Nicolás Sánchez-Albornoz |
La Rioja, - 31 marzo 2012
Nicolás Sánchez-Albornoz (Madrid, 1926) ha tenido una vida novelesca de verdad. Soportó el drama de tres exilios, escapó de un campo de concentración del régimen franquista y es considerado una figura mítica para los historiadores económicos españoles y latinoamericanos. Una vida de película que acaba de resumir en sus memorias. Pero no las de toda su existencia, sino únicamente las que corresponden a los 40 años de dictadura franquista.
«El libro relata en secuencia cronológica cuatro decenios de mis andanzas durante la etapa hostil de la historia de España comprendida entre 1936 y 1975, un infausto periodo que los españoles más valdría que nos hubiéramos ahorrado», afirma en el prólogo. A su juicio, y esta es la tesis del libro (‘Cárceles y exilios’, de Anagrama), «España hubiera vivido mejor y llegado más lejos si no hubiéramos tenido que sufrir esos 40 años». En la obra, calificada por el autor de «libro de recuerdos», documenta la «violencia» cometida a su alrededor y contra su persona en forma de «cárceles y exilios», título que está en plural por sus tres experiencias en cada modalidad. «Mi testimonio se abre en la infancia con el asalto al Cuartel de la Montaña que frustró la intentona de la guarnición de Madrid, en julio de 1936, y se cierra, en abril de 1976, al poner pie en el aeropuerto de Barajas y dar por concluido el último de tres exilios», relata al principio de la obra.
Son cuatro décadas reunidas en diez capítulos, que dan cuenta de su actividad clandestina como estudiante en 1946, su paso por tres penales, su procesamiento en un consejo de guerra cuanto menos peculiar y su sonada fuga del destacamento penal de Cuelgamuros, de donde escapó junto a Manuel Lamana y con la colaboración del antropólogo Paco Benet y dos jóvenes norteamericanas Bárbara Probst y Bárbara Mailer, historia que Fernando Colomo llevó al cine en ‘Los años bárbaros’.
Después de atravesar media España y huir del país, Sánchez-Albornoz marchó exiliado a Argentina, donde permaneció casi 20 años, hasta que otro general (Juan Carlos Onganía) le obligó a abandonar el país y exiliarse en EE UU. «Discrepo de la generalización poética de que cualquier tiempo pasado fue mejor», señala el autor, miembro de la Real Academia de la Historia desde 1991. «El lote de cárceles y exilios que se han interpuesto en mi camino en el siglo XX certifica que ese pasado no ha sido benévolo ni con mis contemporáneos ni conmigo mismo. Cuanto más ingrato mi padecimiento, más me convencía de que España merecía disfrutar de un futuro más amable, parecido por lo menos a la cara que el país luce en la actualidad a pesar de los oscuros forúnculos que, por desgracia, la afean», añade. España lo ha pasado mal, de ahí que Sánchez-Albornoz reivindique el valor de la memoria.
«La memoria es un instrumento político para la construcción de las naciones. Los países no pueden madurar políticamente si no saben lo que sucedió en el pasado», dice. «Hay una tendencia a pensar que es mejor olvidar: no estoy de acuerdo», asegura. Por ello, destaca el proceso iniciado por el juez Baltasar Garzón contra el franquismo, porque «no se proponía que los culpables rindieran cuentas, ya que los causantes ya están muertos, pero sí que se desenmascarara el origen».
Aunque, eso sí, cree que se quedó corta. «Estaba bien en su objetivo, pero tropezó con un intento de hacer borrar la información de los archivos, tachando el nombre de los implicados en la represión», apunta. Y respecto a qué se debe hacer con el Valle de los Caídos, Sánchez-Albornoz, que habla como víctima que fue obligada a emplear sus manos en la construcción del mausoleo, considera que habría que eliminar los «simbolismos negativos» y por tanto entregar a las familias los restos de Franco y Primo de Rivera. «No hay en Europa ningún monumento dedicado a un ser maligno como Franco», concluye.
http://www.larioja.com/v/20120331/cultura/paises-pueden-madurar-saben-20120331.html
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