jueves, 26 de abril de 2012

El abuelo ha vuelto a casa



Feliciano Lapuente, mi abuelo.
Fusilados de Torrellas 22 Abril 2012
Ya está. Desde hace unas pocas horas los restos de mi abuelo reposan junto a los de mi abuela.
Ha sido un instante de profunda emotividad. Todos nos hemos dado un abrazo  que simbolizaba la consecución de un sueño, la culminación de muchos años de lucha tratando de conseguir la dignificación de la fosa común en la que se encontraba, la ilusión por localizar sus restos y exhumarlos y por fin, hoy, su reinhumación de una forma pública, digna, humana.
Hemos vuelto a nuestras casas con un peso menos en el alma.

Un peso que comenzó a ser mucho más ligero desde el 10 de octubre de 2010 cuando pudimos exhumar los restos de los Cuatro de Torrellas, como los ha llamado siempre la señora Conce que con sólo 10 años vio cómo arrojaban sus cuerpos por encima del muro del cementerio de Ágreda para que cayeran en lo que benévolamente se llamó "cementerio civil". En la práctica, todos sabíamos que aquel lugar sólo era otra forma de humillación, otra manera de intentar borrar sus nombres de la historia.
La alegría por localizar sus restos y los de dos aviadores republicanos abatidos en las faldas del Moncayo se vio ensombrecida por la decepción de los vecinos de Vierlas que acudieron con la esperanza de encontrar también allí los restos de sus abuelos, asesinados como los nuestros en parecidas circunstancias. Pero sus abuelos no estaban allí.

Vierlas, Torrellas...constituyen una metáfora de lo sucedido en tantos pequeños pueblos de nuestro país, donde muchos de sus vecinos fueron sacados de sus casas en plena noche, conducidos a un paraje alejado del pueblo y asesinados allí alevosamente.
Nuestros abuelos forman parte de tantos miles de "paseados", fórmula empleada por sus asesinos a la hora de conducirlos a la muerte.

La identificacióin de sus restos mediante pruebas de ADN fue otra etapa más en la curación de nuestra herida, aunque para aquel entonces los familiares de los cuatro teníamos claro que si no era posible una identificación plena los enterraríamos a todos conjuntamente.

Así, cada vez más esperanzados, llegamos al pasado 14 de abril. La historia de Torrellas cuenta, desde ese día, aniversario de la proclamación de la Segunda República, con una nueva página que será recordada para siempre.

Unas 700 personas, una cantidad muy superior a la que esperábamos, participaron en los diferentes actos que tuvieron lugar en el funeral-homenaje a nuestros abuelos

Desde la solemnidad de la capilla ardiente instalada en la Casa de la Villa, pasando por el respetuoso cortejo que acompañó el traslado a pie de los restos hasta el pabellón multiusos, hasta el emotivo homenaje que tuvo lugar allí y la posterior inauguración del precioso Parque de la Memoria... todo sirvió para que el pueblo de Torrellas recibiera los restos de cuatro de sus vecinos, que volvían al lugar de donde nunca debieron salir.

Y para mostrar su reconocimiento a Marcelino, Luis, Gregorio y Feliciano, que dieron su vida por defender la democracia legalmente establecida pero pisoteada por el golpe fascista de 1936.
A la hora de escribir estas líneas me invade una mezcla confusa de sentimientos.
En ellos reconozco el agradecimiento que siento hacia tantas personas que nos han ayudado, en un momento o en otro, a realizar este sueño. No hace falta que las nombre, ellas ya lo saben, como saben que ya forman parte de nuestras vidas...
También me doy cuenta del alivio que siento. Me vienen a la cabeza las palabras de Nelson Mandela: "Saber que en tu día cumpliste con tu deber y estuviste a la altura de las expectativas de tus congéneres es por sí misma una experiencia gratificante y un logro magnífico".
Pero, por encima de todo, siento un gran orgullo.  
Orgullo por ese abuelo republicano al que no llegué a conocer...

Orgullo por la fuerza y el tesón de mi abuela, por la llama del recuerdo que nos transmitió mi madre... 
Orgullo por esta familia mía que tanto ha sufrido.
Por esta familia "suave como la arcilla, dura como el roquedal" que me ha hecho ser lo que soy.

¡Salud y República!

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