Los preventorios de Franco, con la gestión de la Sección
Femenina, sometieron a cientos de niñas a malos
tratos, golpes, ensayos médicos y otras aberraciones.
Más de 200 testimonios de torturas salen ahora a la luz
REENCUENTRO. Alicia García, Ángela Fernández y Chus Gil fueron internas del Preventorio de Guadarrama. Foto: David Fernández. |
Viernes 19 de octubre de 2012.
“En septiembre de 1957, mi hermana,
que tenía entonces diez años, y
yo con ocho, fuimos al preventorio
de Guadarrama, en Madrid. Mis padres
nos llevaron allí porque los jefes
de mi madre se lo recomendaron.
Le dijeron que era un sitio muy
agradable para que las niñas pasaran
unas vacaciones”, recuerda
Alicia García Romera.
“Después de 55 años me he reencontrado
con todo esto. Ahora
sé que todas las niñas que pasaron
por el preventorio de Guadarrama
sufrieron las mismas torturas.
Hasta ahora, nunca habíamos hablado
de este tema” explica Alicia,
que desde hace un año y medio empezó
a indagar. Hoy son más de
200 mujeres las que han revelado
que cuando eran niñas pasaron entre
tres y seis meses en el llamado
preventorio de Guadarrama, un
edificio situado en la sierra donde
las pequeñas eran sometidas a un
régimen carcelario, que incluía
malos tratos y torturas, y que estuvo
funcionando hasta 1975. Los llamados
preventorios fueron creados
por el régimen franquista como
lugares donde se “prevenían
las enfermedades”. Entonces se decía
que “el contacto con el aire puro
de la sierra” evitaba el contagio
de infecciones a las niñas, sobre todo
la tuberculosis.
Captar y reeducar a las niñas
“La mayoría de las niñas eran captadas
en los colegios por una señorita
de la Sección Femenina que daba
charlas a las alumnas sobre lo
bien que se lo iban a pasar allí”. Las
militantes de esta organización
franquista reclutaban a las pequeñas
con la excusa de que el Estado
las llevaba de vacaciones. “Lo vendían
como las colonias a las que las
niñas iban a disfrutar. Otras veces
los médicos recomendaban llevar
allí a las pequeñas para que engordaran”,
explica Alicia. Asegura que
llegaban sanas y salían enfermas.
Su historia y el resto de las vivencias
de otras internas ha sido reconstruida
gracias a las redes sociales.
Juntas, esas niñas hoy adultas
han puesto en común aquella experiencia.
Cuando Alicia empezó a
buscar información se encontró una
web en la que ya había 50 testimonios
como el suyo. Después, una de
ellas, Chus Gil, creó una página en
Facebook donde ya son 200 las mujeres
que relatan aquellos días terribles
de su infancia. “Ahora sabemos
que hubo niñas de entre cuatro y 14
años de edad. Nos metían en aquel
enorme recinto y ya no salíamos. Ni
siquiera cuando los padres nos visitaban,
a pesar de estar en la sierra y
al lado del pueblo de Guadarrama.
En ese tiempo jamás pisamos la calle”.
La estancia mínima era tres
meses e incluso algunas niñas estaban
algún tiempo más.
Disciplina y orden
“Lo primero que hacían cuando llegábamos
era ‘desinfectarnos’. Nos
desnudaban y nos ponían unos polvos
por todo el cuerpo y en la cabeza
también, donde nos colocaban un
trapo que teníamos que llevar durante
dos días”, relata la exinterna de
aquel preventorio como si fuera
ayer. “Luego nos ponían a todas
desnudas, en fila. Muchas eran niñas,
pero otras, ya adolescentes, tenían
vergüenza y se tapaban. Las
cuidadoras nos lavaban una a una
con un estropajo y chorros de agua.
Otra nos secaba, a todas con la misma
toalla. Después nos ponían la
ropa del preventorio y la nuestra
desaparecía”. Alicia recuerda que
eran escenas muy tristes y que tenían
prohibido hablar.
Siguiendo con esa disciplina, todos
los días rezaban el rosario y “tras
los rezos salíamos a cantar el cara al
sol al patio. Las niñas éramos tan pequeñas
que ni sabíamos qué significaba
aquello. Pasábamos mucho frío
fuera. Nos ponían firmes, sin apenas
ropa y en alpargatas, mientras las
cuidadoras llevaban grandes capas”.
La vigilancia era constante y nunca
estaban solas. “Íbamos de susto en
susto. Casi a diario nos pinchaban,
pero no sabemos aún qué nos inyectaban,
tampoco nuestros padres”.
Todas estas mujeres están buscando
documentación pero no
aparece ningún documento oficial
sobre aquel centro, tampoco sobre
las personas que trabajaron allí.
Aquel edificio, situado en el pueblo
madrileño de Guadarrama, sigue
en pie y hoy es un centro para
huérfanos de la Guardia Civil, a
quien pertenece.
Alicia García asegura que todos
los testimonios revelan lo mismo: a
los pocos días las niñas escribían a
los padres para que las sacaran de
allí. Pero las cartas estaba censuradas
por esas cuidadoras e incluso
ellas dictaban lo que tenían que poner.
Las visitas estaban controladas
también. “Teníamos que decir que
estábamos encantadas. Siempre
había una ‘señorita’ presente durante
la visita de los padres y cuando
éstos comentaban algo, ellas insistían
en que eran cosas de niñas”,
explica Alicia.
Pero cuenta que además estaban
llenas de moratones: “Tortazos, tirones
de pelo, amenazas, por todo nos
pegaban...Además, teníamos que salir
gorditas y la comida era espantosa.
Las niñas que vomitaban tenían
que comerse sus vómitos. A otras,
pequeñas, que se meaban en la cama,
les colocaban ortigas en el culo.
A una de las mayores, que insistía en
lavarse sola, las cuidadoras la cogieron
de los pies y le metieron la cabeza
en el lavabo una y otra vez”.
Alicia concluye: “Sabemos que
una vez fue un hombre mayor a hacerse
fotos con la niñas desnudas
en las duchas. Estábamos tan mal...
que algunas niñas iban a las ventanas
a pedir socorro”. A pesar de todo,
Alicia y su hermana tuvieron
suerte. Sus padres las sacaron de
allí a los dos meses, pero dice que
algunas tenían tanto pánico que no
contaron nada porque estaban amenazadas.
Hoy, algunas de estas mujeres
van a unir su testimonio a la
causa argentina para juzgar los crímenes
de la dictadura franquista.
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