La Diputación de Lugo concede la placa de honor a Darío Rivas, hijo de un fusilado en el franquismo y promotor de la querella en Argentina por los crímenes de la dictadura.
Darío Rivas durante la exhumación de los restos de su padre, fusilado en 1936 en Portomarín. carlos pardellas |
La Opinión A Coruña / R. PRIETO / 13-07-2014
Cruzó el Atlántico desde su Galicia natal a Argentina con solo 9 años. Cuando tenía 17, Darío Rivas se enteró por carta de que su padre, alcalde de Castro de Rei, había sido fusilado por los falangistas. Aunque se prometió no volver a España, viajó a Galicia con su mujer en varias ocasiones. En una de estas visitas se enteró por casualidad dónde estaba enterrado su padre. Fue entonces cuando empezó su lucha por desenterrar la verdad y juzgar a los culpables. En 2005 recuperó los restos de su padre. Desde 2010 da la batalla en Argentina por sentar en el banquillo a los autores de los crímenes del franquismo
Darío Rivas, hijo del exalcalde de Castro de Rei fusilado en octubre de 1936, se enteró por casualidad en 1994 dónde yacían los restos de su padre. En agosto de 2005, voluntarios de la Asociación de la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), grupo originario del Bierzo leonés promotor de las primeras exhumaciones del franquismo, abrieron la fosa donde había sido sepultado Severino Rivas. Desde entonces sus restos reposan en el panteón familiar de Loentia bajo el epitafio: Papá, descansa en paz, te lo pide tu hijo mimado. A sus 94 años, Darío Rivas, afincado en Buenos Aires, mantiene la lucha por la memoria de quienes "murieron sin justicia".
Y lo hace desde Argentina, donde promovió hace ya cuatro años una querella para que la Justicia del país austral investigue los crímenes de la dictadura a los que España dio carpetazo. En reconocimiento a su labor a favor de los derechos humanos y de defensa de los represaliados y familiares de las víctimas del franquismo, la Diputación de Lugo le entregará la placa de honor de la provincia y le rendirá homenaje el próximo 31 de julio.
Lucha contra el olvido. La historia de Darío Rivas, residente en Argentina desde los nueve años, fue la que dio inicio al proceso judicial que al otro lado del Atlántico investiga los crímenes de la dictadura de Franco. La querella que promovió este gallego en Buenos Aires en abril de 2010, que ya suma más de 300 denuncias, señala al Estado español como responsable de los delitos cometidos entre 1936 y 1977. El pasado mes de mayo, la juez que lleva el caso, María Servini, viajó a España para interrogar a víctimas y familiares del franquismo que por su edad no podían desplazarse a Buenos Aires para declarar en el proceso.
Para Darío Rivas es una "vergüenza" que los "culpables" todavía no hayan sido juzgados y que el Gobierno español no busque a sus desaparecidos. "Es dejar vivo un antecedente de genocidio impune que van a pagar las generaciones futuras", denuncia desde Buenos Aires.
Investigación
Tiene claro que todavía hoy hay "responsables" de estos "asesinatos" que deben sentarse en el banquillo para rendir cuentas a las familias por los más de 130.000 fusilados y los más de 30.000 niños desaparecidos. "Sé que hay muchos responsables de la masacre muertos, pero también hay muchos vivos que firmaban sentencia de muerte a garrote vil", advierte.
La idea de promover una investigación sobre las desapariciones del franquismo le rondaba la cabeza desde el mismo día en que recuperó los restos de su padre, fusilado en un desnivel que desciende de la carretera de Lugo a la capilla de Cortapezas, en Portomarín.
Darío se despidió hasta en tres ocasiones de su padre. La primera fue en 1929. Su madre había muerto y su padre decidió enviarlo a la prometedora Argentina de entonces donde ya estaba una de sus hermanas y con los años irían cinco más. En 1936, Severino Rivas, campesino, fue elegido alcalde del Ayuntamiento de Castro de Rei. Pero no duró mucho en el cargo. A los cuatro meses estalló la Guerra Civil. Cuando Darío tenía 17 años recibió por carta en Buenos Aires la noticia de que su padre había sido asesinado por los falangistas tras pasar dos meses en la prisión de Lugo. Y la última ocasión en que se despidió de él fue en 2005, cuando un equipo de voluntarios de la ARMH exhumó sus restos, los primeros de una víctima gallega en la comunidad.
Fue en el año 1994 cuando, por casualidad, se enteró del lugar en el que yacían los restos de su padre. En un viaje a Galicia con su mujer entró en una tienda de regalos en Portomarín, localidad en la que sospechaba que habían fusilado a su padre. En teoría, los falangistas lo habían abandonado en un cementerio anegado por un embalse. Allí la dueña del establecimiento preguntó a Darío si era turista, él pensó que le quería cobrar los detalles más caros. "Si y no", le dijo. Entonces le contó que residía en Buenos Aires pero era de Castro de Rei.
Buscando tema de conversación, la mujer le habló de dos hombres a los que habían matado los falangistas cuando ella era niña y que eran vecinos de la aldea de Darío. Le hizo mención a un gabán que vestía uno de ellos y los rumores que decían que era alguien importante. Casi sin aliento, Darío recordó el gabán que le había enviado a su padre su hermana desde Buenos Aires y pidió a la mujer más detalles de esa historia. "Quien la sabe bien es el carnicero", le dijo. Darío inició la búsqueda que le llevó al lugar donde habían matado a su padre: la capilla de Cortapezas. Los restos de Severino Rivas, casi 70 años después, seguían allí, debajo de aquella tierra y de aquellas hierbas silvestres. En agosto de 2005, fueron exhumados sus restos. Desde entonces yacen en el panteón familiar.
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