jueves, 8 de noviembre de 2012

EL CAPITÁN REPUBLICANO DEL REAL MADRID MURIÓ SOLO EN NUEVA YORK

Pedro Escobal, capitán del Real Madrid en los años 20, murió en 2002 en Nueva York Solo, olvidado por su club. El defensa republicano se libró del fusilamiento en la Guerra Civil y marchó al exilio en EEUU donde fue condecorado por su labor como ingeniero en la mejora del alumbrado del barrio de Queens.



Pedro Escobal


Líbero / Diego Barcala / 02-11-2012

El que ha oído su nombre en el siguiente turno del fusilamiento y ha sentido la frialdad del paredón no tiene otro recuerdo para el resto de su vida. Perico Escobal fue capitán del Real Madrid en los años 20 y jugador de la Selección en los Juegos Olímpicos de París 1924 pero apenas hablaba de fútbol meses antes de morir en 2002 en su casa del exilio en Nueva York. La infección de su columna por las pésimas condiciones de tres años de prisión era su primer recuerdo de España. Escobal murió solo a los 98 años. Nadie recordó su sufrimiento ni sus años de éxito deportivo. Su cuerpo permaneció abandonado en la morgue neoyorquina durante meses antes de que alguien le enterrara. El capitán del Madrid republicano, desapareció en el olvido.
En una escueta nota en su página web de octubre de 2005, el club en el que debutó a los 18 años en Oporto y del que fue canterano en el Colegio del Pilar, el Real Madrid, reseñó la publicación de un libro escrito por el exjugador. "Se editan las memorias de "Perico" Escobal, capitán del Real Madrid condenado a muerte", decía la información. Lo que se publicó aquel año, o más bien se reeditó, fue 'Las Sacas', por la editorial Biblioteca del Exilio, en un volumen coordinado por la profesora de Literatura de la Universidad de La Rioja, María Teresa González de Garay. 'Las Sacas' es un detallista y espeluznante recuerdo del paso de Escobal por prisión. Pero también es un ajuste de cuentas donde denuncia a los culpables de las atrocidades que vivió en su paso por las celdas.
"Si no iba yo a verle, no iba nadie"
"Siempre que le visitaba enseñaba el hueco que tenía en la columna por la infección que cogió en la cárcel", recuerda Pablo Escondrillas, familiar lejano de Escobal. Pablo, de 38 años, estudió un máster en la Universidad de Columbia en 2001 y aprovechó la cercanía de la facultad a la casa del exfutbolista para visitar a aquel señor mayor que se había casado con una prima de su abuela y que vivía en la ciudad desde 1939. "Era un hombre de una cultura inmensa. Le encantaba hablar de Cervantes y se puede decir que tenía más interés por la cultura que por el fútbol. Su recuerdo más recurrente como deportista era la competencia que este espectáculo tenía con los toros. Decía que en sus años inauguraban campos constantemente por el auge de la popularidad del fútbol. Su mujer murió en 1999 y apenas veía cuando le visitaba. Sabía que si no le iba a ver yo, no iba nadie", recuerda una década después.
Era afiliado a Izquierda Republicana, pertencecía a la logia Zurbano de Logroño y había ayudado a unas monjas a huir de la quema de iglesias en Madrid”  
Escobal vivió la muerte de cerca. En las citadas memorias dejó decenas de referencias al ambiente moribundo que inundaba la prisión entre fusilamientos, suicidios y condenas a muerte. "Grandes seres humanos como Mozart habían muerto en circunstancias parecidas de soledad. En la sala Once todos morían como cabos de vela encendida que se consumen, lentamente", describió en su libro publicado en Nueva York por primera vez en 1968. Los primeros ejemplares de su denuncia con nombres y apellidos de la represión en La Rioja llegaron a España escondidos en los barcos por marineros de izquierdas que cruzaron el Atlántico.

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