martes, 24 de enero de 2012

Las olvidadas del franquismo

La revista ‘Stvdia Histórica’ ahonda en las particularidades de las cárceles femeninas de la guerra y la posguerra

Imagen de un taller de confección de la prisión de Alcalá de Henares, en 1956.LA SEXTA
PAULA DÍAZ MADRID 23/01/2012

Fui juzgada y sentenciada a pena de muerte con mi hija en brazos, cuatro días antes de que ella cumpliera 1 año de vida. Cuando salí de la cárcel, en 1942, sólo tenía dos ideas en la cabeza: sacar a mi madre de la calle y reivindicar el nombre de todos los caídos, los presos políticos”. Así resumeConcha Carretero (Barcelona, 1918) una parte de su paso por la cárcel de Ventas, en Madrid, donde ingresó por ser miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas un día antes del fusilamiento de las Trece Rosas, el 4 de agosto de 1939.
Anteayer, Concha vio uno de sus deseos cumplidos. Con su pelo canoso perfectamente atusado, acompañada del bastón que la ayuda a caminar y con una sonrisa que no se borra de su cara, acudió a la presentación, en el Ateneo de Madrid, de Cárceles de mujeres. Las prisiones franquistas para mujeres (y para sus hijos) en la guerra y la posguerra. En la publicación, un monográfico de la revista Stvdia Histórica. Historia Contemporánea, 16 expertos rinden homenaje a todas las mujeres que, como ella, fueron represaliadas por el régimen del dictador.
“Es curioso, la cárcel de Ventas la había hecho Victoria Kent para los franquistas y quienes la estrenamos fuimos nosotras”, ironizó Carretero. “Tenía capacidad para 500 personas, pero allí estuvimos miles de camaradas”, recordó. Todo ello hizo que el hacinamiento, el hambre y las palizas fueran las condiciones habituales de las prisiones de la época.
¿Por qué un monográfico sobre presas? “Todo lo que sucedía en las cárceles de hombres se daba también en las de mujeres, pero no todo lo que sucedía en las prisiones de mujeres se daba en las de hombres”, justifica el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona Ricard Vinyes.

Torturas específicas

“Las mujeres sufrieron torturas específicas derivadas de su condición de mujer: violaciones, chantaje emocional, descalificaciones morales, y también fueron acusadas de responsabilidad subsidiaria, por los delitos que no impidieron que sus hijos, hermanos o esposos cometieran”, argumentó por su parte Ángeles Egido, catedrática de Historia Contemporánea de la UNED.
Benito Zambrano, director de La voz dormida película que también recoge el drama carcelario de las mujeres en la posguerra, señaló, además, el desconocimiento de la sociedad sobre este tema. “Es una parte olvidada de la historia”, aseguró. “Hacer la película fue como abrir la puerta de esa casa donde todo el mundo te dice que ahí no se entra”, describió.
Hay tres características fundamentales, según Vinyes, que diferencian los “paisajes carcelarios” de hombres y mujeres: la presencia de niños en las prisiones, una menor solidaridad del exterior con ellas y la ausencia de un trabajo regulado por el sistema penitenciario. “Ellas transgredían constantemente normativas y reglamentos con trabajos y redes clandestinas de comercialización con el exterior”, especificó el catedrático.
La propia Concha, en su propósito de ayudar a su madre para que no tuviera que pedir limosna, tejía paños de ganchillo en la prisión para que ella pudiera venderlos fuera. “Mi madre no era comunista, lo éramos mi hermano y yo”, explicó Carretero. “Un día la Policía la interrogó y ella les dijo: si ser comunista significa ver lo que veo en mis hijos, compartir cada pieza de ropa y cada plato de comida, entonces, lo soy”, rememoró.
Tanto ella como su familia sufrieron las consecuencias de haber peleado contra la represión. ”Vivimos en chabolas, en la calle, pero si volviera a nacer, volvería a luchar por un mundo mejor”, sentenció la expresa. De nada sirvió que en la cárcel la desnudaran, la golpearan y la regaran con jarros de agua fría en pleno invierno. Ni siquiera que la asustaran con un simulacro de fusilamiento.
¿Lo peor? “Hubiera preferido que me siguieran dando palos antes de ver a una compañera salir para no volver”, lamenta Carretero en el documental de Jorge Montes Salguero Del olvido a la memoria. Presas de Franco, emitido por La Sexta en 2007 y que fue proyectado de nuevo el sábado pasado, en el Ateneo. Aun así, Concha, a sus 93 años, no guarda rencor: “En la cárcel hubo mucho dolor, pero ya pasó todo”.

Más allá de la política

“Ellas son el testimonio vivo de la lucha por las libertades y su papel fue mucho más allá de la política”, destacó Ángeles Egido. “Colaboraron con la guerrilla, fueron un apoyo sustancial para los hombres encarcelados, a los que siguieron de pueblo en pueblo protagonizando el llamado turismo carcelario, y fueron capaces de construir redes de resistencia antifranquista desde dentro y fuera de la prisión: las que salían nunca se olvidaban de las que se quedaban dentro”, detalló.
“Además, ellas son el pilar de los logros femeninos que hoy nos hemos encontrado casi hechos del todo”, concluyó la catedrática. Concha, sin embargo, aún cree que queda mucho por hacer. Y sólo le pide una cosa a la juventud: “Que luchen, porque aún falta mucho para conseguir lo que nosotras queríamos: la libertad”.

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