A menos de un mes de comenzar el juicio contra Garzón fallece una de las víctimas que iba declarar
Monumento en memoria de los fusilados de Uncastillo inaugurado en julio de 2010. |
ÁNGELES VÁZQUEZ Madrid 09/01/2012
Los
testigos de los crímenes del franquismo propuestos por Baltasar Garzón
para defenderse en el juicio que comenzará el día 24 están acostumbrados
a luchar. Y a perder. Uno de los que más ilusión tenía en poder ayudar,
en la medida de sus posibilidades, al único juez que se atrevió a abrir
una causa penal para investigar lo ocurrido durante la Guerra Civil y
la posguerra no lo podrá hacer.
A menos de un mes de que comience la vista oral, Jesús Pueyo Mastierra ha muerto.
Ha sido su última derrota. No puede contar su historia a un tribunal.
Aunque los jueces que lo compongan no vayan a estar ahí para tratar de
encontrar al responsable del fusilamiento de su padre y de varios
familiares. Al contrario, su deber consistirá en juzgar al juez que, en
octubre de 2008, logró devolver a él y a otros muchos la esperanza de
que por fin la Justicia iba a revisar lo ocurrido en esos años
convulsos.
Según los que le conocían, Pueyo estaba ansioso por declarar en el Tribunal Supremo para defender a Garzón y
poder contar en una sala de vistas, por fin, lo que le ocurrió a su
padre. Eso sí, en los últimos meses había pedido que se le permitiera
comparecer por videoconferencia, por su delicado estado de salud.
Los únicos permitidos
Una
circunstancia que se extiende a muchos de los más de 20 testigos
propuestos por la defensa de cara al juicio, los únicos que la Sala
Segunda permitió que testificaran. Todos los demás, entre los que
figuraban magistrados de la Audiencia Nacional y expertos juristas en
justicia universal, fueron rechazados.
Y es
probable que, precisamente por motivos de edad o enfermedad, el abogado
del juez en este procedimiento, Gonzalo Martínez-Fresneda, se vea
obligado a solicitar al tribunal que le permita renunciar a alguno de
ellos y a sustituirlos por otros, que sí puedan comparecer ante el Alto
Tribunal.
Pueyo,
que residía en Hendaya, llevaba mucho tiempo preparándose para poder
contarlo todo. Desde 1977 trataba en solitario de encontrar justicia.
Una página web, un libro de memorias, un listado de los fusilados en la
comarca de las Cinco Villas, en el que llegó a poner nombre a 184
víctimas, y hasta un monumento en su pueblo, Uncastillo, en memoria de
los que fueron asesinados poco después del golpe de Estado que significó
el principio del fin de la Segunda República.
Décadas de trabajo
Jesús Pueyo murió sin saber en qué cuneta está enterrado su padre y
teniendo muy presente que él fue quien, con 14 años, fue a buscarlo a
la era para que se presentara ante el juez, después de que este le
prometiera que no le pasaría nada. El compromiso se demostró falso
cuando al día siguiente un grupo de falangistas se lo llevaran en un
camión. Los que lo vieron no tuvieron ninguna duda del trato que había
recibido aquella noche.
Aunque
su vida siguiera, Pueyo nunca dejó de ser testigo de lo que le ocurrió a
su padre. Por eso, cuando Garzón se declaró competente para investigar
estos crímenes, le llevó un dossier con los datos recabados durante
décadas. Y esa causa fue lo más cerca que estuvo de la Justicia. La
demanda que presentó en Estrasburgo ni siquiera fue admitida.
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