficaces armas del enemigo.
Y de eso, en Cartagena se pudo constatar a lo largo de todo el mes de octubre del primer año de guerra. Una semana después del segundo bombardeo, el día 27, ocho aviones volvían a sembrar el pánico sobre el puerto de Cartagena y sobre el aeródromo de Los Alcázares en una operación coordinada entre unidades alemanas e italianas; hubo víctimas en ambos lugares, pero debido a la gran altura desde la que bombardearon, no alcanzaron ninguno de los objetivos, pues no alcanzaron los talleres del aeródromo ni ninguno de los barcos del puerto cartagenero. Desde las nueve y cuarto de la noche hasta las once duró la alarma, pero ninguno de los aviones fue alcanzado por el fuego antiaéreo y volvieron a sus bases de Tablada y Armilla. Estos tres primeros bombardeos no fueron más que un adelanto, la tarjeta de visita de lo que iba a suponer el resto de la contienda para la población cartagenera: un constante temor, un continuo mirar al cielo, un sobresalto a cada sonido distinto a los habituales... Cartagena, uno de los lugares más bombardeados, más castigados por los golpistas.


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