David Lomo |
Almudena Cros - ABBI – Madrid 21/12/2012
SEMBLANZA
David Lomon ha fallecido en la mañana del 21 de Diciembre de 2012, a los
94 años de edad. Era el último brigadista británico. En la última
entrevista que concedió durante su estancia en Madrid, David afirmó que
su participación en la Guerra Civil como voluntario de las Brigadas
Internacionales era 'lo mejor que había hecho en su vida.'
David nació en el seno de una familia judía de clase trabajadora en
Inglaterra. En los años 30 el fascismo inglés, liderado por Oswald
Mosley, comenzó a impregnar sectores políticos importantes en Gran
Bretaña. La preocupación de David por esto le llevó a participar en lo
que pronto se conoció como la “batalla de Cable Street” (4 de octubre de
1936), en la que una marcha de los Camisas Negras por el Este de
Londres (East End) fue desarticulada por numerosos grupos unidos ante la
escalada del fascismo.
Después de aquella primera victoria local, David decidió extender su
compromiso anti-fascista a España, y se alistó como voluntario en las
Brigadas Internacionales. Llegó a España en diciembre de 1937 y en
Tarazona de la Mancha (Albacete) recibió entrenamiento en el manejo de
las ametralladoras. Combatió en la batalla de Teruel y en la ofensiva
franquista de Aragón, siendo capturado por la división italiana de
Flechas Azules el 31 de marzo de 1938.
Junto con varios centenares de prisioneros de la XV Brigadas
internacional, fue internado en el campo de concentración de San Pedro
de Cardeña. Pronto fue trasladado a otro campo ubicado en Palencia
donde, aparte de sufrir el despiadado trato de los capos, tuvo que
afrontar las continuas visitas de miembros de la Gestapo que se iban
llevando alemanes y judíos. Fue entonces cuando más agradeció el consejo
que le dieron en Londres de acortar su apellido Solomon por Lomon.
Finalmente fue repatriado a Inglaterra en octubre de 1938 como parte de
un intercambio de prisioneros en el que intervino el ministro José
Giral.
David Lomon dedicó el resto de su vida a trabajar en el ramo de la
industria textil. En los últimos años asistió a numerosas ceremonias y
homenajes en el Reino Unido. En octubre de 2011 vino a España para
participar en el 75 aniversario de las Brigadas Internacionales
organizado por la AABI. Él fue quien en nombre de los brigadistas
pronunció un discurso en la inauguración del monumento a las Brigadas
Internacionales de la Ciudad Universitaria de Madrid.
David Lomon en Madrid noviembre de 2012
LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA LAS BRIGADAS INTERNACIONALES
Relato auto-biográfico - David Lomon
El fascismo y la opresión se extendieron por Italia, Austria y Alemania.
La amenaza a Europa y Gran Bretaña iba creciendo día a día. En España
Hitler y Mussolini ayudaron al general fascista Franco. Fue en 1936 y
comenzaron apoyando el puente aéreo de los miles de soldados españoles y
moros que pasaron de África a España para lanzar la guerra contra el
gobierno elegido en España. Hitler siguió suministrando aviones de
guerra con sus tripulaciones.
En Gran Bretaña, los “camisas negras” fascistas, seguidores de Hitler y
Mussolini y dirigidos por Oswald Mosley, difundían sus ideas venenosas y
estaban ganando apoyo en todo el país. En su intento por ganarse el
favor de Hitler emulando sus mítines en Berlín, Mosley organizó una gran
manifestación en Londres en la que los “camisas negras” y otros grupos
de la derecha antisemita harían una marcha el 4 de octubre en East End,
el barrio al este de Londres donde había más población judía.
Ante la noticia, muchos grupos antifascistas unieron para impedir la
concentración. Y así, en la mañana del 4 de octubre de 1936 se citaron
en Cable Street para gritar “¡No pasarán! ¡No pasarán!”. Así comenzó lo
que desde entonces se conoció como la batalla de Cable Street. A lo
largo de toda la marcha hubo sangrientos enfrentamientos. Al final la
policía intervino dispersando a los que marcha y llevándose escoltado a
Mosley y sus partidarios fuera de Londres. La noticia de la batalla de
Cable Street y de la humillación que supuso para Mosley se difundió por
todo el país. Este fue el punto de inflexión y el comienzo de la caída
del movimiento fascista en Gran Bretaña.
Para mí, como para tantos otros, la lucha contra el fascismo no había
terminado, no había hecho más que empezar. Comencé a pensar en hacer
algo más activo contra Hitler, Mussolini y Franco, así que decidí unirme
a la Brigada Internacional recién formada y ayudar al pueblo español en
su lucha contra las fuerzas del fascismo que amenazaban a su país y al
mundo entero. Entré en contacto con la Liga de Jóvenes Comunistas, el
grupo que estaba organizando los viajes a España y que me proporcionó un
billete de tren para una escapada de fin de semana en París, que no
requería pasaporte. Me aconsejaron que cambiara mi apellido de David
Solomon por otro menos aparentemente judío; al ir a luchar contra los
fascistas, si tenía la mala suerte de ser apresado, podría ayudarme a
sobrevivir (no imaginaba yo entonces cuánta razón tenían). Así que
eliminé las dos primeras letras de mi nombre y me convertí en David
Lomon, nombre por el que todavía hoy soy conocido.
Dejé una carta a mi madre y mis hermanas, en la que no les confesé mis
intenciones, y me puse en camino hacia París. Pasé dos noches en un
local del Partido Comunista en París donde fui inscrito y me hicieron
un examen médico. Me uní a grupos de hombres con parecidas ideas
procedentes de muy diferentes países y a la mañana del tercer día nos
llevaron en autobús a las estribaciones de la Pirineos. Llegamos por la
noche y nos estaban esperando dos guías españoles con los que iniciamos
la marcha. Había unos guardias fronterizos franceses que,
increíblemente, nos dieron la espalda y miraron a otro lado. La subida
nocturna por la montaña fue ardua y peligrosa, pero la expectativa de
ver el final de nuestros esfuerzos hizo que nadie se quejara.
Al amanecer nos dijeron que habíamos llegado a España. Agotados, pero
llenos de esperanza, nos acogieron soldados españoles que sin perder
tiempo nos llevaron en camiones a Figueras donde nos alojaron en lo que
nos pareció una antigua fortaleza árabe. En los días siguientes se nos
unieron otros pequeños grupos de hombres y finalmente nos llevaron en un
largo viaje por carretera hasta la base de entrenamiento de las
Brigadas Internacionales.
Fue allí donde encontré a hombres y mujeres de toda Gran Bretaña. Venían
de todas las clases sociales y creencias políticas: mineros, abogados,
doctores, obreros, trabajadores portuarios… todos estaban allí, incluso
combatientes de la Primera Guerra Mundial; pero estábamos allí con una
misma finalidad: luchar contra el fascismo y por la libertad del pueblo
español. El entrenamiento fue largo y duro y tuvimos que conformarnos
con armas antiguas, en su mayoría de antes de la guerra de 1914-18, y
con las viejas ametralladoras rusas. La comida no era mucho mejor: carne
de burro, sardinas y alubias era nuestra dieta básica. Sin embargo,
estábamos tan determinados a superar todas las dificultades que acabamos
por aceptar lo que nos daban y la instrucción que hacíamos. Después de
todo no habíamos ido a España a comer sino a pelear. Me enseñaron a
disparar la ametralladora rusa Maxim, un arma vieja y pesada que se
refrigeraba con agua y requería mucho mantenimiento. Recuerdo que en
una ocasión en que estábamos luchando en una zona alta de montaña, se
congeló el agua y entonces descubrimos otro uso para el brandy español:
sustituimos el agua por brandy y la ametralladora siguió disparando.
Los españoles eran fantásticos, con una actitud increíble hacia la vida.
Su gobierno estaba haciendo lo mejor posible para mejorar su nivel de
vida, teniendo en cuenta que la mayor parte de su vida tuvieron que
aguantar la represión, la pobreza, la mala alimentación y los malos
tratos. Tenían muy poco, pero compartían con nosotros lo poco que
tenían.
La guerra, sin embargo, no iba bien. El bombardeo constante de los
pueblos y aldeas estaba pasando factura. El ejército fascista español,
bien equipado y reforzado con las tropas moras e italianas, seguía
ganando terreno en todas partes. Málaga y Teruel habían caído y ahora se
dirigían de nuevo a Madrid. Las Brigadas Internacionales habían hecho
lo posible para salvar Madrid, pero la presión era intensa. Estuvimos
luchando a lo largo del río Ebro en la que iba a ser mi última batalla.
Fui capturado por tropas italianas, aunque no sé exactamente cómo
sucedió aquello, ya que me encontraron boca abajo e inconsciente. Lo
último que recuerdo fue la defensa de un puente en algún lugar a lo
largo del Ebro y mi despertar en la parte trasera de un camión
custodiado por las tropas italianas.
Me llevaron, junto con otros presos, al antiguo monasterio de San Pedro
de Cardeña. Estuvimos hacinados en el sótano, donde muchos murieron por
falta de atención médica y de alimentos. Pronto nos organizaron por
grupos. El mío, compuesto principalmente por combatientes británicos,
fue trasladado a un campo de prisioneros de guerra en Palencia. Allí
pasé unos meses horrible. La Gestapo venía cada pocas semanas a llevarse
ciudadanos alemanes y, en particular, a judíos. Fue entonces cuando
agradecí el consejo que me dieron en Londres de cambiar mi nombre; eso
me salvó la vida. Un día en que estábamos agrupados nos dijeron que uno
de cada cuatro de la lista iba a ser canjeado por cuatro de sus propias
tropas capturadas. Para mi alivio, yo estaba en la lista de
intercambio. Nos llevaron a un lugar de la frontera francesa, donde se
procedió al intercambio. Luego nos llevaron en tren hasta la costa y nos
embarcaron en un buque que nos devolvió a casa.
Durante la Guerra Civil española, los gobiernos de Francia y Gran
Bretaña dieron la espalda a lo que estaba ocurriendo en España y al
papel activo que Alemania e Italia estaban jugando allí. Un año después
del final de la guerra española, cuando Hitler y Mussolini
desencadenaron la guerra tras ganar una gran experiencia operativa a
costa de los españoles, ambos pagaron el precio de su indiferencia.
Me han dicho que soy uno de los tres únicos brigadistas que sobreviven
en Gran Bretaña y el último judío combatiente en España. Me resulta
difícil creerlo. Si todavía hay algún otro como yo que no se haya dado a
conocer por la razón que sea, por favor, hacédmelo saber por si pudiera
ayudar algo con mi vieja memoria. Tengo 94 años y me gustaría llenar
algunas lagunas.
Salud
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