La laureada concedida a Navarra |
Geroa Bai. Noticias de Navarra, - 6 noviembre 2012
Este 8 de noviembre se cumple el 75º aniversario del Decreto 411 por el que Franco concedió a Navarra la Cruz Laureada de San Fernando y la colocó en su escudo (con visita del dictador a Pamplona al acto de homenaje a las Brigadas Navarras celebrado el día 9). El aniversario -tal vez anecdótico a estas alturas de la vida- habría pasado probablemente desapercibido si no llega a ser por unas palabras escritas por José Ignacio Palacios. En un artículo publicado hace unas semanas, el senador del PP elogiaba el valor del símbolo en lo que fue: el reconocimiento que Franco quiso hacer al papel desempeñado por los miles de voluntarios que se alzaron para apoyarle en la sublevación militar y en la Guerra Civil que la siguió. Ese, y no otro, era el sentido de la laureada en 1937, y ese, y no otro, sigue siendo su significado hoy en día. El senador Palacios es plenamente consciente de ello, pero lo es también de la existencia de legislación foral y estatal que prohíbe la presencia de símbolos del franquismo en espacios públicos y, evidentemente, en los símbolos que representan a la comunidad. Tal vez por ello termina su escrito deseando que el escudo de Navarra pueda volver a lucir la laureada si las generaciones futuras no dan a este símbolo la connotación que algunos -también él, según se deduce del texto- le atribuyen en la actualidad.
Es cierto que los símbolos evolucionan y llegan a tener significados diferentes. Sin embargo, nada se puede vaciar tan completamente del sentido con el que nació como para que la laureada pueda ser entendida hoy de forma distinta a lo que fue. Nada permanece inalterado en el tiempo y es fácil ver cómo cosas que hoy pensamos que han sido así desde siempre, en realidad han tenido significados distintos. Este es el caso del escudo y bandera de Navarra, fijados como oficiales en 1910 y que durante los primeros años fueron vistos por muchos como símbolos napartarras, es decir, nabarros con b y no con v. Fueron Arturo Campión, Hermilio de Olóriz y Julio Altadill, tres eminentes euskaros, quienes emitieron el informe que llevó a la Diputación a fijar oficialmente el escudo y bandera de Navarra.
Es necesario distinguir el recuerdo personal, íntimo y familiar, de lo que nuestra sociedad en su conjunto quiera recordar públicamente
Todo cambió con el estallido de la Guerra Civil y con la relectura del pasado llevada a cabo por el franquismo y por el navarrismo franquista durante los 40 años de dictadura. El escudo laureado de Navarra se convirtió en el símbolo franquista por antonomasia en el Viejo Reino, en la esencia misma de esa navarridad española que tanto gustó al dictador. Como podemos ver en muchos textos de la época de la guerra y posteriores, las cadenas de Navarra y la laureada pasaron a ser los símbolos de la Navarra oficial durante la dictadura representando el sacrificio de Navarra por España en las dos reconquistas. Las cadenas simbolizaban la primera reconquista, la llevada a cabo contra el islam en la Edad Media y condensada en la batalla de las Navas de Tolosa de 1212. El mito -que hoy sabemos que es erróneo- dice que a partir de aquel momento Sancho VII el Fuerte incorporó las cadenas a su emblema. La laureada simbolizaba la segunda reconquista, la Guerra Civil, la Cruzada Nacional, en términos empleados en aquellos años. Más allá del rancio nacionalismo español que destilan aquellos textos y el propio símbolo de la laureada, lo que no podemos perder de vista es el papel reservado a la violencia en aquel discurso. La regeneración de España debía producirse por las armas, esa era la única manera de limpiar Navarra y España. Y ese es el sentido último de la laureada.
El Decreto de 8 de noviembre de 1937 explicaba negro sobre blanco el sentido guerracivilista de la laureada: “España entera rinde homenaje y simpatía a las virtudes y alto espíritu de un pueblo, en que no se sabe qué admirar más, si el valor de los que valientemente mueren en los frentes o la generosidad y patriotismo de quienes, alegres, entregan a la patria lo más querido de los hogares”. La laureada concedida a Navarra era y es la exaltación de la guerra, de la muerte, del dolor y sufrimiento provocados por las armas en una guerra civil. La laureada distinguía el valor de unos navarros en su lucha frente a otros, el sacrificio de vidas humanas en la defensa de unas ideas, la exaltación en definitiva de la violencia como instrumento político. Y siendo así, podemos afirmar que Navarra nunca fue laureada: lo fueron unos navarros que lucharon en una guerra defendiendo unas determinadas ideas que no eran compartidas por otros navarros y que, desde luego, no son compartidas por la inmensa mayoría de los navarros y de las navarras de hoy.
Es necesario distinguir el recuerdo personal, íntimo y familiar incluso de lo que alguien pudo hacer 75 años atrás -convencido de sus ideas u obligado por las circunstancias-, de lo que nuestra sociedad en su conjunto quiera recordar públicamente. La memoria individual y la memoria colectiva o pública son o debieran ser diferentes. El recuerdo público del pasado, la memoria, se construye como un reconocimiento de aquellos elementos, sucesos, personajes y símbolos de nuestra historia con los que hoy nos sentimos representados. Elementos que simbolizan valores con los que nuestra sociedad de hoy se identifica. Por todo ello, la laureada no debería volver a adornar el escudo de Navarra, no mientras la sociedad navarra siga defendiendo la libertad y la democracia, no mientras los navarros y navarras se sigan identificando con una sociedad plural basada en los valores de respeto, convivencia y paz.
http://www.noticiasdenavarra.com/2012/11/06/opinion/tribuna-abierta/la-laureada-desde-la-memoria
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