Paco de Jerez
Ante la avalancha y sin miramiento alguno, el gobierno francés separó a los hombres de las mujeres y a los oficiales de la tropa. Todos fueron maltratados, mal alimentados y concentrados en zonas descampadas y alambradas tal como si fueran prisiones al aire libre, vigiladas por soldados coloniales marroquíes y senegaleses y disfrazadas o maquilladas como “campos de internamiento para refugiados” distribuidos por todo el país. A remedo de lo sucedido en el interior de España, toda Francia se convirtió también en una inmensa prisión para los republicanos antifranquistas.
El primer "centro especial" para acoger a los refugiados fue instalado por decreto el 21 de enero de 1939 en Rieucros (Lozère), cerca de Mende. Muy poco después, estos "estacionamientos temporales" se convirtieron en "reclusión administrativa" y en pocos meses se creaban el resto de los campos de internamiento. El 25 de febrero de 1939 Francia reconoció al gobierno franquista e intercambió embajadores (ver en este blog la entrada dedicada a la "Traición de Francia"). Poco después, entre marzo y abril de 1939 se crearon seis centros en las periferias de los Pirineos Orientales para el internamiento de milicianos: en Bram (Aude) reservado a los ancianos; Agde (Hérault) y Riversaltes (Pirineos-Orientales) destinado a los catalanes; Sepfonds (Tarn-et-Garonne) y Le Vernet (Ariège) para los obreros y Gurs (Basses Pyrénées). Estos dos últimos centros fueron los campos franceses más importantes y funcionaron hasta 1944, encerrando y exterminando a judíos, españoles, rumanos, gitanos y otros europeos indeseados para los nazis y para una parte importante de los franceses. El ya mencionado de Le Vernet era conocido como “campo represivo” en el que se debía encerrar a los “individuos peligrosos para el orden público y la seguridad nacional”, en general comunistas y dirigentes de las Brigadas Internacionales. A estos centros de internamiento se le sumaron otros como Argèles-sur-Mer, Saint-Cyprien (sumando ambos más de 180.000 internados), Prats-de-Molló y otros más pequeños como Gurs (con 23.000 excombatientes españoles y 7.000 brigadistas), Noé y Barcarès (cerca de 150.000 refugiados).
A mediados de marzo de 1939, Robert Capa visitó el enorme campo de la playa de Argelès-sur-Mer dónde estaban encerrados en ese momento más de 80.000 republicanos españoles. Capa describió este campo o "un infierno sobre la arena: los hombres allí sobreviven bajo tiendas de fortuna y chozas de paja que ofrecen una miserable protección contra la arena y el viento. Para coronar todo ello, no hay agua potable, sino el agua salobre extraída de agujeros cavados en la arena".
Ante estas terribles condiciones disuasorias planteadas cruelmente por el insensible gobierno francés y tras recibir un mensaje supuestamente conciliador de Franco garantizando inmunidad para todos aquellos libres de "delitos" de sangre, muchos de los huídos se plantearon el regreso. De los 550.000 republicanos que cruzaron los pasos fronterizos franceses antes de abril de 1939, al menos 250.000 --entre hombres, mujeres y niños-- atendieron y dieron credibilidad a las promesas de perdón de los franquistas y regresaron a España. Decenas de miles de ellos lo pagaron con sus vidas, pues todos fueron interrogados a su regreso y los hombres detenidos para su concentración y clasificación de cara al establecimiento de las responsabilidades que pudieran determinar los vencedores, los cuales impusieron condenas a muerte a muchos de ellos y penas milenarias de prisión a los que no fueron asesinados ante los pelotones de fusilamiento.



























Las autoridades francesas y sus fuerzas de seguridad sometieron a un rigurosísimo régimen disciplinario a los republiacnos y antifranquistas españoles. En la imagen puede verse a dos de ellos, castigados y atados a un poste en el interior de un campo de concentración francés.
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