Prisioneros republicanos llegando al campo de San Juan de Mozarrifar. Marzo de 1939.
Paco el de Jerez 2012
Sus desdibujadas siluetas
emergen de la oscuridad. Se alzan entre las espesas brumas del olvido y
desde los deslavazados jirones de tiempo demandan nuestra atención y
nos exigen que recobremos su memoria, la nuestra y la suya; que
rescatemos sus nombres, ahora anónimos, de los inclementes torbellinos
que engulleron sus recuerdos; que restauremos el lugar que sus
malhadadas vidas aún deben seguir ocupando en nuestro presente y en
nuestra propia historia; que señalemos, marquemos e identifiquemos a los
ejecutores que los arrastraron al cadalso y los sumergieron en la honda
negrura del vacío y que caractericemos a los herederos y beneficiarios
de los que les dieron prisión y martirio, asesinando su cuerpo y
aniquilando su espíritu.
Están ahí. Sólo hay que
buscarlos. Nos llaman. Son los cientos de miles de hombres y mujeres que
padecieron prisión y muerte en cientos de lugares de encierro, terror,
tortura y eliminación diseminados por todo el relieve de la vieja
España. Como tantas otras localidades, San Juan de Mozarrifar, pequeña población cercana a Zaragoza,
tampoco estuvo al margen de las implacables corrientes de la
todopoderosa intrahistoria fascista. En las naves de su antigua papelera
convertida en campo de concentración y más tarde en prisión, miles de
republicanos vieron naufragar sus vidas entre el dolor y el miedo. 80
años después todavía viven algunos de ellos, los últimos, y en sus
sueños aún huyen del acecho y de la persecución eterna de los feroces
adoradores de la muerte. Siguen rememorando los meses y años de
zozobras, de padecimientos, penuria y sufrimiento gratuito. Pero entre
nosotros sus recuerdos se han ido difuminando, sus terribles historias
de represión han sido literalmente borradas por la inexorable marea de
los indiferentes nuevos tiempos y sus ejemplos de vida política y de
compromiso con la libertad ya no interesan a nadie.
Cierto es que historiadores comprometidos con la dignificación de los represaliados por el franquismo, como Julián Casanova, Javier Rodrigo o Ángel Viñas
se han referido con frecuencia al campo y prisión de San Juan de
Mozarrifar en sus numerosas publicaciones dedicadas al proceso de
Recuperación de la Memoria Histórica. También en ponencias y
comunicaciones presentadas a congresos y jornadas centrados
específicamente en la represión suele aparecer el nombre de San Juan
entre las cárceles y campos de concentración más duros del terrible
régimen penitenciario franquista. Pero es la edición de la obra de Ramón F. Ortiz Abril titulada "El campo de concentración de San Juan de Mozarrrifar (Zaragoza)"
[ISBN 978-84-613-1813-1 www.huelladigital.net] la que ha permitido
rescatar del férreo abrazo de la desmemoria los nombres, apellidos y
vicisitudes más humanas y personales de las desgraciadas vidas y muertes
de los miles de hombres que por allí pasaron.
En 1936 era San Juan de
Mozarrifar un pueblo tranquilo, laborioso e industrial, pero el
fracasado golpe y la subsiguiente guerra lo cambio todo. El exitoso
avance franquista de 1937 que ocasionó el derrumbe en todos los terrenos
del Frente Norte y la derrota del Ejército Popular Republicano
en la cornisa cantábrica provocó que más de 50.000 soldados
republicanos fueran hechos prisioneros en pocas semanas por los
franquistas triunfantes en Asturias, Santander y Pais Vasco. Tras
su interrogatorio, clasificación y posterior depuración, los presos
fueron hacinados en campos y prisiones improvisadas en las provincias de
Burgos, Soria y Zaragoza. Uno de ellos fue San Juan, a orillas del río Gállego, junto al Tejar de San Juan. Las naves de la antigua Papelera de las Navas habían estado ocupadas hasta entonces por un batallón del Cuerpo Expedicionario Italiano y por prisioneros integrantes del Batallón de Trabajadores nº 20,
pero a partir de febrero de 1938 el ejército franquista procede a
asegurar puertas y ventanas, electrifica el campo y levanta tapias,
alambradas y garitas.
En el inicio de su actividad, miles de
republicanos son encerrados en este campo de concentración divisionario
bajo la vigilancia de soldados fascistas italianos para ser
interrogados, clasificados según su grado de supuesta "culpabilidad" o
vinculación con los leales a la República y posteriormente remitidos a
otras prisiones y campos de sus lugares de origen, para allí ser
juzgados, condenados y en muchos miles de casos, asesinados. Las nuevas
derrotas del EPR en Teruel (febrero/abril 1938), Ebro (julio/noviembre 1938) y Cataluña
(diciembre 1938/febrero 1939) provocaron nuevas oleadas de prisioneros a
San Juan. El incesante trasiego no finalizó con la guerra. Miles de
republicanos procedentes de los antiguos frentes vascos, catalanes y
aragoneses, de las antiguas retaguardias navarras y castellanas y de las
nuevas conquistas en Madrid, Ciudad Real, Extremadura, Andalucía y Levante fueron deportados a San Juan y desde allí, posteriormente, trasladados a Aranda de Duero y Miranda de Ebro (Burgos), San Marcos (León)
y tantos otros lugares. Pero antes de abandonar San Juan hacia sus
nuevos destinos, los presos eran tratados muy duramente por sus
carceleros. Muchos de ellos recibieron severas torturas, siendo atados
de pies y manos a árboles y postes eléctricos a la intemperie a lo largo
de varios jornadas. Otros fueron colgados de cuerdas durante días
enteros. España era una inmensa prisión y las condiciones de San Juan
eran similares a las del resto de los centros de detención e
internamiento: torturas, malos tratos, suciedad, hambre, enfermedades
sobrevenidas, parásitos, sacas, paseos y muerte. De San Juan de
Mozarrifar se enseñoreó el espanto.
Convirtiose más tarde San
Juan en un centro de cumplimiento de penas, el conocido hasta finales
de 1943 --fecha de su cierre-- como Prisión Habilitada de San Juan de Mozarrifar y albergó también un Destacamento Penal
y a un Lazareto de presos estables. Incluso acogió a presos comunes,
algunos de los cuales golpeaban sañudamente a los políticos para ganarse
el favor de sádicos y fríos carceleros. Entre los funcionarios más
señalados, podemos encontrar, por ejemplo y entre muchos otros, a los
directores Francisco Franco Blas y Teodoro Quirós Toledano, a los subdirectores y administradores Joaquín Garnica Grijalúa, Manuel Pinillos Cruels, Isaías Castellanos Sánchez, Juan Lafuente Gallego
y a cientos de funcionarios y personal civil. Por acción, omisión u
obediencia debida, estos funcionarios provocaron o consintieron que los
presos fueran retenidos, maltratados cruelmente, torturados o sacados y
asesinados.
En algún lugar de San Juan o de San Gregorio o de
Zaragoza está la fosa ignota de los allí fallecidos. En su momento, era
fácilmente identificable: muchas tumbas, filas de tumbas destacando
sobre el terreno por la pequeña elevación del breve montículo de tierra,
sin una cruz, con una pequeña plancha de madera y una minúscula chapa
del tamaño de una moneda corriente, con un número inscrito en ella. Este
era todo el rastro vital que dejaron en este mundo los republicanos
muertos en San Juan de Mozarrifar.
Entre tal terror, como en
tantas cárceles de hombres y mujeres, los presos dormían en finos
petates tendidos en los suelos, todos juntos y prietos, en largas
hileras sin fin, y como en el Pabellón 4º de San Juan, hombro con
hombro, en una única lonja, con un único pasillo de 50 centímetros en el
centro de dos grandes hacinamientos de 500 presos a cada lado. Algunos,
muy pocos, consiguieron fugarse o desaparecieron cuando lo intentaban,
reptando bajo una alberca por un estrecho túnel que comunicaba con la
acequia que conducía al río Gállegos. Los escasos supervivientes
recuerdan los cacheos indiscriminados, los recuentos en mitad de la
noche, los gritos de los funcionarios reclamando por sus apellidos a los
que iban a ser trasladados o paseados, el miedo, la incertidumbre....
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Presos republicanos en Caspe, Zaragoza.
Fuente: Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares (Madrid) |
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Prisioneros republicanos en Zaragoza.
Fuente: Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares (Madrid)
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Penal de Belchite, Zaragoza. Fotografía publicada en "Guerra Civil en Aragón, 70 años después" de Ángela Cenarro Lagunas y Víctor Pardo Lancina, página 108 |
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Presos republicanos en Aragón.
Fuente: Delegación de Prensa y Propaganda 5º Cuerpo de Ejército - Zaragoza
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Campo de concentración de San Juan de Mozarrifar. Foto Archivo oficial belga Soma-Ceges |
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Grupo de teatro de la prisión de San Juan de Mozarrifar. 22 de agosto de
1942. En la fila de arriba, tercero por la derecha y señalado con una
flecha blanca, el preso Miguel García Muñoz, natural de Barcelona |
El terror de San Juan de
Mozarrifar se ha perdido en el tiempo. Las arenas del olvido se
adueñaron de las memorias de quienes tenían el deber de recordar. Hoy,
sólo unos pocos como Ramón F. Ortiz Abril se esfuerzan por impedir la
prescripción del vergonzoso pasado. La premeditada amnesia y la
indiferencia cómplices son sus mayores enemigos.
Fuente: Delegación de Prensa y Propaganda 5º Cuerpo de Ejército - Zaragoza
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