jueves, 19 de enero de 2012
Nombre y rostro de un asesino
Tristán Falcó y Álvarez de Toledo, conde de Barajas, dirigió el pelotón de fusilamiento de todas las autoridades republicanas de León
Diario de León, 16-01-2012
Un libro identifica al hombre que dirigió el pelotón de fusilamiento de todas las autoridades republicanas de León en 1936, un impasible aristócrata de 25 años . Tristán Falcó y Álvarez de Toledo, conde de Barajas
Un libro identifica al hombre que dirigió el pelotón de fusilamiento de todas las autoridades republicanas de León en 1936, un impasible aristócrata de 25 años . Tristán Falcó y Álvarez de Toledo, conde de Barajas. Monárquico hasta la médula, lector de revistas agitadoras, soltero, dos carreras universitarias, ejecutor. Una investigación sobre el alcalde republicano Miguel Castaño halla la pista del hombre que ordenó la colocación y el fusilamiento de los quince prohombres de la República en León.
El ejecutor, el hombre que encabezó el pelotón de fusilamiento y quien dio la orden de colocación y fuego de todas las autoridades republicanas de León en 1936 ya tiene nombre y rostro. Era el conde de Barajas, en aquel momento un alférez provisional de 25 años vinculado a una organización militarizada cuya idea principal era defender el legado de Alfonso XIII. Monárquico recalcitrante, pagó su animadversión con la progresía republicana a las siete de la mañana del 21 de noviembre de 1936. Estaba destinado temporalmente en el Regimiento de Infantería Burgos 31 —Burgos 36 hasta la Guerra Civil—, así que la designación de Tristán Falcó y Álvarez de Toledo como jefe del grupo de soldados que asesinó a quince de los hombres más emblemáticos de la República en la capital leonesa fue un tanto accidental, impensada.
La semblanza del desgraciado aristócrata —falleció solamente unos meses después en el Frente de Teruel— es una de las reveladoras contribuciones históricas que aporta la investigación del periodista leonés Carlos J. Domínguez, autor del libro de inminente publicación Asesinaron La Demoracia (310 páginas), un sobrecogedor recorrido por el estallido de la Guerra Civil en León a través de una de las figuras políticas más ignoradas hasta ahora por historiadores e investigadores, la del periodista, alcalde y diputado leonés Miguel Castaño Quiñones. En el mismo libro, ejecutor y víctima comparten una especie de autopsia narrativa que reconstruye el episodio del juicio sumarísimo instruido contra el alcalde republicano de León, el gobernador civil, el presidente de la Diputación y trece ciudadanos más sometidos a una perversión jurídica que les sentenció a muerte.
Su calvario empezó pocas horas después de producirse el golpe de Estado. Cuando los sublevados se organizaron en León y tomaron la emisora de radio local —eso ocurrió después de que el líder anarquista Laurentino Tejerina pudiera hacer un último llamamiento a los obreros—, el mando encargado de subvertir el orden público, el capitán Moral, ordenó rodear la sede del Gobierno Civil, donde se encontraban reunidas en aquel momento algunas de las principales autoridades republicanas provinciales y locales. De una sola acometida descabezaron al grueso de los más preeminente: el gobernador civil, Emilio Francés; , líderes políticos y sindicales como Félix Sampedro (Frente Popular), Lorenzo Martínez Baca (Partido Sindicalista), Antonio Fernández Martínez (Sindicato Minero Castellano Leonés), José María de Celis (de un incipiente Partido Comunista), a responsables de compañías como Campsa (Alfredo Barthe), Correos (Orestes Vara de la Fuente), el matadero (Nicostrato Vela Esteban, padre del pintor Vela Zanetti) y a los mandos militares no adheridos a la causa, caso de los capitanes Juan Rodríguez Lozano —abuelo de José Luis Rodríguez Zapatero— y Timoteo Bernardo Alonso, que ya estaba retirado. La investigación ahora publicada aporta como novedad que ni Miguel Castaño, alcalde de León, ni Ramiro Armesto, presidente de la Diputación, fueron detenidos en el gobierno civil, sino en sus propios domicilios y un mes después. Incluso podrían existir más casos.
Hasta aquí, toda la literatura que existe coincidía en la versión de que estos hombres formaron una única cuerda de presos en dirección a la prisión-campo de concentración establecida en San Marcos sólo unas horas antes. Lo más singular de la investigación que difunde en primicia este periódico es el relato que viene a partir de ahora, el que cuenta cómo un joven de 25 años, sin gran trascendencia social ni política en el organigrama del momento, se hace cargo de la matanza de casi todos ellos; y de otros más. En total son quince en un mismo paredón. No se sabe si fue su primera vez y si hubo más, lo único constatable es que Tristán Falcó y Álvarez de Toledo se convirtió la funesta madrugada del 21 de noviembre de 1936 en el ejecutor principal, en el ordenante del abatimiento de un nutrido grupo de hombres leales a los valores de la República.
Pero, ¿quién fue Tristán Falcó? ¿Por qué él? Son dos preguntas que responde este nuevo libro financiado por el Ministerio de la Presidencia con cargo a las subvenciones de la Ley de la Memoria Histórica otorgadas a la Asociación Juventudes Activas de León. «Desde luego era un hombre especial. Pertenecía a una de las grandes familias nobiliarias europeas y más vinculadas a la corona. Su presencia en León fue casual. Era alférez provisional y en aquel momento era habitual ponerles al frente de un grupo de hombres [pelotón de fusilamiento]. Así que se le señala como quien dice a dedo. En aquel momento hay muchos fusilamientos todas las noches, por lo que no hay razones que hagan pensar en su nombramiento por algo en concreto», aclara Domínguez.
La investigación principal, centrada en la biografía de una de sus víctimas, el periodista Miguel Castaño Quiñones, permitió acercarse a la pista del conde de Barajas a través de un único documento que constata su destino militar en León. El autor explica que esta información inédita apareció casi al final de su trabajo. Aún así, ha recabado datos suficientes para dedicar a Tristán Falcó y Álvarez de Toledo un capítulo íntegro. Nació en el castillo de Dave (Bélgica) en 1912. Con 19 años ya era Grande de España. Se le vincula a las Milicias de Renovación Española, una organización militarizada relacionada con el partido político monárquico del mismo nombre fundado en 1933 con la idea de defender el legado de Alfonso XIII, a quien Tristán veneraba.
Se le atribuye la lectura de revistas reaccionarias. Entre sus papeles se conservan resguardos del pago de la suscripción a El Siglo del Futuro, que tenía por lema «Dios, patria, monarquía tradicional y fueros». El joven aristócrata nunca se casó. Tenía dos carreras universitarias, Derecho e Ingeniería. Cumplió su plaza militar en León, con 25 años, y posteriormente fue destacado a Teruel, destino en el que perecía dos años más tarde. El joven conde de Barajas fue uno de los 21 hombres que, con información privilegiada sobre el golpe militar del 18 de julio de 1936, partió la noche antes de Madrid hacia Somosierra para crear el primer frente de guerra. Después sería laureado por ello. Sus restos se hallan en el panteón familiar de los Fernán-Núñez, en el cementerio de Barajas. Su inhumación fue poco acompañada, pero junto a su hermano mayor, también fallecido en la Guerra, fue protagonista de la literatura heroica del Régimen durante lustros, hasta el punto de que ambos, Tristán y Manuel, dan nombre a una plaza en Madrid.
La joven voz de este aristócrata puso fin a un número indeterminado de biografías. Se desconoce su participación en otros fusilamientos, pero el nuevo trabajo que estará en las librerías en las próximas semanas se acerca a datos que sostienen el resentimiento de Tristán hacia la República, responsable de una importante desamortización a su familia.
«Tristán Falcó permanece de pie, en el centro del portón de descarga, como cerrando el paso por si alguien tuviera tentaciones de cometer una locura con la que nadie sueña, dejándose empujar por los tirones del camión, abrazado con discreción a la barandilla, sujetando su creciente desasosiego con el pulgar enganchado en el cinturón de cuero, vigilando con el rabillo del ojo la discreta pero evidente presencia de luces en varias casas y contraventanas sin cerrar o persianas a medio plegar que delatan el interés vecinal por el pequeño secreto a voces de lo que está a punto de ocurrir», escribe el autor. Dibuja el momento en el que Miguel Castaño Quiñones y otros catorce hombres son trasladados desde la Prisión Provincial hasta Puente Castro, aún no se sabe dónde.
http://www.diariodeleon.es/noticias/afondo/nombre-y-rostro-de-un-asesino_660675.html
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar