El
próximo 29 de abril se cumple el 34 aniversario del asesinato por un
grupo de ultraderechistas pertenecientes al Frente de la Juventud.
de Andrés García Fernández, miembro de las juventudes del PCE, tenía 18
años. Fue uno de los más de cien antifascistas
asesinados por las bandas ultras, la policía y la Guardia
Civil entre 1976 y 1980.
Despedida Andrés García Fernández |
Andrés
García Fernández fue asesinado el 29 de abril de 1979
en Madrid. En la calle de Goya, considerada entonces “zona
nacional” por la bandas ultraderechistas manejadas por el ministro
del Interior Rodolfo Martín Villa y su gobernador civil en la
capital, Juan José Rosón. “Le han partido el corazón
en dos”, le dijo el forense a Carmen Fernández, la madre del
joven comunista, después de hacerle la autopsia al cadáver.
El chico había pasado la tarde en el cine Carlos III, en la
propia calle de Goya, y a las nueve de la noche, cuando él y
otros cuatro amigos salieron de ver la película, decidieron
acercarse a comer unos perritos calientes a un pequeño bar de
la calle de Alcalá, situado junto al cine Benlliure.
Subieron
por la acera de los impares de Goya, cruzaron las calles de
Velázquez y Núñez de Balboa y pasaron junto al
bar Marjoa –lugar de encuentro ultra- y por delante de la cafetería
California 47. “En la puerta había un tapón de
jóvenes, de pie, y enfrente otro grupo, unos de pie y otros
apoyados en un coche”, comentaba para la revista La Calle, días
después del asesinato de Andrés García, Alberto,
uno de sus amigos, que le acompañaba aquel triste día.
“Nos llamó la atención uno que llevaba un brazalete
con la cruz gamada. Le miramos y pasamos de largo. Unos metros más
allá, uno de nosotros volvió la cabeza y nos dijo que
estaban pegando o zarandeando a un señor mayor. Yo les dije a
todos que no volvieran la cabeza. Seguimos. Antes de llegar a General
Mola, José nos dijo que nos seguían. Empezamos a
ponernos nerviosos y aceleramos el paso. Cuando cruzamos General
Mola, ellos empezaron a correr. Yo iba con otro detrás. Andrés
iba delante de nosotros. De repente, sentí algo, como un puño
envuelto en algo. Me volví y les dije: ‘¿pero qué
hacéis?’ El muchacho que había fallado el golpe se
volvió entonces hacia los que venían, y yo grité:
"Salid corriendo que están armados”. Cuando Andrés
y los otros amigos llegaron a la altura de la cervecería Cruz
Blanca, en la confluencia de las calles de Goya y Alcalá,
Andrés ya no estaba con ellos. Había quedado tendido en
el suelo, más atrás, con dos puñaladas en el
corazón.
EL
PROTECTOR DE LA EXTREMA DERECHA
Cuarenta
y ocho horas después de su asesinato, el gobernador civil de
Madrid, Juan José Rosón, declaraba en rueda de prensa:
“Sí, es cierto que durante los últimos días se
han generado unas anormales relaciones de tipo político en
esta ciudad. Creo, sin embargo, que la cota de violencia es normal en
Madrid, globalmente considerada”. La manifestación del 1 de
mayo de ese año se convirtió en un homenaje a Andrés,
y centenares de miles de personas gritaron indignadas por las calles
de la capital: “Fuerza Nueva, asesina” y “Vosotros, fascistas,
sois los terroristas”.
Por
su participación en el asesinato, fueron detenidos José
Luis Martínez Merino, de 17 años, autor material de las
dos puñaladas mortales que recibió Andrés y
miembro del Frente de la Juventud; Federico Baudín Pichardo,
también de 17 años, que sujetó a Andrés
por la espalda mientras Martínez le clavaba un machete
militar, con una hoja de 18 centímetros; Claudio Alonso
Becerro de Bengoa, de 17 años, y un menor, José María
Vega Dosal, de sólo 15 años. Según el auto
judicial, “las dos cuchilladas eran de carácter mortal y
produjeron a Andrés García Fernández la muerte
instantánea por hemorragia traumática con el
consiguiente colapso circulatorio”.
Inmediatamente,
los asesinos salieron corriendo hacia la cafería California,
situada en la misma calle de Goya y, durante los años de la
Transición, un reducto de la extrema derecha. Allí,
Martínez Merino se lavó las manos y limpió de
sangre el machete. Días después, el asesino entregó
el arma del crimen a su madre, para que se lo guardara en la finca
familiar de Los Enebros, situada en las proximidades de la localidad
madrileña de San Agustín de Guadalix. Entre los
encubridores de Martínez Merino también se encontraban
un tal “Fredi” y un tal “Chema Vega”, pero la instrucción
judicial no avanzó tampoco nada por ese camino.
Martínez
Merino había sido detenido anteriormente como sospechoso de
haber participado en el asalto a la sede del PCE en la calle de Elfo,
en el madrileño barrio de Quintana. Estudiaba segundo curso de
BUP en el Colegio de los Padres Agustinianos de Madrid, de donde fue
expulsado por su comportamiento agresivo. Durante el transcurso del
juicio, varios psicólogos y psiquiatras requeridos por el
fiscal, el acusador particular y las defensas, manifestarían
que Martínez Merino era un sujeto socialmente peligroso, que
podría volver a repetir lo que hizo, dada su desviación
de personalidad, que le hacía muy irritable.
En
el momento del crimen, formaba parte del Frente de la Juventud, grupo
al que se había afiliado en el mes de septiembre de 1978, tras
darse de baja de Fuerza Joven, en donde había militado desde
diciembre de 1977.
El
Frente de la Juventud, formado a partir de una escisión de
Fuerza Nueva, era oficialmente legal desde el 30 de noviembre de
1978. A pesar de que varios de sus militantes aparecieron implicados
en asesinatos y múltiples actos violentos durante los últimos
años de la década de los 70, como el asalto a la
Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, la
formación ultraderechista nunca llegaría a ser
ilegalizada.
FAMILIA
DE COMUNISTAS
Andrés
había nacido en el seno de una familia obrera y comunista
emigrada a Francia en 1969, cuando él era un niño. Los
García regresaron a Madrid en 1977, sólo dos años
antes del crimen. El joven asesinado era miembro de la Agrupación
de las Juventudes Comunistas de Retiro. Estaba terminando COU en el
instituto Tirso de Molina, en Portazgo, en el que asistía a
las clases nocturnas.
Cementerio de la Almudena, despedida de Andrés |
En
la línea que caracterizó a los Tribunales de Justicia
durante aquellos años, a la hora de abordar los asesinatos
protagonizados por miembros de la extrema derecha, la sentencia
exculpa al menor y a Claudio Alonso, de quien se dice que “sólo
intervino en la persecución del grupo formado por el fallecido
y sus amigos sin participar en la agresión contra el mismo”.
Todo ello, a pesar de haber quedado acreditado que Claudio Alonso
Becerro de Bengoa “formaba parte del grupo que persiguió a
Andrés García y sus amigos, que vio a Andrés
herido, que no le prestó ayuda y que luego marchó a su
casa silenciando totalmente los hechos”.
El
propio Becerro de Bengoa había reconocido, según consta
en el sumario, que “poco antes del cruce con la calle de General
Mola, José Luis Martínez Merino mostró a los que
le acompañaban un cuchillo que portaba en la cintura, del cual
el dicente vio la empuñadura, que era de grandes dimensiones y
de color negro, diciendo: ‘Tengo ganas de estrenarlo”.
En
la misma declaración, hay otra manifestación de Becerro
Bengoa, en la que reconoce su presencia física mientras se
producía el apuñalamiento de Andrés: “Viendo
el declarante cómo, instantes después, caía
desplomado el agredido y oyendo que alguien del grupo decía:
‘fuera’, por lo que todos echaron a correr por la calle de Goya
hacia Colón”.
Sólo
José Luis Martínez y Federico Baudín son
condenados por el “homicidio”, de Andrés García.
Además, se les aplica la atenuante de la minoría de
edad, con lo cual la pena queda reducida a “ocho años de
prisión mayor, accesorias y costas”
Además,
se condena a ambos procesados a que indemnicen, “por partes iguales
y sustituyéndose solidariamente en caso de insolvencia, con
dos millones de pesetas a los herederos de Andrés García
Fernández”.
Los
padres de Andrés, María del Carmen Fernández y
Andrés García Oset, ambos fallecidos ya, quedaron
destrozados tras el asesinato de su hijo y nunca se recuperaron de la
tragedia. A Andrés García Fernández no se le
considera oficialmente víctima del terrorismo.
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