Dolores Cabra
Secretaria General de la
Asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE)
2 Septiembre 2012
José Murillo Murillo, Comandante
Ríos, guerrillero antifranquista de la Agrupación de Córdoba, Sierra Morena,
miembro de la Junta Directiva de AGE, ha fallecido en la madrugada del 2 de
septiembre de 2012 en Madrid, sin que el Congreso de los Diputados haya
reconocido sus legítimos derechos.
José nació el 9 de abril de 1924
en El Viso de los Pedroches, en la provincia de Córdoba.
Nos ha dejado un hombre profundamente
bueno, profundamente humano, hijo verdadero del pueblo, fino, y como buen
andaluz, gran conversador, inteligente y avisado como buen campesino y pastor,
con ideas muy claras sobre la libertad como fajado ex-preso, con ideas muy
verdaderas sobre la justicia, como tenaz guerrillero. Comunista por los ideales,
no por la densa estructura de partido, donde nunca quiso ser más que un
militante de base.
Nos ha dejado un hombre bueno que
hubo de enfrentar la vida con las armas en la mano sin dejar nunca de ser un
hombre de paz y de entendimiento. Este hombre, José Murillo, Comandante Ríos,
hubo de incorporarse a la lucha armada guerrillera en la campiña cordobesa
porque tras la victoria de los generales golpistas, los caciques y la Falange
de su pueblo buscaban a su padre para matarle por ser un sindicalista de UGT
que se había manifestado profundo defensor de la República y los derechos de
los trabajadores. José Murillo tan
sólo tenía entonces diecisiete años y ambos tuvieron que huir al monte para
escapar de la sevicia de los vencedores.
José Murillo Murillo |
En 1947 pasó a dirigir una nueva
agrupación en la campiña sevillana, y allí fue abatido por la guardia civil que
le encajó cinco balas de naranjero en el hombro allí alojadas para siempre.
Escondido en una choza de pastores
sobrevivió gracias a los cuidados de la buena gente y vivió dos años aún en la
más absoluta clandestinidad hasta que fue delatado y detenido el 31 de octubre
de 1949 en Guadalcanal, después fue trasladado a la cárcel de Sevilla donde fue
interrogado por el comandante Machado y en la que permaneció dos años y medio
condenado a muerte. Gracias a la intervención
de Fray Dionisio, de El Viso, pudo librarse de la muerte pero no de una larga
condena.
Juzgado y condenado a muerte, fue
conmutada la pena por dos condenas de treinta años de presidio. El nos decía
que era conocedor de casi todos las cárceles: Sevilla, Carabanchel, Ocaña,
Burgos...
Cumplió 14 años y salió libre por mor de un indulto
general en 1963, el mismo año que asesinaba la dictadura a Julián Grimau, José
siempre nos lo recordaba. Había salido al monte con diecisiete años, salía de
la prisión cumplidos los cuarenta.
Sobrevivió de la mano de aquel
hombre justo que fue el padre Llanos en el tremendo Pozo del Tío Raimundo de
los años 60. Su documentación decía que había salido de prisión con condena de
muerte conmutada y que era de profesión “bandolero”. La brutalidad de la
Dictadura no se detendría ya nunca con quienes se habían atrevido a enfrentarse
a ella.
Casó con Genoveva quien le había
apoyado desde fuera durante sus muchos años de presidio, y tuvieron dos hijos,
José y Paloma, quienes le han atendido con un inmenso cariño hasta su muerte.
Desde los años 80 estuvo al
frente, junto a Raquel Pelayo, de la asociación Unión de Excombatientes (UNEX),
ese pequeño despacho de la calle Mayor de Madrid tan importante en el que los
expresos políticos podían reunirse e ir elaborando sus estrategias
reivindicativas, y, es más, perfilando la idea de crear un monumento a los
guerrilleros españoles.
A mediados de los 90 se incorporó
a la Coordinadora del Homenaje a las Brigadas Internacionales, celebrado con
motivo del sesenta aniversario en 1996. José Murillo representaba a los
guerrilleros antifranquistas en esa coordinadora de veteranos organizadora del
evento. Al final de los 90 se incorporó con todo entusiasmo al grupo de
antiguos guerrilleros de diversas militancias políticas que desde la Asociación
Archivo Guerra y Exilio (AGE), comenzaban a exigir al gobierno el
reconocimiento jurídico para el movimiento guerrillero antifranquista como
últimos soldados de la República, aquellos que hubieron de enfrentar al
fascismo en el interior, tras la caída de la República, con las armas en la
mano.
José Murillo junto a otros guerrilleros de AGE |
En el 2000 su presencia fue
esencial durante el recorrido por toda la geografía española en la Caravana de
la Memoria que organizó AGE. El lema de esa caravana fue la reivindicación del
reconocimiento jurídico de los guerrilleros. Los niños de la guerra,
brigadistas internacionales, expresos y demás colectivos que sufrieron la
Dictadura, fueron el apoyo leal a estos valerosos hombres y mujeres.
En El Viso de los Pedroches, su
pueblo natal hicimos un homenaje en 2001, con gran asistencia de socios y
amigos y también protagonizó la película “La Guerrilla de la Memoria”,
documental dirigido por Javier Corcuera y producido por Montxo Armendáriz, en
el que junto a sus compañeros de armas narraban las vivencias de aquella
sacrificada y heroica vida.
En una de las asambleas que AGE
celebra anualmente en la Venta de Contreras nos decía: “No queremos venganza,
como dicen, queremos justicia, vivir en una democracia libre de verdad, justa,
no como ésta”. La derecha es la “contrapartida” de los poderosos. «A los
guerrilleros nos llamaron bandoleros y crearon las contrapartidas de la Guardia
Civil, que hacían barbaridades contra la población para acusarnos –relata–.
Ahora, la contrapartida es el PP que nos lleva a cuarenta años atrás».
Era un hombre bueno y de
entendimiento, extraordinario conversador, seductor, capaz de llevar a su
interlocutor a lo más importante: a pensar por encima de pasiones y
extremismos. Cuando era jefe de la
guerrilla en aquellos montes y campiñas de Córdoba y Ciudad Real, fue capaz de
crear apoyos no sólo, como era obvio, entre los campesinos y los trabajadores, sino
incluso de pactar acuerdos de no agresión con terratenientes locales y hacer
que los miembros de la propia guardia civil de aquellas poblaciones dispersas
les tuvieran no sólo respeto sino prudencia.
Era un hombre bueno que nunca
dejó de luchar por ideales muy altos y de escuchar a sus oponentes, de
transigir sin faltar a sus ideas, de entender las razones del otro y sin
embargo saber convencer. A diferencia de aquellos energúmenos de los que
hablaba Unamuno, él no venció, pero siempre convenció. Era, ya lo hemos dicho,
un hombre profundamente bueno.
Querido comandante, esta
democracia jamás podrá reconocer vuestra entregada y heroica lucha porque nunca
podrán entender los sentimientos altruistas, generosos y justos de ese
movimiento guerrillero de hombres y mujeres que sacrificaron sus vidas por la
libertad y por la democracia, esa madrastrota que os ha negado lo más legítimo:
el reconocimiento de vuestra lucha.
Tenemos tu legado, hemos recogido
tu testigo y te saludamos con todos los honores en este viaje que ya no tiene
más vuelta que la que has dejado en nuestros corazones para siempre.
Dolores Cabra
Secretaria General de la
Asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE)
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