domingo, 2 de diciembre de 2012

Fuerza del Manzanares (Miguel Hernández)





Puente de los franceses

      María Torres noviembre 2012


    La voz de bronce no hay quien la estrangule:
         mi voz de bronce no hay quien la corrompa.
         No puede ser ni que el silencio anule
         su soplo ejecutivo de pasión y de trompa.



         Hoy es una trinchera
         de agua que no reduce nadie, nada,
        
tan relampagueante que parece
        
en la carne del mismo sol cavada.

        
El leve Manzanares se merece
        
ser mar entre los mares.

        
Al mar, al tiempo, al sol, a este río que crece,
         
jamás podrás herirlos por más que les dispares.

        
Tus aguas de pequeña muchedumbre,
        
ay río de Madrid, yo he defendido,
        
y la ciudad que al lado es una cumbre
        
de diamante agresor y esclarecido.

        
Cansado acaso, pero no vencido,
         
sale de sus jornadas el soldado.
        
En la boca le canta una cigarra
         
y otra heroica cigarra en el costado.

         ¿Adónde fue el colmillo con la garra?

         La hiena no ha pasado
         a donde más quería.

         Madrid sigue en su puesto ante la hiena,
         con su altura de día.
         Una torre de arena
         ante Madrid y el río se derrumba.

         En todas las paredes está escrito:
         Madrid será tu tumba.

         Y alguien cavó ya el hoyo de este grito.

         Al río Manzanares lo hace crecer la vena
         que no se agota nunca y enriquece.

         A fuerza de batallas y embestidas,
         crece el río que crece
        
bajo los afluentes que forman las heridas.

        
Camino de ser mar va el Manzanares:
        
rojo y cálido avanza
        
a regar, además del Tajo y de los mares,
        
donde late un obrero de esperanza.

        
Madrid, por él regado, se abalanza
        
detrás de sus balcones y congojas,
        
grabado en un rubí de lontananza
        
con las paredes cada vez más rojas.

         
Chopos que a los soldados
        
levanta monumentos vegetales,
        
un resplandor de huesos liberados
        
lanzan alegremente sobre los hospitales.

         el alma de Madrid inunda las naciones,
         el Manzanares llega triunfante al infinito,
         pasa como la historia sonando sus renglones,
         y en el sabor del tiempo queda escrito.


         Miguel Hernández
         Viento del Pueblo, 1937.

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