El pequeño pueblo minero de La Tiyera, en Asturias, fue víctima de una “masacre” franquista entre 1937 y 1941
Represión contra las familias de La Tiyera (Asturias) |
Te Interesa, 17/07/2014
El pequeño pueblo minero de La Tiyera, en Asturias, fue víctima de una “masacre” franquista entre 1937 y 1941, denunciaron sus vecinos este jueves en Madrid, sumándose a la querella presentada por cientos de víctimas ante la justicia argentina.
Habitada por una docena de familias al inicio de la Guerra Civil española (1936-1939), esta aldea de una decena de casas a unos 20 km de la ciudad asturiana de Oviedo guarda el triste balance de 15 muertos y siete internados en prisiones o campos de concentración.
“Fuimos víctimas de una masacre franquista”, “fue todo un pueblo el que se fue”, explica a la AFP Maximino Rodríguez, minero jubilado de 68 años, nieto de dos represaliados.
“Nunca nos reconocieron nada, y eso es lo que buscamos, reconocimiento, no pedimos más”, agregó tras presentar una denuncia, junto a otros dos vecinos, en el consulado de Argentina en Madrid, para que sea transmitida a la juez María Servini de Cubría en Buenos Aires.
Ante los obstáculos encontrados en España para investigar los crímenes de la guerra civil y la dictadura franquista (1939-1975), numerosas asociaciones de víctimas acudieron hace cinco años a la justicia de Argentina, donde Servini de Cubría abrió una investigación en 2010 valiéndose del principio de jurisdicción universal.
En La Tiyera, localidad dedicada a la minería del carbón con mucha actividad política y sindical, la pesadilla comenzó “a los cuatro o cinco días de entrar los nacionales (fuerzas leales a Francisco Franco, ndlr) en Asturias”, explica otro de los vecinos, Vicente Fernández, de 65 años.
“Los que mataron a tiros fueron unos privilegiados porque solo sintieron la muerte y nada más, mientras que a otros, como mi abuelo y mi abuela, los mataron a palos”, agrega Rodríguez.
En febrero de 1937, su abuelo, Vicente Rodríguez, quien en su casa “tenía la bandera del partido socialista”, fue uno de los dos primeros represaliados, detenidos y torturados de camino a un cuartel al que nunca llegaron porque murieron por el camino, afirma este hombre de risueños ojos verdes que trabajó 30 años en una de las minas ahora ya cerradas.
Cuatro años más tarde, “a mi abuela la reventaron a palos en la puerta de casa”, agrega frente al consulado, donde, entre otros documentos, acaban de presentar un certificado de defunción de esta mujer, Josefina Zapico, “en el que fueron borradas las causas de la muerte para que no se conozcan los detalles”, afirma.
En 1938, “a la hermana de mi madre, Argentina Zapico, que tenía al marido en el monte, porque era de los que escaparon y estuvo combatiendo con la República, y a otra mujer las llevaron del pueblo, empezaron cortándoles el pelo y luego las mataron a palos y las tiraron al pozo” de una mina, afirma Fernández.
Por aquel entonces, en el pueblo ya solo quedaban las mujeres con sus hijos. “Querían obligarlas a decir dónde estaban sus maridos”, subraya.
“Mi madre, que entonces tenía 15 o 16 años, fue a verlas al pozo con otros dos vecinos, y luego tuvieron que esconderlos en una casa hasta que pasara la cosa”, afirma este otro minero jubilado que sigue viviendo en una aldea donde a penas quedan 20 habitantes.
Casas quemadas, cadáveres expuestos en la plaza del pueblo: son historias que no vivieron personalmente, que conocen por sus familias, pero que tres cuartos de siglo después siguen pesando en La Tiyera, donde en 1982 se construyó con donaciones de los vecinos un monumento a las víctimas.
“Tiene una llama perenne que significa que nunca nos olvidaremos de lo que pasó allí y una paloma de la paz vigilando expectante si nunca más nadie viene a hacer daño al pueblo”, dice Fernández, mostrando una fotografía.
La juez Servini de Cubría, quien tomó declaración a varios querellantes que viajaron a Buenos Aires, pidió a finales de 2013 que se abriesen todos los consulados argentinos para atender a víctimas del franquismo y viajó en mayo a España para entrevistarse con algunas que por su avanzada edad o su estado de salud no podían desplazarse.
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