La revista ‘Stvdia Histórica’ ahonda en las particularidades de las cárceles femeninas de la guerra y la posguerra
Imagen de un taller de confección de la prisión de Alcalá de Henares, en 1956.LA SEXTA |
PAULA DÍAZ MADRID 23/01/2012
Fui
juzgada y sentenciada a pena de muerte con mi hija en brazos, cuatro
días antes de que ella cumpliera 1 año de vida. Cuando salí de la
cárcel, en 1942, sólo tenía dos ideas en la cabeza: sacar a mi madre de
la calle y reivindicar el nombre de todos los caídos, los presos
políticos”. Así resumeConcha Carretero (Barcelona, 1918) una parte de su
paso por la cárcel de Ventas, en Madrid, donde ingresó por ser miembro
de las Juventudes Socialistas Unificadas un día antes del fusilamiento
de las Trece Rosas, el 4 de agosto de 1939.
Anteayer,
Concha vio uno de sus deseos cumplidos. Con su pelo canoso
perfectamente atusado, acompañada del bastón que la ayuda a caminar y
con una sonrisa que no se borra de su cara, acudió a la presentación, en
el Ateneo de Madrid, de Cárceles de mujeres. Las prisiones franquistas para mujeres (y para sus hijos) en la guerra y la posguerra. En la publicación, un monográfico de la revista Stvdia Histórica. Historia Contemporánea, 16 expertos rinden homenaje a todas las mujeres que, como ella, fueron represaliadas por el régimen del dictador.
“Es
curioso, la cárcel de Ventas la había hecho Victoria Kent para los
franquistas y quienes la estrenamos fuimos nosotras”, ironizó Carretero.
“Tenía capacidad para 500 personas, pero allí estuvimos miles de
camaradas”, recordó. Todo ello hizo que el hacinamiento, el hambre y las
palizas fueran las condiciones habituales de las prisiones de la época.
¿Por
qué un monográfico sobre presas? “Todo lo que sucedía en las cárceles de
hombres se daba también en las de mujeres, pero no todo lo que sucedía
en las prisiones de mujeres se daba en las de hombres”, justifica el
catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona
Ricard Vinyes.
Torturas específicas
“Las
mujeres sufrieron torturas específicas derivadas de su condición de
mujer: violaciones, chantaje emocional, descalificaciones morales, y
también fueron acusadas de responsabilidad subsidiaria, por los delitos
que no impidieron que sus hijos, hermanos o esposos cometieran”,
argumentó por su parte Ángeles Egido, catedrática de Historia
Contemporánea de la UNED.
Benito Zambrano, director de La voz dormida película
que también recoge el drama carcelario de las mujeres en la posguerra,
señaló, además, el desconocimiento de la sociedad sobre este tema. “Es
una parte olvidada de la historia”, aseguró. “Hacer la película fue como
abrir la puerta de esa casa donde todo el mundo te dice que ahí no se
entra”, describió.
Hay
tres características fundamentales, según Vinyes, que diferencian los
“paisajes carcelarios” de hombres y mujeres: la presencia de niños en
las prisiones, una menor solidaridad del exterior con ellas y la
ausencia de un trabajo regulado por el sistema penitenciario. “Ellas
transgredían constantemente normativas y reglamentos con trabajos y
redes clandestinas de comercialización con el exterior”, especificó el
catedrático.
La
propia Concha, en su propósito de ayudar a su madre para que no tuviera
que pedir limosna, tejía paños de ganchillo en la prisión para que ella
pudiera venderlos fuera. “Mi madre no era comunista, lo éramos mi
hermano y yo”, explicó Carretero. “Un día la Policía la interrogó y ella
les dijo: si ser comunista significa ver lo que veo en mis hijos,
compartir cada pieza de ropa y cada plato de comida, entonces, lo soy”,
rememoró.
Tanto
ella como su familia sufrieron las consecuencias de haber peleado
contra la represión. ”Vivimos en chabolas, en la calle, pero si volviera
a nacer, volvería a luchar por un mundo mejor”, sentenció la expresa.
De nada sirvió que en la cárcel la desnudaran, la golpearan y la regaran
con jarros de agua fría en pleno invierno. Ni siquiera que la asustaran
con un simulacro de fusilamiento.
¿Lo
peor? “Hubiera preferido que me siguieran dando palos antes de ver a una
compañera salir para no volver”, lamenta Carretero en el documental de
Jorge Montes Salguero Del olvido a la memoria. Presas de Franco,
emitido por La Sexta en 2007 y que fue proyectado de nuevo el sábado
pasado, en el Ateneo. Aun así, Concha, a sus 93 años, no guarda rencor:
“En la cárcel hubo mucho dolor, pero ya pasó todo”.
Más allá de la política
“Ellas
son el testimonio vivo de la lucha por las libertades y su papel fue
mucho más allá de la política”, destacó Ángeles Egido. “Colaboraron con
la guerrilla, fueron un apoyo sustancial para los hombres encarcelados, a
los que siguieron de pueblo en pueblo protagonizando el llamado turismo
carcelario, y fueron capaces de construir redes de resistencia
antifranquista desde dentro y fuera de la prisión: las que salían nunca
se olvidaban de las que se quedaban dentro”, detalló.
“Además,
ellas son el pilar de los logros femeninos que hoy nos hemos encontrado
casi hechos del todo”, concluyó la catedrática. Concha, sin embargo,
aún cree que queda mucho por hacer. Y sólo le pide una cosa a la
juventud: “Que luchen, porque aún falta mucho para conseguir lo que
nosotras queríamos: la libertad”.
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