Víctimas de la dictadura y representantes de las madres de la Plaza de Mayo, de la cultura, del periodismo y de la Universidad celebran un juicio popular contra el policía de la Brigada Político y Social José Antonio González Pacheco, alias 'Billy el Niño'.
La madre de la Plaza de Mayo Nora Cortiña, durante su intervención en el acto. A. T. |
La Audiencia Nacional celebra este jueves la vista pública que debe decidir si el policía de la Brigada Político y Social Juan Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño,
es extraditado a Argentina o no por un delito de torturas, tal y como
ha reclamado la Justicia de aquel país en virtud de la causa abierta
contra la dictadura franquista por crímenes de lesa humanidad o
genocidio. En esta vista tendrá voz el presunto torturador y el fiscal,
también pudo tener voz Argentina aunque renegó de ella, pero las
víctimas de los golpes, amenazas y torturas de la policía política de la
España franquista seguirán sin ser escuchados. La Justicia española,
pase lo que pase este jueves, seguirá estando ciega y sorda al clamor de
las víctimas que casi 40 años después de la muerte del dictador
continúan reclamando verdad, justicia y reparación.
La voz de estas víctimas, calificadas como "las voces del dolor y de la incomprensión", son las que se pudieron escuchar este miércoles en el juicio popular que víctimas de la dictadura y representantes de las madres de Plaza de Mayo, de la cultura, del periodismo y de la Universidad celebraron en Madrid contra el subinspector de policía de la BPS Juan Antonio González Pacheco.
Los actores Alberto San Juan y Juan Diego Botto, la periodista Olga Rodríguez, la madre de la Plaza de Mayo Nora Cortiña y el profesor Jaime Pastor, entre otros, participaron en este acto que arrancó con un poema de Gabriel Celaya (La poesía es un arma cargada de futuro) y al grito de Cortiña: "Los detenidos desaparecidos presentes. Ahora y siempre", que los asistentes corearon en memoria de todos aquellos luchadores que perdieron su vida en la lucha por la libertad. Pero el plato fuerte del acto no consistió en juzgar a nadie, ni en jugar a sustituir al sistema judicial. Se trataba de hablar, de compartir y de ser escuchado con el fin de mantener viva la memoria histórica. Se trataba de escuchar el testimonio de víctimas de torturas en cárceles franquistas. Y era necesario que lo hicieran porque, hasta el momento, ningún juzgado español lo ha hecho en una causa abierta contra los crímenes de la dictadura de Franco.
El primero en intervenir fue José María 'Chato' Galante. Querellado en Argentina contra Billy el Niño,
este hombre relató al público asistente las torturas que sufrió durante
la segunda de sus cuatro detenciones como miembro de la lucha
estudiantil contra el franquismo. Tenía entonces 22 años y corría el mes
de febrero de 197. España estaba en estado de excepción. "Estaba en mi
casa intentando hacerme la cena cuando llamaron a la puerta. Miré por la
mirilla y era la vecina. Abrí un poco la puerta y alguien golpeó la
puerta y yo caí aturdido. Cuando consigue ver qué pasaba era Billy el Niño con su pistola dándome golpes por todas partes", comenzó el relato Galante.
Cuando los interrogatorios de diez horas diarias terminaban Galante no era trasladado al calabozo sino que quedaba encadenado a un radiador donde todo el mundo que pasaba podía pegarle o "apagar un cigarrillo" en su espalda. "Recuerdo en esta situación a González Pacheco. Recuerdo cómo entró a la sala y se quitó sus gafas de aviador yankee y comenzar a gritar y a hacer posturas de karate y a decirme: 'Estas manos son armas y con ellas voy a destruirte'", concluyó Galante, que señaló que cuando salió de la DGS lo primero que preguntó fue en qué mes estaba: "Habían pasado sólo 14 días. Yo pensaba que eran dos meses".
"Tenía 26 años y estaba aterrorizada. Las palizas de Billy el Niño se reproducían en cada interrogatorio durante día y noche. Durante los tres días que estuve allí me sentí como un guiñapo al que balanceaban de izquierda a derecha. Creo que sólo me mantenían en pie los impactos que iba recibiendo de un lado y otro como si entre ellos compitieran para evitar que me cayera. No era consciente de que mis pies tocaran el suelo. Deseaba morir con tanto empeño", prosigue esta mujer, que narra que la segunda noche sufrió un ataque, que quizá le salvó la vida. "Me quedé rígida. Sin voz ni respiración. Me sacaron del despacho y me dieron una pastilla. A partir de ese momento no volvió a interrogarme González Pacheco y los que lo hicieron no me tocaron. Sólo trataron de que me denunciara a mí misma y a mis compañeros", finaliza Felisa.
Enrique Aguilar consiguió que Billy el Niño fuera condenado por la Justicia por una falta de lesiones. Pero lo que se produjo en el céntrico edificio de Madrid no eran simples lesiones ni malos tratos. "El primer interrogatorio duró 13 horas (...) Me dieron golpes y golpes en los glúteos... me arrancaron la piel a tiras", denuncia este hombre, que asegura que tras llegar a la prisión de Carabanchel tuvo que estar 82 días ingresado en la enfermería.
José Luis Fernández y su mujer fueron detenidos en el mismo expediente que Aguilar. A su mujer, enfermera, la detuvieron en la Fundación Giménez Díaz. A él, en su casa. Estuvo siete días en la DGS. "Los interrogatorios eran de diez horas diarias. No quiero contar los golpes, las palizas y las amenazas porque no tenían mayor importancia en comparación con la tortura de verdad", señala este hombre que denuncia que los policías golpearon repetidamente el viente de su mujer embarazada."González Pacheco estuvo las 70 horas de interrogatorio conmigo. No se separó ni un segundo. La tortura puede ser lo más pequeño del mundo pero repetido continuamente, sin fin, y sabiendo que lo puedes parar si levantas la mano.... Yo levanté la mano. Dije que era miembro del Partido Comunista Marxista Leninista. Preservé más del 99% de la información pero no el 100%. Inventas todo un sistema de mentiras que tienes que recordar para los próximos interrogatorios", concluye Fernández.
La voz de estas víctimas, calificadas como "las voces del dolor y de la incomprensión", son las que se pudieron escuchar este miércoles en el juicio popular que víctimas de la dictadura y representantes de las madres de Plaza de Mayo, de la cultura, del periodismo y de la Universidad celebraron en Madrid contra el subinspector de policía de la BPS Juan Antonio González Pacheco.
Los actores Alberto San Juan y Juan Diego Botto, la periodista Olga Rodríguez, la madre de la Plaza de Mayo Nora Cortiña y el profesor Jaime Pastor, entre otros, participaron en este acto que arrancó con un poema de Gabriel Celaya (La poesía es un arma cargada de futuro) y al grito de Cortiña: "Los detenidos desaparecidos presentes. Ahora y siempre", que los asistentes corearon en memoria de todos aquellos luchadores que perdieron su vida en la lucha por la libertad. Pero el plato fuerte del acto no consistió en juzgar a nadie, ni en jugar a sustituir al sistema judicial. Se trataba de hablar, de compartir y de ser escuchado con el fin de mantener viva la memoria histórica. Se trataba de escuchar el testimonio de víctimas de torturas en cárceles franquistas. Y era necesario que lo hicieran porque, hasta el momento, ningún juzgado español lo ha hecho en una causa abierta contra los crímenes de la dictadura de Franco.
José María 'Chato' Galante. |
Dos meses de vida en catorce días
Tras su detención, Galante fue trasladado a la Dirección General de Seguridad (DGS), en la Puerta del Sol, donde fue recibido con un "rodeo" de "palos, porras y puños americanos". "El secreto es tratar de que no te tiren, porque si caes no te levantas", relata este hombre, que permaneció 14 días interno en la DGS sin que su familia ni su abogado supieran donde estaba. A partir de este momento, Galante ha comenzado a relatar las diversas torturas y malos tratos sufridos en comisaría destacando que lo más difícil era luchar contra el miedo y no delatar a nadie.
'Chato' Galante: "El secreto es tratar de que no te tiren, porque si caes no te levantas"
"A
lo que más miedo tenía era a delatar a alguien. Pensaba que si hacía
eso no podría vivir con ello toda la vida. La fórmula que tenía era
pensar que la gente a la que quería estaba conmigo presente en ese
cuarto y no los podía defraudar.
Pero este pensamiento perdía eficacia con el tiempo. Cuando descubrías
que estabas desnudo, colgado, que te estaban pegando en glúteos,
testículos y planta de los pies (...), que estabas meando sangre.... Ya
no había teatro que valiera", prosigue Galante ante un auditorio mudo.Cuando los interrogatorios de diez horas diarias terminaban Galante no era trasladado al calabozo sino que quedaba encadenado a un radiador donde todo el mundo que pasaba podía pegarle o "apagar un cigarrillo" en su espalda. "Recuerdo en esta situación a González Pacheco. Recuerdo cómo entró a la sala y se quitó sus gafas de aviador yankee y comenzar a gritar y a hacer posturas de karate y a decirme: 'Estas manos son armas y con ellas voy a destruirte'", concluyó Galante, que señaló que cuando salió de la DGS lo primero que preguntó fue en qué mes estaba: "Habían pasado sólo 14 días. Yo pensaba que eran dos meses".
El ataque que salvó su vida
El siguiente turno de palabra fue para Felisa Echerroyen. Esta mujer fue detenida el 8 de octubre de 1974 en su casa de Lavapiés (Madrid) por pertenecer a la Liga Comunista Revolucionaria. "Sobre las 18.00 horas llamaron a la puerta. Miré por la mirilla y vi a la policía. Comencé a escuchar gritos y me escondí detrás de la nevera. Me encontraron nada más entrar. Ahí comenzaron los golpes y patadas", comienza el relato de esta mujer que asegura no recordar cómo llegó hasta la DGS."Tenía 26 años y estaba aterrorizada. Las palizas de Billy el Niño se reproducían en cada interrogatorio durante día y noche. Durante los tres días que estuve allí me sentí como un guiñapo al que balanceaban de izquierda a derecha. Creo que sólo me mantenían en pie los impactos que iba recibiendo de un lado y otro como si entre ellos compitieran para evitar que me cayera. No era consciente de que mis pies tocaran el suelo. Deseaba morir con tanto empeño", prosigue esta mujer, que narra que la segunda noche sufrió un ataque, que quizá le salvó la vida. "Me quedé rígida. Sin voz ni respiración. Me sacaron del despacho y me dieron una pastilla. A partir de ese momento no volvió a interrogarme González Pacheco y los que lo hicieron no me tocaron. Sólo trataron de que me denunciara a mí misma y a mis compañeros", finaliza Felisa.
El 1 de mayo de 1973
Como consecuencia de los enfrentamientos entre policía y manifestantes del 1º de mayo de 1973, en el que murió un policía, Enrique Aguilar y José Luis Díaz, ambos médicos de profesión, fueron detenidos, entre otros muchos. "Me detuvieron en Vallecas a punta de pistola de Billy el Niño. Nada más entrar en el coche, golpes, puñetazos, amenazas... Al llegar a la DGS dijo que me quitaran el crucifijo. Después me dijo que ese perchero vacío era el de un policía muerto y que me iba a enterar", narra Aguilar.Enrique Aguilar consiguió que Billy el Niño fuera condenado por la Justicia por una falta de lesiones. Pero lo que se produjo en el céntrico edificio de Madrid no eran simples lesiones ni malos tratos. "El primer interrogatorio duró 13 horas (...) Me dieron golpes y golpes en los glúteos... me arrancaron la piel a tiras", denuncia este hombre, que asegura que tras llegar a la prisión de Carabanchel tuvo que estar 82 días ingresado en la enfermería.
Enrique Aguilar: "Me dijo que ese perchero vacío era el de un policía muerto y que me iba a enterar"
"Había
muchos más elementos que los torturadores en el sistema represivo. Una
noche entera me la dedicaron a analizar fichas de matrículas de la
Facultad de Ciencias de la Información porque tenían alguna información
de que había un estudiante que era miembro del FRAP. Aquellas fichas las
tuvo que mandar el rector, el decano, el vicedecano o quien fuera. Pero
alguien estaba colaborando. También la médico. Yo, por entonces, ya era
médico y profesor titular de la Universidad y la doctora que tenía que
atenderme se negó porque decía que yo era un terrorista
y que conmigo no trataba", denuncia Aguilar, que concluye su relato
asegurando que sigue "tiendo la misma fe en el socialismo que hace
cuarenta años".José Luis Fernández y su mujer fueron detenidos en el mismo expediente que Aguilar. A su mujer, enfermera, la detuvieron en la Fundación Giménez Díaz. A él, en su casa. Estuvo siete días en la DGS. "Los interrogatorios eran de diez horas diarias. No quiero contar los golpes, las palizas y las amenazas porque no tenían mayor importancia en comparación con la tortura de verdad", señala este hombre que denuncia que los policías golpearon repetidamente el viente de su mujer embarazada."González Pacheco estuvo las 70 horas de interrogatorio conmigo. No se separó ni un segundo. La tortura puede ser lo más pequeño del mundo pero repetido continuamente, sin fin, y sabiendo que lo puedes parar si levantas la mano.... Yo levanté la mano. Dije que era miembro del Partido Comunista Marxista Leninista. Preservé más del 99% de la información pero no el 100%. Inventas todo un sistema de mentiras que tienes que recordar para los próximos interrogatorios", concluye Fernández.
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