Tapias del cementerio de Mérida (Foto La Memoria Viva) |
AMADOR Rivera (periodista) 30/12/2011
Cuando el juez Garzón abrió una
investigación sobre los crímenes de la dictadura argentina, los medios
de comunicación y buena parte de la sociedad española aplaudieron la
iniciativa; y al propio juez. Después, el gobierno de aquel país derogó
las leyes que certificaban la impunidad de los asesinos y los jueces les
están condenando por sus asesinatos. Pasados unos años de aquello, nos
encontramos con que una jueza argentina ha iniciado la investigación
sobre la dictadura española. En este caso, no es que no haya aplausos
para la valentía de esta jueza, sino que, por haber intentado hacer lo
mismo aquí, al juez Garzón lo han inhabilitado y sometido a juicio sin,
en muchos casos, respetar la presunción de inocencia que se invoca para
otros.
Debe ser que España sigue siendo
diferente, como en los tiempos oscuros de la dictadura. Tan ensimismados
hemos estado políticos y medios, glosando la transición democrática
como ejemplo, que no hemos dudado en señalar la vía española a la
democracia como el camino a seguir por los países que salen de una
dictadura, sean de América Latina o de Africa. Es cierto que aquí se
hizo lo que se podía hacer en aquel momento, pero no lo es menos que,
una vez pasado el tiempo, a nadie le ha interesado profundizar en los
cambios necesarios para lograr una democracia plena, algo que no se
puede lograr sin resarcir a las víctimas del franquismo y sus familias
–pidiéndoles perdón, como se le exige a ETA con las suyas– y, por
supuesto, sin señalar a los responsables y ejecutores de tantos crímenes
cometidos en nombre de la patria, entendiendo como tal los intereses de
unos pocos.
En modo alguno estoy hablando de
venganza, sino de justicia. Justicia para las personas asesinadas por el
“delito” de pensar diferente, y reconocimiento para sus familiares que,
en muchos casos, no saben dónde están los restos de sus seres queridos.
Una justicia y reconocimiento que se les niega en nombre de la
reconciliación o, como nos dicen quienes defienden de tapadillo la
barbarie franquista, para “no reabrir heridas”. Unas heridas que siguen
sangrando en los corazones de quienes perdieron a sus familiares o los
saben enterrados, como perros, en cualquier cuneta.
Para estas personas debe ser muy triste
observar cómo, mientras se les niega la posibilidad de enterrar como
personas a sus padres o abuelos, se sigue honrando a sus asesinos,
manteniendo sus nombres en las calles de los pueblos y ciudades en los
que viven. Una burla que solo es entendible en este país. Como que
sigamos manteniendo instituciones heredadas del franquismo, como la
Monarquía, dicho sea con todo el respeto a la legalidad vigente.
Una legalidad que no
recuperaremos del todo hasta que ajustemos las cuentas con un pasado tan
doloroso como negro; además de muy largo. En estos momentos, yo que no
he sufrido la amputación de ningún familiar por sus ideas, querría ser
argentino. O ciudadano de una España sin desaparecidos; ni calles con
nombres de asesinos. Es mi deseo para el 2012.
http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion/quiero-ser-argentino_627334.html
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