jueves, 15 de noviembre de 2012

LA SANGRIENTA FACTURA A LOS VENCIDOS

Unos 4.500 asturianos fueron ejecutados por las fuerzas franquistas tras la caída de la región en octubre de 1937.

Los republicanos vencidos en la Guerra Civil en Asturias pagaron una sangrienta factura. La represión que siguió a la victoria franquista se llevó por delante a unas 4.500 personas. Una inútil matanza.

 

Represión en Gijón Octubre 1937

 

 

lne.es / JAVIER RODRÍGUEZ MUÑOZ / 12-11-2012

El 21 de octubre de 1937 las Brigadas Navarras entraron en Gijón, capital hasta entonces de la Asturias leal a la República, y en los días que siguieron las fuerzas franquistas ocuparon el resto de la región sin apenas resistencia. La guerra había terminado, pero iba a empezar una dura represión para los vencidos. Antes de terminar el mes y en los siguientes, un buen número de acciones violentas ensangrentaron buena parte del suelo asturiano. En la noche del 27 al 28 de octubre de 1937, un grupo de militares del IV Batallón «Arapiles» de la VI Brigada Navarra fusiló a 17 trabajadores, hombres y mujeres, que habían prestado sus servicios hasta esa noche en el hospital-manicomio de Valdediós. Antiguos pozos mineros, fosos de trincheras y otros lugares recibieron los cadáveres de muchos asesinados en los días que siguieron a la ocupación de Asturias por los franquistas. Durante muchos meses, aun después de terminada la guerra, continuó la sangría.
Los partes de guerra del Ejército franquista comienzan a hablar de «operaciones de limpieza y policía». El parte oficial del Estado Mayor de Franco cifraba en 6.000 los prisioneros hechos el día 22 de octubre, cifra que ascendía ya a 15.000 al día siguiente y que no paró de aumentar. En todas las poblaciones se improvisaron cárceles. En Sama, el teatro Manuel Llaneza y la Casa del Pueblo de los socialistas; en Oviedo, La Cadellada fue convertida en campo de concentración; en Avilés, hizo las mismas funciones la fábrica de La Vidriera y la Quinta Pedregal; en Gijón, la plaza de toros, El Coto, La Algodonera, el Cerillero...
Por esas prisiones y campos pasaron todas las personas que estaban alistadas en el Ejército republicano en Asturias, en tanto se procedía a su identificación y clasificación. Posteriormente, unos fueron incorporados al Ejército de Franco, otros pasaron a batallones de trabajadores y otros quedaron a disposición de la justicia militar, que no tardó en poner en marcha una maquinaria represiva que llevó a muchos miles ante los consejos de guerra y ante los pelotones de ejecución.
En noviembre se reanudaron los consejos de guerra, que durante meses dictaron numerosas sentencias de muerte y otras importantes condenas contra los acusados. Entre los primeros que pasaron por los consejos sumarísimos estuvo la plana mayor de los militares de la Fábrica de Armas de Trubia. El coronel José Franco Mussió, director de la misma, ya había sido juzgado por los republicanos y absuelto, aunque nunca se le tuvo como un adicto republicano. Al coronel Franco, al comandante Manuel Espiñeira Cornide, a los capitanes Ernesto González Reguerín, Luis Revilla de la Fuente e Hilario Sanz de Cenzano y al teniente Luis Alau Gómez se les consideraba como «indiferentes» en diversos informes republicanos sobre tendencias políticas. Estos seis y los capitanes de la misma fábrica José Bonet Molina e Ignacio Cuartero Larrea fueron ejecutados el 14 de noviembre de 1937 en Oviedo, tras ser condenados a la pena máxima. Otros militares que lucharon en el Ejército popular republicano fueron igualmente pasados por las armas, como Julio Bertrand Gosset, Tomás Álvarez Sierra y Eduardo Rodríguez Calleja.

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