lunes, 26 de marzo de 2012

Los sucesos de Marzo de 1939 en Cartagena

Artemio Precioso 206 Brigada Mixta
 
 Memoria Histórica de Cartagena Marzo 2012
A las 11 de la noche del sábado 4 de marzo de 1939, la mayoría de los jefes militares de la base y guarnición de Cartagena se declaran opuestos al Gobierno del doctor Negrín e inician la toma del control de todas las unidades e instalaciones. Encabezan la sublevación Fernando Oliva, jefe de Estado Mayor de la base, Gerardo Armentia y Arturo Espa, Jefe y segundo jefe del regimiento de artillería de costa, Norberto Morell, jefe del Arsenal; Vicente Ramírez, jefe de Estado Mayor Mixto... Previamente, han intentado que el general de Ingenieros Carlos Bernal, jefe de la Base, encabece la sublevación; al no tener resultado, Vicente Ramírez toma el mando, a la espera de encontrar alguien más cualificado, de mayor graduación o de prestigio. El sargento Calixto Molina hace de enlace entre los militares y los civiles (falangistas, franquistas o ambas cosas a la vez y revueltas), trabajo que tiene encomendado desde semanas antes, desde que muchos "desilusionados" y muchos "realistas" van socavando el espíritu de resistencia con la argumentación de que hay que acabar pronto con la guerra fratricida. Las figuras más destacadas, de entre los civiles, son Antonio Bermejo, médico odontólogo; Antonio Ramos Carratalá, director de la Caja de Ahorros; José Sánchez Rosique, etc. Todos ellos se encuentran, en el momento de la rebelión, en la cárcel local, a donde han ido a parar una vez conocidas sus actividades antirrepublicanas. La flota republicana, fondeada en el puerto, está al mando del almirante habilitado Miguel Buiza, y conserva una parte muy importante de las unidades navales con que se contaba al principio de la guerra. 
Almirante Miguel Buiza

Pero Buiza hace tiempo que piensa en desentenderse de la guerra y sigue con atención los movimientos de los casadistas y anti-Negrín. El día 27 de febrero, el jefe de Gobierno había citado en la base aérea de Los Llanos a todos los jefes militares para conocer su opinión sobre la evolución de la guerra; asistía Buiza y, desde entonces, no ha dejado de estar pendiente de la actitud de los militares partidarios de finalizar la guerra. De hecho, el día 2 de marzo, el Almirante reunió a los jefes de los buques a su mando y les puso al corriente de lo que se gestaba. « No habría otro Cavite», parecía ser la consigna entre gran parte de la oficialidad y la marinería. Buiza se consideró libre de actuar «en conciencia» cuando, desde la Agrupación de Ejércitos, le informaron que el movimiento anti-Negrín no cuajaba.
El detonante inmediato de la sublevación surgió cuando Negrín, que estaba perfectamente al corriente de lo que se entretejía en Cartagena, nombró para sustituir al general Bernal al teniente coronel Francisco Galán, comunista, a quien se le ordenó tomara posesión inmediata de su destino, con la ayuda de la 206 Brigada, muy curtida en el combate, que mandaba Artermio Precioso. El nombramiento fue considerado como un «golpe comunista» y como gesto inamistoso. Los militares intrigantes decidieron no aceptar a Galán, y cuando llegó a Cartagena fue detenido. La evolución de los acontecimientos en la ciudad, que cayó prácticamente entera en manos de los insurrectos, y las instrucciones insistentes del mismo Negrín, en el sentido de evitar cuanta sangre se pudiese, hicieron que Galán negociara y aceptara dimitir, a su vez, mientras Precioso iniciaba su tenaza sobre los cuarteles y baterías sublevadas.
Antonio Ramos Carratalá (Conspirador)
Al mediodía del 5 de marzo, las dudas se disiparon sobre la Flota y Buiza ordenó la salida de la rada. Galán iba a bordo, después de un forcejeo dramático entre Bruno Alonso, comisario socialista de la Flota, y los oficiales que retenían a Galán. Tras una última vacilación en alta mar, los buques republicanos se internaron en aguas de África, yendo a parar, por instrucción de las autoridades francesas, a la base de Bizerta. Los sublevados recurrieron al general retirado Rafael Barrionuevo como jefe de la insurrección, y éste inició desde el primer momento un diálogo radiotelegráfico ininterrumpido con el Cuartel General de Franco en Burgos, hasta caer en manos de la 206 Brigada. Gerardo Armentia, republicano de convicción, comprobó pronto cómo la revuelta no era simplemente «pacifista», sino que se enmarcaba en un ámbito netamente nacionalista y franquista. Después de saber que muchos de los que la habían empujado resultaban franquistas, acusó claramente la decepción y murió enfrentándose con los primeros combatientes de la 206 Brigada que entraron en el Parque de Artillería. Con esta excepción, ninguno de los otros jefes militares o de los cabecillas civiles acabó malamente.
General retirado Rafael Barrionuevo.
Del lado nacionalista, pronto se organizó una operación de desembarco, con las noticias excesivamente optimistas que recibían de Barrionuevo. Según se acercaban los buques nacionalistas a las aguas de Cartagena, para desembarcar en la ensenada próxima de Portman o si se terciaba, entrar en la ciudad desde los propios muelles interiores, las baterías que llenan las alturas circundantes iban pasando a control de las fuerzas republicanas. El «Canarias» no osó acercarse demasiado, pero el mercante «Castillo de Olite», que actuó incomprensiblemente, fue echado a pique, produciéndose una verdadera mortandad. En tres días escasos Cartagena volvió a poder de la República, cuando ya nada podía modificar el curso de la guerra. La transición a la paz, sin embargo, era ya bastante más difícil.

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